Aernout Mik, el absurdo y la carcajada
Glutinosity, 2001. Videoinstalación
Aernout Mik (Holanda, 1962) califica su trabajo de vídeoinstalaciones. En todo caso, la presentación de los vídeos está en relación con el espacio, la disposición de las pantallas, el recorrido del espectador, etc. Y es que Aernout Mik plantea una especie de laberinto con múltiples proyecciones.Uno diría que el universo de Aernout Mik es una recreación de lo absurdo, del sinsentido, de lo ilógico de las cosas. éste parecería que es su mensaje en un primer momento. Sus vídeos consisten en secuencias muy cortas y sin narración de absurdos y catástrofes. Sin sonido, las imágenes se van repitiendo en una secuencia sin fin; a lo sumo existen ligeras variaciones, pero se trata básicamente de la misma situación. Las figuras que intervienen son como personajes deshumanizados: en un entorno intencionadamente descuidado, sus gestos no son sus gestos, su contexto no es su contexto, sus relaciones no son sus relaciones... Son personajes o títeres de un ballet mecánico. A priori se diría que son imágenes extrañas, agobiantes, que responden a una estética exhibicionista del dolor, como si se tratara de una autocomplacencia adolescente por lo grotesco.
Pero hay más. Ya he señalado que la proyección de los vídeos está en relación con un trabajo sobre el espacio o con el cómo se proyectan. Así, Aernout Mik recrea un laberinto de imágenes que implica al espectador; en algunos casos, por ejemplo, con efectos de ligeros movimientos de paredes y/o de la pantalla para intensificar la percepción. Otro aspecto importante: en muchos casos, los retroproyectores, a ras de suelo, proyectan la imagen sobre una pantalla de manera que ésta resulta visible por sus dos caras en el itinerario de la exposición; esto significa que los transeúntes cruzan la fuente de luz e interfieren con su sombra la imagen. Asímismo, Aernout Mik explica que en sus construcciones utiliza la escala humana -las pantallas no son superiores a 1,75 m. Es decir, existe la voluntad de crear una atmósfera envolvente, de que los transeúntes se impregnen o se sumerjan en las imágenes... ésta es la idea, como si los espectadores también formaran parte de las imágenes o las imágenes se desdoblaran en espectadores y fueran parte del mismo sinsentido y del mismo absurdo.
El trayecto laberíntico de la exposición me ha sugerido aquellas salas de espejos deformantes de los parques de atracciones. Como tales espejos, Aernout Mik devuelve y transforma la mirada de uno en monstruosidad. Pero también encarcajada. ¿Acaso el absurdo no invita a la risa? Claro, el absurdo posee muchos filos, pero yo no sé si ésta es la voluntad del artista, ni si hay alguna intencionalidad. No sé si en esta videoinstalación existe un afán de trascendencia, de expresar o provocar sentimientos profundos sobre la condición humana, digamos una dimensión sublime; o por el contrario, si hay un sutil registro de juego o de ironía. O si simplemente no se controla el dispositivo expositivo.
A mí, personalmente, me provocó hilaridad. Me divertía observar a los espectadores -niños y mayores- jugando a hacer sombras chinescas entre las pantallas o verlos pasar por la sala como si hicieran cien metros lisos; me entretenían los gruñidos de los guardias jurados al dirigirse al público; me hacían gracia los decibelios a toda pastilla de un evento que se estaba ensayando en un espacio contiguo, cuando la videoinstalación de Aernout Mik se había previsto sin sonido. Todo esto es disparatado y divertido, pero yo diría que es complemento del absurdo y del divertimento de la exposición. Anteriormente apuntaba que Aernout Mik está interesado en crear ambientes; sobre él se ha dicho que "ha adaptado su método de trabajo para conseguir una interrelación entre el espacio y los espectadores, que participan de la atmósfera que crean las obras y las modifican con su presencia". Pues bien, éste es el microclima que se generó cuando visité la exposición y que está interrelacionado con su propia obra: "la vie et l"art confondus", en que el absurdo del comportamiento del público, el de la institución, el del arte contemporáneo se entremezclan en algo delirante.
Aernout Mik ha intervenido en espacios públicos de manera que sus vídeos establecían una suerte de paralelismo entre su imagen y el entorno. Algo así como para que salten chispas, o simplemente para provocar una situación de extrañeza como cuando, por ejemplo, yuxtapone Middlemen (2001), un trabajo sobre el colapso después de un crack bursátil, y un centro comercial. No creo que éste fuera el modelo de acción de Aernout Mik en CaixaForum, pero soy de aquellos que no cree en el azar y si las cosas ocurren es por alguna razón. Intuyo que el disparate, el absurdo, el sinsentido de Aernout Mik tiene efectos contaminantes,o, si se quiere, posee la virtud de revelar -o modificar, según se mire- las cosas como aquellos espejos deformantes de los parques de atracciones que antes mencionaba.