Image: Louise Bourgeois

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Arte

Louise Bourgeois

“Mi arte no necesita de las palabras, tiene que sostenerse por sí mismo”

9 enero, 2002 01:00

Louise Bourgeois (París, 1911), una de las escultoras más importantes del siglo XX, se considera una "corredora en solitario". Alumna de Fernand Léger y amiga de Breton y Duchamp, el retorno a lo figurativo, su interés por el cuerpo, el feminismo postmoderno y la recuperación del surrealismo la sacaron de una marginalidad en la que habitó durante décadas. Desde hace cuarenta años, Bourgeois ha investigado en materiales como la madera, el bronce o la goma. El 17 de enero presenta en la galería Soledad Lorenzo sus nuevas esculturas, inéditas en España, realizadas con tejidos de su ropa, un peculiar testimonio de su vida. De todo ello ha hablado con El Cultural desde su estudio neoyorquino.

Desde sus primeras esculturas hay en la obra de Bourgeois un aliento orgánico que se transforma en una presencia del cuerpo sexuado, integrando sus emociones (el deseo, la culpa, el miedo...) y sus metamorfosis. Desde 1999, año de la exposición Memoria y arquitectura en el Reina Sofía, sus trabajos no llegaban a Madrid. Como en sus inquietantes obras, Louise Bourgeois nunca ha dejado de ser turbadora y perversa.
-Han enmarcado su obra en el informalismo al mismo tiempo que la relacionaban con los surrealistas. ¿A qué grupo se siente más cercana o qué movimiento le ha aportado más en su trayectoria?
-Me siento próxima a los existencialistas. Me gustan los escritos de Camus, Kierkegaard y Sartre. Y definitivamente no soy una surrealista. No son serios. Los surrealistas querían ser ingeniosos y agudos, y su agudeza no me ayuda a solucionar mis problemas. Al igual que Sartre, estoy interesada en la experiencia. Estoy interesada en el sufrimiento y en cómo evitarlo. Comparto la actitud surrealista de supervivencia y el dolor de la ansiedad. Me interesa el miedo y la forma en que opera, y lo difícil que es comunicarlo.

Materiales de recuerdos
-En sus últimas obras vuelve a quedar de manifiesto su relación con el cuerpo; en ocasiones han sido las manos las que han centrado su atención, ahora son las cabezas de tela las protagonistas. ¿Qué le ha llevado a trabajar sobre ello? ¿Por qué la tela como material?
-No estoy interesada en los materiales en sí mismos. Están ahí para servirme y quiero explorarlos todos. He estado utilizando mi propia ropa como materia prima para mi escultura. Es importante que la ropa sea mía. Esas prendas tienen una historia, han tocado mi cuerpo y guardan recuerdos de personas y lugares. Son capítulos de mi vida. Son documentos, al igual que mis diarios.

Esculturas amputadas
-La manera de afrontar el cuerpo de Louise Bourgeois es a través de las amputaciones; sólo muestra la parte del cuerpo que más le interesa, sean las manos o la cabeza. ¿A qué responde ese interés?
-Siempre he sentido una profunda admiración por los que son capaces de hacer un retrato que capte el parecido del que posa. Creo que Franz Messerschmidt era un gran artista. La serie de cabezas que hizo mirándose al espejo son bellas. También estaba un poco loco.

-Sus dibujos de los años cuarenta en los que aparece su (ya famosa) Femme-Maison tuvieron un gran impacto. ¿Qué tienen que ver con su escultura posterior?
-Mis cabezas no tratan de captar el parecido. No son realistas, sino más psicológicas. Son un retrato de una emoción. Me interesa el lenguaje corporal, me interesan las expresiones, la forma de caminar, de la gente. Los andares de una persona pueden ser muy sensuales.

-En su carrera como escultora usted ha pasado por todos los materiales, desde el bronce a la tela, pasando por el cristal o el espejo. ¿A qué se debe la elección de uno u otro en cada momento?
-En cada obra trato de aislar y centrarme en un problema concreto, algo que me inquieta, algo que no acabo de entender o que no puedo olvidar. Pero para poder hacer esto hay que ser específico. Mis esculturas se centran en un problema específico. Quiero apartar todo lo que no tiene que ver con el problema en sí. A veces es necesario cortar. El corte se convierte en parte del proceso de curación. Es como cuando se poda un árbol para que crezca más fuerte. En realidad no estoy interesada en el cuerpo. Debe quedar perfectamente claro que estoy interesada en mi cuerpo y en el efecto que otro cuerpo tiene en el mío. En este sentido, no quiero hablar más que por mí misma.

-La relación con su padre, su infancia, es algo que surge, inevitablemente, en todas las entrevistas. ¿Cree que esta parte de su vida está adquiriendo cierta categoría de mito?
-La persona y el medio que le rodea siempre me han interesado. Una persona y un lugar se funden para crear una identidad. Así es como existe la gente en mi recuerdo. Creo que en mis primeras obras utilizaba la arquitectura para esconderme tras ella, como una forma de protección. Yo existía en un estado más frágil y aislado. Estaba más asustada y por eso mis formas eran bastante rígidas. Quizá no se note en mi obra, pero soy más optimista ahora. Como mi escultura para la inauguración de la Tate Modern: Hago, deshago, rehago. Creo que puede tener lugar esa reconciliación. No es fácil, olvidar y perdonar no es mi fuerte.

-En cualquier caso, es inevitable no mencionar esa etapa de su vida. Usted ha dicho: "Mi padre me provocaba una continua pérdida de autoestima. Me traicionaba al no ser lo que se suponía que debía ser". ¿Cómo le ha ayudado el arte a superar esos traumas?
-Ya no me interesa la historia de Sadie y mi padre. El incidente es auténtico y forma parte de mi vida, pero no es el significado de mi obra. Tiene más que ver conmigo y con lo que ha condicionado mis relaciones con otros. Ahora estoy más interesada en mi madre y en ser una buena madre.

-Al principio, trabajó con Fernand Léger en su taller. ¿Qué le queda de aquellos años?
-El arte me permite sobrellevar las cosas, me permite ser mejor persona, mejor madre. El arte es una garantía de cordura.

-Hablando de sus orígenes, usted empezó pintando, pero pasará a la historia como una de las grandes figuras de la escultura. ¿Qué es lo que le faltaba en la pintura? o, dicho de otro modo, ¿qué le ofrece la tridimensionalidad frente al lienzo?
-Fue precisamente mi maestro Fernand Léger quien me dijo al ver mis dibujos que yo quería ser escultora. Estoy interesada en la tercera dimensión. Una superficie plana no es suficiente para mí. Siempre quiero perforarla e ir detrás de ella. Necesito poder establecer una relación entre el objeto y mi cuerpo. Estoy interesada en la distancia que hay entre las cosas y en cómo se sitúan en el espacio. Quiero ser capaz de moverlas y empujarlas de un lado a otro.

-Usted ha dicho que una obra de arte no necesita explicación y que no es en ningún caso el artista el que debe explicar la obra. ¿Cuál es entonces la responsabilidad del artista?
-Mi arte no necesita de mis palabras. Tiene que sostenerse por sí mismo. No le debo nada a nadie. Intento expresar lo mejor que puedo cómo me siento. Si esto consigue comunicar con alguien más, estupendo, pero no es ese el objetivo, quiero ser veraz.

Arquitectura para voyers
-En muchas de sus estancias creadas el espectador se ha sentido como un voyeur ante su víctima, son ventanas indiscretas que nos muestran algo que no deberíamos ver. ¿Qué significan para usted todos esos cuartitos, esas celdas?
-Con las celdas, he creado mi propia arquitectura para no tener que depender de ninguna habitación. La arquitectura me ayuda a aislar, centrar y contener los problemas que estoy explorando.

-Supongo que sus estudios de matemáticas han determinado su interés por la geometría. ¿Qué es lo que más le interesa de ella?
-Siempre me han interesado las matemáticas euclidianas y no euclidianas. Aunque la geometría es una estructura subyacente en mi obra, me parece que tienes que tener cierta licencia para empujarla. Mi exposición en el Reina Sofía en 1999 exploraba mi relación con la arquitectura. Estoy interesada en los espacios y en cómo la memoria está contenida en ellos. Eso le da corporeidad a la memoria. Necesito un lugar para albergar, para proteger, mis emociones.

-Cuando debutó como escultora tenía usted 38 años: ahora a esa edad a un artista se le considera mayor. ¿Cree que hoy a los artistas jóvenes se les exige demasiado?
-Todos los domingos tengo una exposición en casa y veo la obra de muchos artistas. Algunos de estos visitantes son muy jóvenes y en realidad son estudiantes que hacen obras de estudiantes. Algunos de los artistas son más listos de lo que les conviene. Para ser artista, lo más importante es tu relación con lo que estás haciendo. Como ya he dicho muchas veces, soy una corredora de fondo, y una corredora en solitario, y así es como me gusta.

-Usted se ha relacionado con muchos de los mejores artistas del siglo XX. ¿Cómo ve el desarrollo del arte en la actualidad? ¿Cree que pasa por un buen momento?
-No soy quién para juzgar el arte de este momento. Eso se lo dejo a otros. Los artistas siempre buscan y hallan nuevas formas de expresar la condición humana, y esta búsqueda no terminará jamás.

-A partir de los terribles atentados del 11 de septiembre muchos críticos y artistas se han cuestionado el mínimo grado de compromiso de la mayor parte del arte actual. ¿Cómo lograr que los artistas se comprometan con lo que está pasando?
-El tiempo dará la respuesta a la tensión postraumática resultante de la catástrofe del 11 de septiembre. Es algo que ha afectado a todos profundamente. Lo asimilas y se hunde en tu inconsciente para aparecer más tarde.

-Con motivo de esta segunda exposición en la galería Soledad Lorenzo, ¿tiene pensado volver a España?, porque nos encantaría tenerla por aquí unos días.
-Desgraciadamente, yo sólo viajo en el tiempo y no en el espacio. Espero que mi obra en la Galería Soledad Lorenzo comunique con la gente.