Treehouse Kit, 2005
Guy Ben-Ner (Ramat Gan, Israel, 1969) no es un artista prolífico, por lo que los siete vídeos -en algún caso vídeoinstalaciones- que presenta el Centro de Arte Dos de Mayo constituyen una suficiente representación de su trabajo de la pasada década. Ben-Ner ha expuesto en algunos importantes centros de arte en Montreal, Boston, Melbourne o Ciudad de México -esta exposición viene, con modificaciones, del Museo de Arte Carrillo Gil y está comisariada por su directora- pero es sobre todo conocido por haber ocupado el pabellón de Israel en la Bienal de Venecia de 2005. El rasgo más notable de su obra es que se desarrolla, casi por completo, en su propia casa y con sus hijos. Son a menudo vídeos "mudos", basados en ficciones literarias o cinematográficas, con argumentos relacionados con la supervivencia, la educación, la relación primaria con los objetos y las pulsiones sexuales. El mito del buen salvaje y de la domesticación humana sobrevuela toda su producción, que refleja al tiempo sus avatares personales como padre y, después, hombre divorciado. Robinson Crusoe, Moby Dick, el niño salvaje de Aveyron, Buster Keaton, el teatro del absurdo y la primera
performance son sus "faros". Aunque la simplicidad de sus filmaciones caseras, la constante autorreferencialidad y la insistencia en los mismos asuntos pueden llegar a ser cargantes, no se le puede negar la coherencia argumental y estilística, y se ha de valorar el esfuerzo para enriquecer sus técnicas narrativas.
Hace un par de años aparecieron por vez primera otros personajes: en
Second Nature (2008) el equipo de rodaje y los adiestradores del cuervo y la zorra de la fábula; en
If Only It Was as Easy el director del Mass MoCA. Ben-Ner tiene habilidad para conseguir patrocinio institucional para sus obras, una circunstancia que pasa a formar parte del argumento de
Drop the Monkey (2009), encargada por la bienal neoyorquina "Performa". éste es el vídeo más interesante como experimento fílmico pues representa una conversación entre dos amigos -ambos encarnados por el artista- en Tel Aviv y Berlín. Aquí se suma el referente del teatro clásico: hablan en verso, aunque a través del móvil, y la "representación" se cierra con el "cómico" mirando a cámara y explicando la "moraleja" de la obra. Que se filmó en una sola película, sin edición, volando 25 veces entre ambas ciudades para darse la réplica sucesivamente como uno y otro personaje. Tiene, como toda su producción, algo de disparatado y de chirriante, pero al igual que
Stealing Beauty (2007), rodada en diferentes escenarios domésticos de una tienda de IKEA, plantea interesantes cuestiones sobre el marco de los modos de vida actuales y sobre el rol del artista en él.