Arte

Gego, la vida de las líneas

Desafiando estructuras

23 noviembre, 2006 01:00

Vista del montaje con las piezas de las serie troncos y esferas. Foto: Tony Coll

Comisarios: Manuel J. Borja-Villel y Bartomeu Marí. MACBA. Plaza dels Àngels, 1. Barcelona. Hasta el 18 de febrero

Esta exposición es pura poesía. Y como sucede con la poesía, hay algo que elude toda definición, que se escurre y no se alcanza a explicar. Cuando se habla de Gego se alude al "dibujo en el aire", a "las transparencias", aspectos, sin duda, implícitos en su obra, pero que no acaban de esclarecer sus formas y estructuras sorpresivas, tan frágiles y sutiles. Gego es una artista a contracorriente porque recupera una palabra que ha desaparecido por completo del contexto del arte contemporáneo: la poesía. Acaso, aquí resida su capacidad transgresora.

El nombre completo de Gego era Gertrud Goldschmidt (1912-1994). De origen alemán, procedente de una acomodada familia y formada como arquitecto en Stuttgart, arribó en Venezuela en 1939 como consecuencia de la diáspora judía por el nazismo. Gego acabó por integrarse en el contexto artístico de América Latina y hoy es sin duda una de sus figuras de referencia.

La exposición, a modo de antología, es un recorrido por la obra de la artista entre 1958 y 1988. El núcleo de este itinerario son las piezas denominadas Reticuláreas, realizadas a partir de 1969, y Chorros, de la década de los setenta, es decir, lo que constituye su trabajo más difundido y espectacular. Pero la muestra también presta atención al antes y al después, esto es, a aquellas piezas que de algún modo preparan y son el origen, además de derivaciones posteriores, de las mencionadas series.

El punto de partida de Gego es la constelación del op art y el arte cinético, con todas sus referencias implícitas al constructivsimo, la Bauhaus, el movimiento De Stijl, que están en la base de estas tendencias. Esto se traduce en una preocupación por la sensación visual de movimiento y, entre otros aspectos, la utilización de estructuras periódicas o sistemas seriales para provocar estas ilusiones ópticas… En este sentido, siempre se hace referencia al uso de procedimientos matemáticos o pseudo científicos para provocar el "truco perceptivo", la ilusión óptica. No hace falta recordar que, hacia finales de los cincuenta y los sesenta, el op art y el arte cinético tuvieron una especial fortuna en Suramérica y especialmente en Venezuela de donde proceden, entre otros, Carlos Cruz-Díez y Jesús Rafael Soto.

En principio, Gego trabaja con retículas de líneas paralelas y superposiciones. Sin embargo, en sus esculturas y papeles se expresa una sensibilidad muy diferente. En ella persiste un procedimiento artesanal, por decirlo de alguna manera; hay una dimensión humana que la distingue de los procedimientos fríos y racionalistas de otros artistas. En las retículas de Gego -en particular, en los dibujos- las líneas, realizadas manualmente, son irregulares, se quiebran, no consiguen someterse a una disciplina. Se ha dicho que el trabajo de esta artista se opone a los modelos matemáticos y científicos. Yo diría más bien que hay una ambigöedad, una contradicción entre razón y sensibilidad. En este espacio ambiguo, en esa tierra de nadie, Gego desarrolla todo su lirismo.

La evolución no es lineal, pero uno diría que sus famosas Reticuláreas se han despegado literalmente de sus dibujos. De la misma manera que el punto de partida de Calder -como él mismo explica- es un desdoblamiento en tres dimensiones de la pintura de Mondrian, Gego traslada sus delicados dibujos de redes al espacio como si de un móvil se tratara. Una malla realizada con alambres -trabajados también de una manera artesanal- se suspende en el aire, en medio de la sala. Este dibujo hecho en el aire, casi insignificante -y acaso por esta razón- posee una particular intensidad poética. A partir de aquí ella reelaborará y profundizará en la misma idea transformando esa red en columnas, complicando las tramas reticulares, planteándose la relación con el espectador… pero lo fundamental ya esta dicho.

Sin embargo, existe otra serie de obras que se puede confrontar a la anterior: son los Chorros. El título alude a la caída del agua, porque estas piezas son como cascadas irregulares de varillas colgadas del techo que no poseen estructura alguna. Cuando se presentan las Reticuláreas y los Chorros juntos, exhibidos frente a frente, acaso debamos buscar una relación simbólica entre ambas series, entre la existencia y la ausencia de estructura. El carácter amorfo de los Chorros induce a pensar en una "falta": en una organización o forma cansada, desinflada o des-animada. Un observador dijo de Mondrian que sus cuadros eran como la respiración; nosotros podríamos ver en estos alambres suspendidos en el aire formas vivas, que respiran y expiran.

La exposición posee un desenlace: la serie denominada Dibujo sin papel. Antes comentaba que la línea se despegaba del papel para adquirir volumen y vida propia. Pues bien, la parte final de la exposición sigue el proceso inverso: esa línea que se había liberado retorna el plano. Aunque este retorno se hace teniendo en cuenta todo el proceso seguido hasta entonces. No se trata de la línea de un lápiz sobre un papel sino de un alambre que se sobrepone al plano de la pared. Algunas de estas piezas, las más limpias, las que consistían en un simple cuadrado o círculo, son realmente emocionantes. En todo caso, el punto final coincide con el de partida.