Tatiana Trouvé
Hamburger Kunstverein. Hamburgo, Alemania. Del 28 de marzo al 21 de junio. www.kunstverein.de
15 abril, 2009 02:00Vista de la instalación en la Hamburger Kunstverein
No ha hecho tanto ruido como otros artistas franceses de su generación pero Tatiana Trouvé es de lo más interesante del arte que hoy se hace en Francia.
Cuando presenciamos estos trabajos pensamos en esos momentos de incertidumbre que rodean a todo artista en el momento no solo de crear sino también de esperar para comprobar la viabilidad de las cosas. Cuenta Trouvé que llegó a París (nació en Italia pero vivió en Senegal antes de llegar a Francia) sin nada, dispuesta a convertirse en artista, fue consciente de que tendría que aceptar trabajos que nada tuvieran que ver con el arte para poder costearse la vida en París. En esos años mandaba solicitudes para becas y todo tipo de ayudas y se sentaba a esperar. La idea de la espera es fundamental en el trabajo de Trouvé y es el germen conceptual de esta Oficina, que se va llenando de impresos y solicitudes, muchos de ellos denegados. Dice la artista que pasamos 30 o 40 por ciento de nuestro tiempo esperando pero que esa espera no es necesariamente tiempo perdido sino que puede convertirse en algo muy útil. Así, la Oficina ha de entenderse como un espacio mental que se va llenando de tiempo y es éste el que da forma a los módulos que la componen. Porque todo módulo está regulado por el tiempo y la memoria. El llamado "Módulo de la Reminiscencia", por ejemplo, ocupa un lugar central dentro de la Oficina y el resto de módulos se disponen en torno a él. Su exterior está cubierto de espejo sobre el que se refleja el resto de componentes del complejo.
La Oficina de Actividades Implícitas es la extensión visual de las ideas y pensamientos de la artista, que dice que su principal fuente a la hora de crear ha sido siempre la literatura. En una conversación con Hans Ulrich Obrist, la artista subraya el importantísimo papel que ha ejercido la literatura de George Perec en su trabajo, algo que no debe sorprender a nadie. No en vano, la sucesión de espacios laberínticos como reflejo de ser es una de las metáforas más antiguas de los complejos entresijos de la mente humana.