Recuperar al pintor universal
Centenario Esteban Vicente
9 enero, 2003 01:00Esteban Vicente en una de sus visitas a Madrid, en 1999. Foto: Carlos Miralles
Cada día somos más amigos de las celebraciones, de los centenarios que, paradójicamente, comienzan a llagar a los contemporáneos. Bienvenidos sean, si nos permiten acercarnos a la obra de un artista y si es motivo de noticia y atención de su figura, como es el caso, en esta ocasión, de Esteban Vicente en el primer centenario de su nacimiento.Esteban Vicente nació en Turégano, Segovia, el 10 de enero de 1903, pero pronto viajó por el mundo. La mayor parte de su vida la pasó en Estados Unidos, en Nueva York, donde obtuvo la nacionalidad norteamericana en 1940. Quizá no fue muy conocido aquí por los muchos años de ausencia y por la poca información que se recibía aquí entonces. Uno de sus primeros contactos pictóricos con España fue con motivo de una exposición suya organizada por el Banco Exterior de España en Madrid, en 1985. Yo le conocí antes, en Nueva York, en el 60, de la mano de un amigo común, José Vergara, gran amante de la pintura de vanguardia. Vicente estableció, aunque tarde, profundos lazos con su país, y sobre todo con su tierra, Segovia, donde se ha creado un museo con su nombre y donde ha ido parte de su obra. Hemos recuperado a un gran artista, a un artista universal; una asignatura pendiente que hemos resuelto inteligentemente.
Nueva York, en los 40, fue una de las ciudades más vitalistas del mundo, donde se establecieron muchos de los artistas europeos huyendo de los horrores de una Europa en guerra. Esteban Vicente se dedicó a la enseñanza de la pintura, pero pronto se relacionó con todos los artistas del grupo después conocido como Escuela de Nueva York, particularmente con Willen de Kooning. Pero él no tomó posiciones tan radicales y quizá por ello no se integró totalmente en el grupo de Klein, Pollock o De Kooning y quizá gracias a esto su obra no sufrió el desgaste de otros, ni la tragedia personal de muchos de ellos, que tuvieron que enfrentarse a una obra límite y sin retorno, como fue el caso de Rothko.
Defiendo las posiciones valientes y revolucionarias, necesarias para la evolución de la pintura, como fue la postura de la Escuela de Nueva York, pero tales posicionamientos no permiten acomodaciones posteriores. Philip Guston, miembro del grupo y cercano estéticamente a nuestro artista, tuvo que enfrentarse a este reto, cambiando radical y traumáticamente su lenguaje. Esteban Vicente supo guardar distancias y mantener su propia identidad europea, acertó a encontrar su propio espacio. él mismo declaró que su cultura era la clásica española. Su alma, su método, su corazón habían sido y eran españoles para siempre. Es cierto que su pintura es ante todo europea y, sin embargo, sí participo, a mi entender, en la búsqueda de lo sublime, del misticismo, de una imagen total y un cambio en los hábitos de ver la pintura. Habría sido imposible que no llegara a contaminarse de esa poética expresionista, de ese nuevo romanticismo sublime presente en los artistas de su entorno americano.
Pero ¿cómo es la pintura de Esteban Vicente? No es fácil hacer una descripción de su obra. La pintura en definitiva, es una experiencia visual, única y subjetiva. Ràfols-Casamada escribe, en un texto dedicado al mismo Vicente, que "la pintura en sí constituye un lenguaje a través del cual, con mayor o menor claridad, nos expresamos. Hablar de ello es querer explicar cosas que acaso no requieren explicación". La obra de Vicente está vertebrada en dos facetas que se complementan. Por un lado, sus collages, que definen su identidad europea y estructuran formalmente su obra, y, por otro, sus pinturas, más atmosféricas y líricas. En los collages podemos ver sus orígenes postcubistas, la huella de dos adelantados de la modernidad, de dos compatriotas: Picasso y Juan Gris; y en sus pinturas, el aire, el espacio y la luz de otro de los padres de la pintura, Cézanne.
Es cierto que la pintura de Esteban Vicente está desprovista de elementos anecdóticos, pero no así de elementos literarios, como afirma Casamada. Su pintura es la esencia misma de la naturaleza, es la sensualidad del color y de la materia, que se hace a sí misma naturaleza, naturaleza pictórica. Una pintura abierta, espontánea. Sus cuadros sugieren cosas, paisajes, naturalezas muertas, atardeceres; al mismo tiempo que el proceso de la acción pictórica es y representa parte de la propia obra. Su pintura hace visible el espacio a través del color. Estamos, ante su pintura, frente a la experiencia única y total de lo sublime, de lo espiritual, de la cosmogonía, que busca nuevos conceptos de expresión. Su obra es la emoción del artista que invita al espectador a su indagación. Algunos de los títulos de sus pinturas, como melodía, espacio, memoria, descubrimiento, son elocuentes testimonios de sus búsquedas, de sus indagaciones. Su obra es casi una experiencia religiosa que trabaja y busca el milagro creativo, que busca más el espíritu de las cosas que su presencia.
Esteban Vicente ocupó un lugar destacado en el ámbito pictórico de los Estados Unidos, pero es aquí, según dejó dicho su viuda, Harriet, donde suceden los acontecimientos más emotivos de su vida. Esteban Vicente fue un artista y un señor, que al final de su vida supo llevar su edad con elegancia y arrogancia, como yo mismo pude comprobar al ser rechazado cuando traté de ayudarle a bajar unas escaleras en una de sus últimas visitas a Madrid, organizada por su gran galerista y representante Elvira González.