Image: Alejandro Zaera-Polo

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Arte

Alejandro Zaera-Polo

“La Arquitectura no siempre puede ser crítica porque también es cómplice”

27 noviembre, 2003 01:00

Alejandro Zaera-Polo. Foto: Salvador Pérez Arroyo

Acaba de ganar el concurso de los nuevos estudios de la BBC, su equipo proyecta ahora el plan urbanístico de la futura villa olímpica de Londres y mañana mismo, 28 de noviembre, inaugura en el ICA (Instituto de Arte Contemporáneo) londinense una retrospectiva de los proyectos principales de los últimos diez años. Sin duda, Alejandro Zaera-Polo es el arquitecto español de mayor proyección internacional. El que, además, llena las aulas. El representante de la arquitectura más innovadora, esa que integra la tecnología y las experiencias de lenguaje más anticonvencionales. Su estudio, Foreign Office, lo tiene en Londres y lo comparte con su mujer, la arquitecta iraní Farshid Moussavi. La formación y las referencias de Zaera las encontramos fuera de España, especialmente en el pensamiento del arquitecto Rem Koolhaas y en su paso por las aulas de Harvard. Aquí, en Madrid, fue alumno de Salvador Pérez Arroyo con quien ha conversado para El Cultural sobre ciudades, ladrillos, sueños e ideologías. Tiene muy claras las ideas. Zaera es un reposado revolucionario.

En la película Cast Away (Náufrago) Chuck Noland, interpretado por Tom Hanks, lucha contra las olas del arrecife para poder recuperar su libertad. En esta conversación Alejandro Zaera-Polo recupera también la idea de Koolhaas de aprovechar la fuerza de las olas, es decir, correr a su favor sin enfrentarse directamente. El diálogo sigue abierto y no podemos decir cuál es el papel de la arquitectura en un mundo cambiante y global. Parece difícil, sin embargo, creer que los arquitectos puedan seguir ignorando los acontecimientos lejanos y observar sólo los hechos locales. Una nueva arquitectura y una nueva actitud crítica se consolidan poco a poco, incluso una nueva actitud profesional debe surgir de la comprensión de lo que aquí se discute.

Salvador Pérez Arroyo: Empiezo recordándote que he vuelto de Ruanda. Cuando vuelves de un sitio así piensas en las diferencias que existen entre los dos mundos, entre la arquitectura que nosotros estamos produciendo en nuestra cultura próxima y la realidad más lejana. Después del 11 de septiembre me pregunto de qué modo la arquitectura que hacemos refleja esa compleja contemporaneidad.

Alejandro Zaera-Polo: Yo no lo sé. En un determinado momento me interesó mucho la cuestión de si la arquitectura debería ser una sombra de la realidad siguiéndola casi en paralelo. Esa reflexión fue muy importante en un momento en que me parecía que la arquitectura como disciplina había llegado a un punto en el que estaba cerrada y trasnochada, y también pasada de moda. No sé si se puede decir pasada de moda, no es una cuestión de moda sino de relación con la realidad pero me parece que existe un desfase, y que ese desfase puede ser interesante. Cada vez estoy más convencido de que la mejor arquitectura sigue a la realidad pero mantiene una distancia con ella.

Arma de transformación
P. Arroyo: Tú crees que esa distancia, esa visión aséptica de la producción, es positiva, pero yo dudo que la arquitectura sea un arma de transformación... ¿De qué modo insertas tú la arquitectura, en qué tipo de cultura?
Zaera: Yo creo que la arquitectura tiene un poder transformador. Cuando haces una ciudad con unas determinadas características, afectas a la forma en la que las personas se relacionan unas con otras.

P. Arroyo: ¿No crees que eso es un sueño ya muy trasnochado, pensar que hacemos ciudades que pueden transformar el sistema de vida?
Zaera: No completamente. No estoy diciendo que los arquitectos seamos como los grandes artífices de la realidad. Probablemente somos una pieza relativamente menor dentro de todo el engranaje, pero una pieza que es hasta cierto punto importante desde el momento en el que se entiende que la arquitectura es la organización material de una cierta cultura.

P. Arroyo: El problema sigue estando en el viejo tópico sobre el poder, es decir, de qué modo la arquitectura sigue los dictados de toda una serie de entramados económicos previos que la condicionan.
Zaera: Sí, el tema de la capacidad crítica de la arquitectura me interesa mucho hoy, sobre todo porque en los últimos veinte años ha existido el discurso por el que la arquitectura debía ser crítica. Creo que nunca puede ser completamente crítica, porque es también cómplice.

P. Arroyo: Estoy de acuerdo. Es decir, hay una complicidad entre la arquitectura y el medio. Por ejemplo, en el tema que nos une en Rotterdam, la enseñanza... ¿Cómo crees que se debe enseñar hoy día, formar gente con esa capacidad crítica, dentro de una visión estrecha y manipulada de la producción cultural?
Zaera: Creo que hay dos formas de concebir la enseñanza: una, la más tradicional, que es la de comunicar a los alumnos una serie de técnicas, de disciplinas, de formas de hacer, de protocolos de operación que están más o menos verificados ya por la práctica, y que es la forma en la que se nos enseñaba cuando yo estudiaba en Madrid, aunque dentro de estos modelos hay muchos matices.

Discurso e ideología
P. Arroyo: No olvides que estábamos hablando de una formación ideológica.
Zaera: A mí no me gusta nunca decir si hay o no cierta ideología, las cosas no son nunca blancas o negras; la cuestión no es si debe ser pura o ser siempre crítica o ser siempre ideológica o disciplinar, sino en qué proporciones se hace. Tuve la fortuna de educarme en un sitio en el que he aprendido la disciplina y el oficio y después me he ido fuera del país a completar mi formación, allí he aprendido el discurso y la ideología.
P. Arroyo: Estás elaborando una visión positiva y negativa a la vez de la enseñanza en España, de la necesidad de completar las enseñanzas con lo que se da en Europa.
Zaera: Ahora mismo ya no sé muy bien cuál es la enseñanza que se imparte en España y me da la impresión de que no debe estar tan mal porque la gente con la que me encuentro que sale de las escuelas españolas por lo menos tiene una capacidad operativa considerable.

P. Arroyo: Hoy, a medida que la tecnología es más accesible y está más domesticada, la ideología o el sentido crítico se hacen más importantes que el oficio.
Zaera: Eso es lo que yo pensaba cuando me fui de España y poco a poco estoy volviendo a lo contrario, o sea, también porque el pensamiento ideológico está un poco exhausto después de varios años y visto desde la óptica continental europea o desde las escuelas españolas, francesas o alemanas, esa parte ideológica de debate o crítica es probablemente la más débil. En cambio, si te vas a América te das cuenta de que el problema es que la gente está polemizando. La investigación en la arquitectura se ha desplazado desde los años 80; cuando yo estudié allí, era palpable que no se hablaba de ningún tipo de oficio, de técnica, ni de disciplina, todo el mundo hablaba de literatura, de teoría del cine, de tecnología, etc.

P. Arroyo: Creo en lo contrario: la tecnología se presenta con una cara domesticada y lo más necesario es saber en qué dirección emplearla y de qué modo, y tú me estás hablando de la literatura en EE. UU.
Zaera: Es a la parte crítica, ideológica a la que me estoy refiriendo: allí, en los Estados Unidos, existía entonces un discurso muy profundo, político, el discurso del género, el masculino o el femenino, el tema de las reivindicaciones sociales, la ideología de la diferencia, la diferencia étnica como un problema que hay que resolver espacialmente. Se discutía en las escuelas de arquitectura, y me alegro haber estado involucrado, pero a la hora de sentarte a hacer un proyecto no te sirve, porque para ser crítico como arquitecto necesitas ser crítico dentro de una capacidad operativa. ése es el problema, al final la gente te habla de diferencia de género, de raza, de globalización y no sabe establecer ningún tipo de conexión con la organización del espacio o de la materia.

P. Arroyo: Lo que estás planteando es que el arquitecto se integre en un oficio y que éste tiene más peso que la interpretación de lo que los instrumentos te ofrecen. Los arquitectos serían como perritos dóciles que siguen el juego establecido, y no sé hasta qué punto podemos formar de este modo.
Zaera: Por eso decía que a mí la idea de discutir el paradigma crítico o cómo este paradigma ha dominado el discurso arquitectónico en los últimos años me parece muy pertinente en este momento. Creo que hay que plantear otro tipo de paradigma que no tiene que ver tanto con el ejercicio de la crítica como con la integración en un sistema de producción eficaz. No quiero decir con capacidad de replicar el sistema sino haciendo que el sistema produzca, genere nuevas alternativas y esto me parece que no se hace desde la negación. ésta es una de las diferencias entre tu generación y la mía: tu generación estaba más concienciada políticamente. La gente que se ha formado más tarde, mi generación, casi todos somos mucho más maleables. A mí me parece que esa ductilidad es positiva; es lo que te permite de hecho ser capaz de ser productivo dentro del sistema, en lugar de chocar contra él.

La filosofía del surf
P. Arroyo: ¿Interpretas que nosotros pertenecemos a una generación que quiso ser revolucionaria y que vosotros sois reformistas?
Zaera: Si hubiera que hablar de esas dos generaciones, me parece claro que la mía no estuvo formada en ese tipo de posición ideológica y es una generación que, como R. Koolhaas, el primer personaje de tu generación que empieza a estar interesado en otras posturas y el personaje que más influye en mi generación, empieza a decir que Singapur es interesante, y empieza a mirar en las cosas que habían sido siempre vistas negativamente, y utiliza una metáfora que es la de la persona haciendo surf y que me gusta mucho, porque me parece que el secreto no es tanto enfrentarse con la ola sino saber aprovechar su fuerza.

P. Arroyo: La actitud estética de aceptación de lo existente no ha producido cambios, es una cultura de la domesticación fatalista. Seguimos viviendo del mismo modo.
Zaera: Por eso me interesa tanto la cuestión de la técnica. Yo creo que básicamente la diferencia entre ambas actitudes es que los revolucionarios tenían un ideal del mundo exterior, mientras que nosotros operamos en este mundo real y buscamos metas de corto alcance.

P. Arroyo: No me identifico ni con unos ni con otros porque las etapas revolucionarias han pasado. Nosotros éramos optimistas, y no hemos transformado nada las contradicciones, siguen todas en pie. Incluso en este momento las diferen- cias son mayores y el sistema de vida está siendo mejorado por la tecnología. La arquitectura casi no ha incorporado ningún valor nuevo al modo de vivir, ni siquiera a la cultura en general. Hay escasa diferencia entre Roma y nosotros.
Zaera: Yo creo que es verdad que no se puede comparar la aportación de la arquitectura a la vida cotidiana contemporánea con la que producen otras cosas. Lo decía Cedric Price: la música o el cine hacen mucho más por la realidad que la arquitectura en este momento. Sin embargo, la arquitectura en determinados ámbitos está empezando a ser un bien codiciado, que está transformando la forma de vivir de determinados grupos de población.

P. Arroyo: La ciudad antigua está muerta; la actual sólo puede seguir viviendo gracias a la enorme densidad de medios electrónicos.
Zaera: Es verdad que los sistemas de ocupación del espacio evolucionan mucho más deprisa de lo que podemos implementar porque la distancia entre esta evolución y el tiempo que tardamos en reconstruir la ciudad es muy grande, pero a lo mejor también hay que pensar que la ciudad es una especie de sombra del proceso de evolución cultural y social, no exactamente una sombra sino una nueva naturaleza.

P. Arroyo: En estos momentos las ciudades se han convertido en extensiones que serían absolutamente incontrolables (como Los ángeles, como ejemplo) sin usar los medios de comunicación actuales, que han venido a salvar un modelo de ciudad.
Zaera: Yo creo que la ciudad no se moriría, sino que simplemente la gente viviría de forma distinta. Creo que al final la arquitectura y el urbanismo tienen una condición que no es tanto una especie de espejo o de sombra de la realidad sino que es una condición que se va acumulando, una especie de construcción geológica que conforma el medio y que reacciona de forma distinta a las formas de vida y a los tipos de tecnología que van evolucionando.

P. Arroyo: Sigues un papel reformista, pero yo no he tirado la toalla sobre la posibilidad de nuevos tipos de ciudad. El problema es que la ciudad también produce un síndrome de Estocolmo. La gente ama lo feo porque es familiar, ama donde ha vivido porque allí mantiene una serie de referencias psicológicas que le dan estabilidad, lo que no quiere decir que sea siempre la mejor fórmula ni el mejor lugar. La tecnología está proporcionando dentro del desequilibrio un cierto equilibrio.
Zaera: Si por ejemplo no tuviéramos móviles, o no tuviéramos e-mail , seguiríamos viviendo en las ciudades y viviríamos de forma distinta, lo que es interesante.

Testigos impotentes
P. Arroyo: Pero eso que dices no me sirve... Somos testigos impotentes de los sistemas de ocupación y de colonización con presiones ajenas a la propia arquitectura y que el arquitecto se encargar de traducir o de domesticar. El arquitecto es un colaborador de fuerzas ajenas. La producción cultural está en entredicho.
Zaera: Pero también es capaz de explicar determinados fenómenos al ciudadano, es un agente de cristalización de esos fenómenos. Ahí es donde me parece importante la reflexión disciplinar, sobre las técnicas, sobre el oficio y no me parece que las técnicas sean campos en los que se deba huir de la crítica. ésta debe producirse sobre un conjunto de operaciones que tienen una intención o producen un efecto. Simplemente, ésa es la diferencia entre un principiante y un maestro: el principiante aprende las técnicas de forma más mimética y a medida que las va ejercitando empieza a desarrollar reflejos automáticos. Hay un texto que me gusta mucho de Sanford Kwinter en el que habla de Chuck Yeager, un legendario piloto americano que sentía cómo el avión se había convertido en una parte más de su cuerpo.

El photoshop del conocimiento
P. Arroyo: La técnica ha dejado de ser algo misterioso. Somos "combinadores" o ensambladores de la realidad más que manipuladores, ¿no te parece?
Zaera: Es verdad pero me da la impresión, quizá por mi propia experiencia docente en la AA, donde estuve ocho años e hice una unidad pedagógica para desarrollar procesos rigurosos pero cerrados. Pensábamos que no se puede entender la realidad, lo que se entiende son pequeños fragmentos de ella y si eres capaz de concentrarte en esos pequeños fragmentos vas viendo cómo descubrían los maestros góticos toda esa idea del misterio; en América en estos momentos a los alumnos se les enseña más a ser editores. Yo creo que esta forma de enseñar la arquitectura es un poco como en el photoshop superficial de la transmisión del conocimiento.

P. Arroyo: La gran batalla en la enseñanza estaría o en educar en el distanciamiento y la perspectiva para conocer las direcciones posibles o, por el contrario, concentrarse como investigadores de pequeñas áreas que van a producir aspectos positivos pero inmersos en una marea que tampoco pueden controlar con facilidad. A los arquitectos hoy día se les esta pidiendo que produzcan un tipo de manifestaciones formales ajenas a ninguna explicación elemental o sincera. Me pregunto si estamos asistiendo a una agonía de una parte de la arquitectura, que tendrá que dividirse entre esta serie de producciones formales aptas para las inauguraciones políticas y lo que realmente es una arquitectura insertada en la realidad social y técnica contemporáneas.
Zaera: Esa división ya se produce hoy en los Estados Unidos: o eres parte de la máquina de producir edificios y carreteras, que es una máquina aburrida y reproductiva y absurda, o eres una estrella; entonces tienes algún poder determinado encargándote que hagas un museo y permitiéndote que hagas lo que te da la gana. ése es el gran problema de la arquitectura de hoy. Quizá en España ya se empieza a percibir en muchos niveles, pero todavía no se ha manifestado al mismo nivel que en América. Allí te seguro que no hay forma de hacer arquitectura, o sea, la arquitectura no existe.

Alejandro Zaera-Polo
Alejandro Zaera-Polo (Madrid, 1963) y Farshid Moussavi (Teherán, 1965) son los miembros fundadores de Foreign Office Architects (FOA), uno de los equipos más solventes de la escena internacional. A pesar de su juventud, ya han realizado proyectos de gran envergadura, como la Terminal Marítima del puerto de Yokohama en Japón, que les otorgó gran prestigio internacional. En este proyecto se percibe claramente la voluntad de combinar arquitectura y entorno natural, la fusión del concepto de jardín y el del puerto. Convocado el concurso en 1995 la terminal se inauguró en el verano de 2002. La arquitectura de FOA se caracteriza por la frecuente utilización de elementos estructurales en los que se vierten nociones de muros y paisaje, diálogos que devienen reinvenciones de las ideas tradicionales de interior y exterior. FOA formara parte del "design team" que realizará el anillo olímpico de Londres para los Juegos Olímpicos de 2012, cita a la que también opta la ciudad de Madrid. La semana pasada les fue adjudicado el concurso de la BBC para la realización de un gran complejo de oficinas y estudios de grabación en White City, al noreste de Londres. Foreign Office ha realizado diversos proyectos en España como la comisaría de Villajoyosa, entre Alicante y Benidorm, en la que la estructura es directamente proporcional al entramado urbanístico en el que se inserta; un auditorio en Torrevieja y un parque empresarial en la Zona Franca de Barcelona.