Image: A través del universo Azteca

Image: A través del universo Azteca

Arte

A través del universo Azteca

El Imperio Azteca

24 marzo, 2005 01:00

Olla Efigie Tezcatlipoca, Cholollan, h. 1500. Fundación Televisa, México

Comisario: Felipe Solis. Museo Guggenheim Bilbao. Abandoibarra, 2. Bilbao. Hasta el 18 de septiembre

Son casi 600 piezas, tesoros del Imperio Azteca que, la mayoría por primera vez, llegan a España, al Museo Guggenheim de Bilbao. Una gran exposición, patrocinada por BBVA e Iberdrola, que pretende acercar sin tópicos la grandeza de una sociedad a la que puso fin la conquista europea. Maite Garbayo, una de las pocas especialistas en cultura azteca en nuestro país, pasea hoy por la muestra.

Pasado y modernidad se funden en la recreación de un universo artístico-mitológico sublime que nos presenta la historia, la ideología y el modo de vida de un pueblo que en tan sólo dos siglos de existencia logró forjar un imperio sin parangón en todo el continente americano. Las paredes del Guggenheim se han desnudado para contener en su interior enormes estructuras de cristal que a su vez albergan las obras, mostrándolas en todo su esplendor y protegiéndolas del espectador. Una obra de arte dentro de otra. El espacio deja de ser unitario alterando el sentido del recorrido para dar al visitante la posibilidad de descubrir por sí mismo la situación de las piezas que parecen ocultarse tras la opacidad del cristal para luego reaparecer.

Al transitarlo se impone una pregunta, ¿cómo un número de hombres tan reducido logró someter y destruir una civilización de esa magnitud? Cuentan que para desgracia de los aztecas, Moctezuma Xocoyotzin, su último rey, era un erudito de la religión y la historia de Mesoamérica. Cuando fue avisado de la llegada de los españoles a las costas del Atlántico, basándose en un mito ancestral creyó que se trataba del Dios Quetzalcóatl que regresaba de su exilio, por lo que agasajó a Cortés y a su séquito con innumerables obsequios y los recibió en su palacio con todos los honores. En 1521 los españoles finalizaron la conquista de México, apoyados por algunos de los pueblos que tanto tiempo habían estado bajo el yugo azteca.

Pueblo guerrero por excelencia, los aztecas llevaron a cabo un ciclo de campañas militares que les llevarían a dominar diversas regiones sometiendo a sus pobladores al pago de tributos que iban a parar a las arcas de Tenochtitlan, capital del imperio que en su época final llegó a tener 200.000 habitantes. Además de intereses políticos y económicos, sus conquistas se fundamentaban en una compleja cosmovisión cuya estabilidad requería alimentar a los dioses con sangre humana. Por ello sus campañas servían para capturar enemigos que eran sacrificados para ofrendar su sangre a las principales divinidades.

Los pueblos dominados y también los que precedieron en el tiempo al Imperio Azteca están presentes por primera vez en una muestra en la que destacan las obras del Imperio Tarasco, el único que fue capaz de frenar las ansias expansionistas aztecas, convirtiéndose en su enemigo más poderoso. Su imperio se extendió hacia el noroeste de México y junto con los mixtecos de Oaxaca, son considerados los mejores orfebres de Mesoamérica. Las obras en oro que sobrevivieron a la avaricia española demuestran el magistral dominio técnico que ambos pueblos alcanzaron en su trabajo. Los mesoamericanos consideraban el oro una excrecencia del Dios Sol, que a modo de sudoración divina caía a la tierra y por ello su uso era exclusivo de los gobernantes, como mediadores entre lo humano y lo divino. Reyes y nobles se distinguían del común de la población por sus exquisitos ornamentos en piedra y metales preciosos en una sociedad fuertemente jerarquizada en la que tan sólo comerciantes y artistas aspiraban a alcanzar cierto estatus social.

El artista azteca era el encargado de materializar plásticamente una cosmovisión que impregnaba todos los ámbitos de la vida cotidiana de un pueblo que no escindió lo sagrado de lo profano. La obra de arte navega así entre su apego a la naturaleza mediante representaciones realistas de animales, plantas y seres humanos y su función como transmisora del orden establecido a través de la representación de lo divino, donde en ocasiones abandona su fidelidad al modelo sumergiéndose en un estilo que abstrae las formas en pos del contenido. La obra deja de ser una representación para convertirse en la divinidad misma, presidiendo rituales y recibiendo la sangre del sacrificio como ofrenda. De entre todas las artes, la escultura destaca especialmente por la maestría que alcanzaron tanto en la talla de la piedra como en el modelado de la cerámica. De tamaño reducido, monumental o a modo de relieve, esta manifestación constituye sin duda el grueso de la exposición.

Una muestra que nos introduce en la percepción de un arte ajeno a occidente, que se expresa por medio de parámetros estilísticos diversos y contiene conceptos extraños a nuestra tradición cultural. Sin duda una oportunidad única para disfrutar de casi seiscientas obras del arte de la época azteca, muchas de las cuales podemos ver por primera vez fuera de México.

Mayte GARBAYO MAEZTU