El ojo cortante de Hannah Hüch
Grotesk, 1963. Fotomontaje
No es sólo un intento de recuperación de otro marginado en la historia oficial del arte. (La historia, por otra parte, muchas veces deja fuera lo que sin ninguna duda debe quedar fuera). Es una exposición importante sobre una artista que hizo una gran aportación al arte de entreguerras, que formó parte de un grupo privilegiado de creadores y que tiene hoy una vigencia enorme: como predecesora de una forma de confección de imágenes de la que las tecnologías digitales se han nutrido; como mujer que defendió su lugar en el mundo masculino de las vanguardias y que ironizó sobre los tópicos femeninos; y como practicante en sus primeras décadas de un arte político que era a la vez un arte absolutamente moderno.Hannah Hüch (Gotha, Alemania, 1889 - Berlín, 1978) y su entonces pareja Raoul Hausmann, de un lado, y George Grosz y John Haeartfield, de otro, se disputaron la invención del fotomontaje (en realidad practicado aisladamente en años anteriores con otros propósitos), forma de expresión predilecta del dadaísmo berlinés que ella continuaría desarrollando durante toda su vida. En 1918 su compañero había participado en la fundación del Club Dadá de Berlín, del que ella nunca formó parte oficialmente pero en cuyas actividades y exposiciones colaboró a menudo. Era una época turbulenta en lo político y en lo social que encontró en la fragmentación, la hibridación y el desorden del fotomontaje un medio de perfectamente adecuado. Al año siguiente, Hüch se incorpora al más heterogéneo y más internacional Grupo Noviembre, animada por el que sería uno de sus más fieles amigos y admiradores, Kurt Schwitters, en algunos de cuyos Merzbau intervino y con quien planeó un cabaret vanguardista que no llegó a ninguna parte (los diseños pueden verse aquí). Tras el fin de la relación con Hausmann en 1922 inicia una serie de viajes que terminan con una estancia de tres años en La Haya con la escritora Til Brugman, a la que estuvo unida casi una década. Entonces comienza a caer en el olvido. Permaneció en Alemania mientras el resto de los dadaístas partían al exilio ante la persecución nazi; en esa época ocupó una pequeña casa en el campo cerca de Berlín en la que viviría en adelante sola, manteniéndose gracias a su huerto y su jardín, sin que casi nadie se acordara de ella hasta que en los años sesenta la nueva valoración de Dadá hizo que empezara a reconquistar el aprecio que merecía.
Esta exposición comisariada por Juan Vicente Aliaga (que nos brindó una espléndida muestra de otra genial solitaria, Claude Cahun) es la más amplia retrospectiva organizada hasta la fecha de la artista, con cerca de la mitad de su producción total, y, sobre todo, la primera que cubre todas sus facetas creativas. Las obras, unas 150, proceden de las tres mayores colecciones de la artista -la Berlinische Galerie, el Institut för Auslandsbeziehungen (las treinta y dos obras que constituyeron la exposición de 1990 en el Goethe Institut de Madrid) y el Museo Germánico de Núremberg- y de museos y colecciones particulares internacionales. La gran sorpresa para los que ya conocen sus collages fotográficos serán sus pinturas y acuarelas, mucho menos difundidas. Como pintora, Hüch es irregular y estilísticamente tornadiza, pero la intensidad emocional y el talento gráfico que nunca la abandonaron forjaron algunas excelentes obras, en principio muy dependientes de la estética del collage pero más tarde desvinculadas de ella. En cuanto a su evolución en el fotomontaje, las primeras obras maquinistas y políticas y los duros recortes de los años veinte dieron paso en los treinta a otras magníficas, más oníricas, en las que muestra un mayor interés en las texturas visuales, independizando forma recortada de forma fotografiada; en 1947 hace los primeros fotomontajes con fotografías en color y experimenta a partir de entonces en una nueva veta, la del fotomontaje abstracto, con felices resultados. Esta vena abstracta, subraya el comisario, atraviesa toda su trayectoria en paralelo al interés por la figura, ya desde el primer collage que abre la exposición, Nube blanca (1916), y se refuerza con frecuentes contactos con artistas como Arp y Van Doesburg. La última serie, a partir de los sesenta, que ataca la frivolidad de la imagen de la mujer en las revistas, es bastante más floja, pero no puede oscurecer el brillo del ojo de filo cortante de Hannah Hüch.