Ensayo

Medianoche en la Historia

Reyes Mate

23 noviembre, 2006 01:00

Trotta. Madrid, 2006. 338 páginas, 20 euros

A mediados de julio de 1940 Walter Benjamin consiguió coger "el último tren" que salió de la ciudad en dirección al Midi. Pasó dos meses en Lourdes, a la espera de un visado que debía llegarle de los Estados Unidos gracias a Adorno y Horkheimer. Pudo recogerlo en Marsella y en compañía de un pequeño grupo de fugitivos como él se dispuso a cruzar España camino de Lisboa. Pero en Port-Bou la policía española les impidió seguir adelante. Ante la perspectiva de ser entregado a la Gestapo, abandonó voluntariamente la vida el día 26. Su mayor empeño en aquellos días se centró en salvar el manuscrito, valorado por él mismo como "más importante" que su propia persona. Se trataba de una de sus obras centrales, las tesis Sobre el concepto de historia, un genuino testamento llamado a ejercer gran influencia no sólo sobre Adorno y Horkheimer, a quienes Hanna Arendt envió una copia que Benjamin le hizo llegar, sino sobre una notable lista de pensadores posteriores.

Publicadas por Adorno y Horkheimer en 1948, las Tesis fueron traducidas al español primero por M.A. Murena (Sur, 1967) y algo después por Jesús Aguirre (Taurus, 1975). Reyes Mate ofrece ahora una nueva -y definitiva- versión del gran texto benjaminiano, acompañado de unos extensos comentarios de las tesis y de una valiosa introducción que componen una monografía de hondo calado sobre la naturaleza y consecuencias de la filosofía benjaminiana de la historia. De un pensador que optó, en años de extrema oscuridad, por "organizar el pesimismo" y repensar, adelantándose a muchos otros, nociones tan centrales como la de "progreso" y oponer a la historia de meros hechos, la memoria de los perdedores, de las víctimas, de los que quedaron fuera de la marcha triunfal de la historia. Una memoria capaz de hacer justicia.

Como subraya Reyes Mate, Benjamin se erigió, de cara al rescate del sufrimiento olvidado, en un trapero "capaz de hurgar entre los desechos de la Historia". Como tal se negó aceptar que el triunfador "es portador de más humanidad porque el triunfo supone un grado mayor de desarrollo civilizatorio en lo tocante a instrumentos para la lucha o en inteligencia bélica. Denunció la complicidad entre progreso y barbarie, consciente de que los escombros, las ruinas y los cadáveres son los costos humanos y sociales del progreso. Como denuncia también la tan extendida como falaz doctrina de que el sufrimiento de tantos hombres olvidados ha sido -y es- mero efecto colateral o precio del progreso, "un precio pasajero y excepcional para un bien mayor", identificado unas veces con la cultura, otras con la religión, otras con la nación, otras con el superior desarrollo de la propia especie humana y de sus capacidades. Sin que con ello optara nunca Benjamin por el antiprogresismo convencional. Más allá de ciertas apariencias, su ataque apuntó, en efecto, a la confusión entre progreso y humanidad en la que ha sido el cumplimiento efectivo del programa ilustrado moderno. O una de las caras de su cumplimiento. Una cosa es, en efecto, convertir el progreso en meta de la humanidad y otra muy distinta convertir la propia humanidad en meta del progreso. Benjamin sigue, como puede verse, de actualidad.