Arte

Ramón Casas, el pintor y sus modelos

El encanto de la mujer

27 septiembre, 2007 02:00

Madelaine, 1892

Comisario: Josep de C. Laplana. Teatro del Liceo. Rambla, 51-59. Barcelona. Hasta el 21 de octubre.

Extraña exposición ésta de Ramón Casas (Barcelona, 1866-1932), titulada significativamente El encanto de la mujer. Sorprende que, con este título, el comisario de la muestra sea el padre Josep C. Laplana, monje benedictino -aunque también director del Museo de Montserrat y uno de los especialistas más notables, junto con Francesc Fontbona, que también escribe en el catálogo, de la pintura del paso de siglo-. Extraña, además, porque hoy en día, desde ciertos sectores de la práctica artística, se está cuestionando la noción de género y una rúbrica como El encanto de la mujer no puede sino dejar atónito y perplejo. Y extraña también por el contexto que rodea los cuadros: por las connotaciones y los valores culturales que representa el Teatro del Liceo. Acaso, consciente o inconscientemente, El encanto de la mujer sea una especie de provocación, una bofetada a lo políticamente correcto.

La exposición, patrocinada por la Fundación Santander, consiste en los doce plafones que pintó Casas para el Círculo del Liceo entre 1901 y 1902 y que tienen como protagonistas la música y la mujer. Complementa la serie un dibujo y un óleo, La Sargantain, que forman parte también de la colección del Círculo. Las piezas son conocidas y ya han sido exhibidas, incluso en Madrid, aunque también es cierto que, al pertenecer a un club privado -autónomo al propio teatro, pero alojado en el mismo edificio-, son de difícil acceso al gran público. A las obras mencionadas se ha añadido una serie de pinturas de diferentes épocas, pero todas de iconografía femenina, que provienen del Museo de Montserrat.

Con variados registros, desde los tipos populares, pasando por la bohemia agridulce, hasta las monjitas con boquitas de carmín o la alta sociedad, la mujer en Casas es la estilización, lo decorativo... Fontbona explica cómo, al margen de su trabajo como retratista, las mujeres de Casas se asemejan. Y esto es así porque este artista fue uno de los que más contribuyó a crear -en sintonía con la Belle époque- la imagen del deseo de toda una época en España.

El catálogo pone en relieve singulares relaciones del artista con sus modelos. No es un asunto secundario, sino al contrario, aquí se expresa uno de los puntos claves de este tipo de pintura. Si Picasso consagra series al tema del pintor y la modelo es porque entre ambos existe una tensión erótica que, directa o indirectamente, se plasma en el lienzo. Este tema revela el erotismo implícito en la pintura: la fascinación por la modelo se confunde con la pintura.

La exposición se exhibe en el salón de los espejos del Liceo, principal foyer o sala de descanso, que se ha acondicionado para albergarla. Como su nombre indica, el salón de los espejos es un ámbito de gran suntuosidad y forrado de espejos, réplica del espectáculo que se desarrolla en el escenario. En esta ocasión, excepcionalmente, una cortina neutra recubre y ciega la sala para poder colgar las obras. Y, sin embargo, de alguna manera, esas mujeres de Casas poseen el mismo sentido que los espejos. Representan los mismos brillos, la misma suntuosidad, el mismo ornamento, el mismo lujo. Lo uno y lo otro se expresan como el verso y el reverso de una misma moneda, con la convicción de que, en este tipo de arte, lo importante no es sólo lo que se observa, sino lo que se oculta.