Seis personajes en busca de autor (1921) representa tal vez el nacimiento de la intertextualidad, de la metateatralidad, de la esencialidad de la palabra; su representación es re-presentación. Sobre el teatro, sobre nuestra existencia, real o falsa, discurre esta historia de seis personajes que aparecen ante un director de escena y sus actores para revivir su tragedia sobre las tablas, auténticos personajes que evitarían la ficción teatral. La obra, bellísima en su lenguaje y en su reflexión, consagró a Pirandello como el gran autor teatral que era ya desde sus inicios. Joan Ollé ha creado un espectáculo visualmente bello, con momentos mágicos, en especial en su inicio y en sus escenas finales, en algunas apariciones y desapariciones de los personajes; ha sabido aprovechar estéticamente la espectacularidad de movimientos escénicos que permite la sala Fabià Puigserver y ha creado, así mismo, una armoniosa coreografía actoral. Pero, situado el espectador a ambos lados del larguísimo escenario central, apenas puede abarcar cuanto sucede y le resulta difícil concentrar su atención, tiende a distanciarse. A ello contribuye cierta frialdad en la interpretación y alguna disarmonía en su conjunto. Mercé Lleixà está soberbia en el mantenimiento del gesto del personaje de la madre. Perfecto el apuntador/pirandello de Josep Maria Domènech. Demuestran siempre su calidad actoral Marta Calvó y Enric Majó. Pero no nos atrae el histrionismo de Marta Marco en la hijastra, ni nos convence la fría corrección de Lluís Marco en el padre; y Xavier Albertí caricaturiza su personaje.