Arte

Rembrandt o las apariciones

La luz de la sombra

8 diciembre, 2005 01:00

Rembrandt con la mirada extraviada, 1630. Aguafuerte y buril, 50 x 43. Biblioteca national de Francia

Comisarias: Gisèle Lambert y Elena Santiago Páez. La Pedrera. Pº de gracia, 92. Barcelona. Hasta el 26 de febrero

Rembrandt -como el caso de Durero o Goya- marca una inflexión en la Historia del grabado. Todos ellos dignificaron y elevaron esta técnica a un registro de "arte noble" y con ella consiguieron expresar universos que con otros procedimientos hubiera sido imposible formular. Para Durero, Rembrandt o Goya la práctica del grabado no fue una actividad secundaria o preparatoria para la realización de su pintura. Al contrario, experimentaron, investigaron y participaron intensamente en el proceso de estampación, conscientes de que este medio enriquecía, ampliaba y complementaba su propia expresión y abría nuevas posibilidades. La presente exposición exhibe un centenar de grabados seleccionados de entre los casi trescientos que realizó Rembrandt van Rijn (Leiden, 1606-Amsterdam, 1669) a lo largo de su vida. Se trata, por lo tanto, de una panorámica muy significativa del Rembrandt grabador que aborda la diversidad de temas y técnicas que utilizó.

Pero, ¿qué aporta el grabado a la pintura de Rembrandt? Siempre se ha hablado de este artista como un "caso aparte", por su posición poco convencional dentro del entorno cultural holandés y, en general, entre las corrientes del barroco europeo, del que sin embargo es una de sus cumbres. Se le ha calificado como uno de los pintores que mejor manejaba los efectos de claroscuro; se ha dicho que con este juego antinatural y misterioso expresaba una idea de espiritualidad… Pero en él siempre hay algo que se nos escapa, algo irreductible… Acaso un rodeo por sus grabados nos aproxime fragmentariamente a este misterio que es Rembrandt.

Una de sus estampas más difundidas es la titulada Un erudito en su estudio o el doctor Fausto. En ella se observa a un estudioso rodeado de documentos e instrumentos científicos sorprendido por una forma luminosa. Esta imagen ha dado pie a muy diferentes interpretaciones, pero al margen de ellas lo que evidencia el grabado es la idea del sabio confrontado a una aparición de carácter sobrenatural. Acaso podamos interpretar esta figura como una suerte de autorretrato del propio Rembrandt como pintor visionario: es el artista que -como el alquimista- asiste a acontecimientos excepcionales. Más aún, es el propio Rembrandt el creador de estas apariciones, de esta visión sobrenatural.

Uno de los atractivos de esta exposición es la de presentar -en algunos casos- el proceso de creación del grabado a través de las pruebas que el artista iba realizando. Se pueden contemplar y comparar las variaciones que Rembrandt introducía en los diferentes estados. Así observadas las diferentes pruebas, como si de una secuencia se tratara, se diría que Rembrandt ilumina con luz la oscuridad. En efecto, algunas de las primeras estampas están absorbidas por la negrura y sólo aquí y allá van emergiendo formas -a medida que avanza el proceso de estampación- bajo la espesa capa de sombras. Son figuras difuminadas, que se descubren con la luz, pero que al mismo tiempo se diluyen o se esconden en la penumbra. Se trata de presencias sin corporeidad, que vibran como luciérnagas en una atmósfera de negra espesura. Estas figuras poseen una dimensión fantasmagórica, semejan apariciones. De ahí que, aunque no se sepa exactamente de lo que se está hablando, el arte de Rembrandt haya sido calificado de espiritual y místico. En todo caso, la luz, con todas sus connotaciones de fuerza moral sobre las tinieblas y la ignorancia, se expresa como epifanía de la imagen.

Pero el grabado nos ofrece otras mil facetas de Rembrandt. Al lado de este carácter visionario, existe una dimensión absolutamente terrenal y humana en el artista. Es el Rembrandt de los paisajes, de los autorretratos con poses y disfraces extravagantes, de las imágenes grotescas, de los desnudos… El grabado posibilita una frescura y una inmediatez que escapa al óleo, al gran formato, al encargo. Son las estampas -más que sus pinturas- las que nos hacen sentir a Rembrandt como un artista moderno capaz de sintonizar con la sensibilidad contemporánea. Y, sin embargo, este otro Rembrandt terrenal no está alejado de aquella imagen de pintor visionario o alquimista que mencionaba. Se trata del reverso de una misma moneda. Rembrandt observó el mundo como nadie había hecho hasta entonces; su visión del paisaje, sus retratos son el resultado de una imaginación que recrea -y acaso santifica- el espectáculo de la vida. Son visiones, mejor "apariciones", como aquellas imágenes que emergían de las penumbras… El mirar de Rembrandt es un ejercicio de imaginación, es un ver el mundo con los ojos del espíritu.