Image: Úrculo

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Arte

Úrculo

“Vivimos en un mundo cubista”

31 octubre, 2002 01:00

Eduardo Úrculo. Foto: Mercedes Rodríguez

El 6 de noviembre Eduardo Úrculo vuelve a Madrid, después de más de tres años alejado de las salas de la capital, el pintor regresa para mostrar una cara nueva y desconocida: una serie de cuadros con el cubismo como base, con la línea como argumento. Todo un homenaje al movimiento "más importante y revolucionario del siglo XX".

A pesar de esa sonrisa siempre tan bien puesta, de ese genial sentido del humor que caracteriza a Eduardo úrculo (Santurce, Vizcaya, 1938), no podemos por menos que empezar esta entrevista hablando de la muerte, de la muerte que llega por sorpresa y antes de tiempo, de la muerte de Carmen Gamarra, directora de Metta y principal impulsora de esta exposición: "Estoy seguro de que ella pensaba que le quedaba más tiempo", dice el pintor. Nos sentamos delante de uno de sus últimos cuadros: un paisaje neoyorquino de líneas rectas y grandes cubos, con menos color que antaño y alejado ya de la estética pop que marcó su obra.

-Me han dicho que se ha quitado el sombrero.
-De momento. Acabé el milenio reflexionando en torno al cubismo, la vanguardia con la que se despertaba el siglo XX. Por alguna misteriosa razón se me antojó reflexionar sobre el cubismo: el movimiento revolucionario más importante de la pintura moderna. Empezó como un juego, incorporando algún elemento cubista. Estos dos años he estado trabajando sobre ello y ahora lo expongo por primera vez en Madrid.

-De modo que en Metta nos encontramos una exposición cubista.
-Efectivamente; aunque si la puerta grande es el cubismo, digamos que hay unas ventanas abiertas a otros dos temas: dos paisajes de Nueva York y varios kimonos japoneses, pero todo en esa línea.

Apartarse del color
-Porque, ¿todavía hoy el cubismo tiene cosas que aportanos?
-No sé responder a esta pregunta. Pero soy consciente de nuestra conciencia cubista: el hombre occidental tiene una mirada cubista; las ciudades del siglo XX son ciudades cubistas; vivimos en espacios cubistas; la gran aportación arquitectónica del siglo XX (Lloyd Wright, Van der Rohe, Le Corbusier) se realiza a partir del cubismo. Soy consciente de que vivimos en este escenario, en un mundo cubista. El siglo XX ha estado determinado por este movimiento convulso, revolucionario.

-José Luis Garci dijo una vez: "úrculo es el color", ¿qué será ahora de esa máxima?
-Me considero un pintor muy colorista y, sin ser del todo ajeno a la melancolía pictórica, comparto con Hockney la conciencia festiva del arte. Hace tiempo que abandoné la militancia del dolor, de la angustia. Creo que lo que sale de uno hacia el mundo debe de ser lo mejor y creo que mi mejor parte es la festiva. He huído de la tradición goyesca de la negrura, de esa creencia nacional de que España tiene que ser sufridora y rezar mucho. En estas obras hay más sobriedad de color porque el cubismo exige una paleta más sobria, alejada de los colores fauves que son los que yo había mantenido hasta ahora; hay que economizar festividad. Mi paleta ha cambiado porque ha cambiado el argumento.

-Y esto llega tras un largo proceso de reducción: de la figura, del color... ¿Ya sólo queda la línea?
-Efectivamente la línea es lo predominante, no sólo en esta etapa del cubismo sino que ya se veía en mi pintura inmediatamente anterior: la época de las geishas. La línea es el argumento fundamental de la composición del cuadro y la figura empezó a ser una mera escusa.

Hacia ese gran cuadro
-Del erotismo de los 60 al pop de los 80, de ahí al Oriente de las geishas y ahora al cubismo. No le pueden echar en cara que se haya estancado en un sólo estilo.
-Y siempre quedan cosas por hacer y por investigar, como lograr finalmente ese gran cuadro. Porque todo lo que uno hace, aunque parezca un topicazo pendate, está encaminado hacia esa meta que todavía no has conseguido.

-En alguna ocasión he leído declaraciones suyas muy críticas con respecto a las instalaciones, contra el "todo vale"...
-Vivimos una especie de "entontecimiento" público que se produce ante el estado atónito de los espectadores que, al no entender una cosa o no tener juicio de valor sobre ello, aceptan indiscriminadamente cualquier bobada. En los años 20 Duchamp ya embotellaba aire de París y se lo vendía a los coleccionistas americanos. Hoy, si vienen a venderme aire embotellado del Manzanares me parecería una tontería, y si hay una institución pública que paga esa instalación, peor aún. El problema es la idea del espectáculo que tiene algunos para los que cualquier cosa, sobre todo si viene del otro lado del Bidasoa, es interesante.

-Y, ¿quién lo impone ?
-Por una parte están las instituciones, los comisarios, los curators. Por otro lado, es lógico que las galerías expongan todo lo que se está haciendo, que no se limiten al cuadrilátero del cuadro, pero lo que falta es un juicio crítico. Yo no veo una opinión crítica al respecto, ni para defender ni para atacar. Además, esto se está convirtiendo en una avalancha de subsidiados: yo vivo de los cuadros que vendo, no me subvenciona ningún ministerio. Y no es en absoluto una queja, es una realidad.