Image: Cataluña en la época Carolingia

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Arte

Cataluña en la época Carolingia

Magia y misterio en el Prerrománico

9 enero, 2000 01:00

Placa con la Ascensión. h. 830. Kunsthistorisches Museum. Viena

Esta exposición se integra en un proyecto de carácter europeo, "Charlemagne. The making of Europe" (Carlomagno y la construcción de Europa), que consiste en la organización de diferentes exhibiciones, cada una con un carácter autónomo, en diversas ciudades europeas sobre la figura de Carlomagno. Carlomagnom, al aglutinar un imperio y culminar un proceso de expansión iniciado en el siglo VIII -y su consecuente renacimiento cultural-, pasa por ser un que referente simbólico de la unidad y cultura europea. El imperio carolingio (desde el noroeste de la península Ibérica hasta más allá de la Europa central y parte de Italia) o los siglos IX y X, son un período oscuro, poco conocido y, sin embargo, es entonces cuando se forma el contexto cultural, social y político que dará lugar al románico; este es el tema de la exposición.

Desde Barcelona hay, además, otros aspectos que centran el interés de la exposición: en el período carolingio se sitúa el origen de una suerte de prefiguración de lo que posteriormente será Cataluña. El dominio carolingio se extendió más allá de los Pirineos, la denominada Marca Hispánica, organizada en distritos territoriales denominados condados. Este territorio cumplía la función de protección al imperio frente al mundo islámico. Un territorio fronterizo, en principio marginal, periférico e inestable, incomparable con la riqueza y refinamiento de otras zonas del imperio u otras regiones de la península (el emirato de Córdoba, o el reino de Asturias por ejemplo). Sin embargo, con el paso del tiempo se irá consolidando y a partir de mediados del siglo X aparecen las primeras manifestaciones culturales importantes, entre otros los conjuntos monumentales y centros como Cuixà, Ripoll o Sant Pere de Rodes que tienen su continuidad en el románico. Alrededor del año 1000, el progresivo distanciamiento, la división del imperio en reinos, los problemas dinásticos del reino de Francia, representan una singularización de este territorio y también una agrupación de los condados que rodean el de Barcelona. En definitiva, la dominación carolingia representa un rasgo original con relación al contexto peninsular y la formación de la soberanía catalana.

La exposición, que posee como hilo conductor a Cataluña, presenta una panorámica sobre la Europa y el mundo hispánico de los siglos IX y X. Se trata de una aproximación global y no tan solo manifestaciones artísticas. Sin duda alguna, se desarrolla un discurso muy riguroso con una base científica impecable y una voluntad didáctica. Precisamente por este afán didáctico y también por la naturaleza de las piezas exhibidas, abundan los plafones explicativos, las maquetas, las fotografías. Sin embargo personalmente no es esta la aproximación que me interesa prioritariamente aunque, naturalmente, hay que reconocerla y que por lo demás puede ser complementaria. Más bien quiero reivindicar una lectura emocional de estos objetos milenarios. Rubert de Ventós cuando se refiere al arte primitivo, -aunque se puede extrapolar a otras experiencias como la presente- apunta que éste sigue siendo una manifestación viva, llena de expresión, si bien somos nosotros (el espectador) quienes tenemos de atribuirle un sentido. La obra primitiva o milenaria responde a otro espíritu, a otra percepción de mundo, pero "si es posible dialogar con ella no es tratando de convertirnos al espíritu en que nació la obra (intento por lo demás inútil), pero sí tratando de descubrir qué es lo que ella nos dice todavía. No se trata de adaptarla a nuestra visión del mundo, ni de adaptarnos a ella, sino dialogar con la misma; de ver lo que el pasado puede decir al presente, y qué respuestas podemos dar a sus misterios". En la exposición hay objetos de un particular refinamiento: el Astrolabio de Barcelona (960-980), el Beatus de San Miguel de Escalada, también conocido como el Beatus Morgan (926), el marfil conocido como Placa con Ascensión (h. 830) conservado en Viena, o la Fíbula Strickland (siglo IX). ¿Pero cuál es el sentido de estos objetos, de que nos hablan? Jean Genet cuando se aproxima a las vitrinas de arte egipcio en el Louvre, reivindica de una manera didáctica una lectura emocional y creativa: "Yo tenía miedo porque, sin duda, se trataba de un dios". Estos objetos no son objetos convencionales, nos hablan del misterio, de la muerte, de la divinidad. La actitud de Genet es un punto de partida para un dialogo con lo más misterioso de nosotros mismos.