La historia del tatuaje, de la piel al museo
Una exposición en CaixaForum Madrid, en colaboración con el Musée du quai Branly-Jaques Chirac de París, realiza un recorrido de este arte ancestral desde sus orígenes hasta hoy
3 diciembre, 2021 09:04“Todo el mundo se interesa y tiene algo que decir sobre el tatuaje”, afirma la fundadora de la revista HEY! Modern Art & Pop Culture, Anne Richard. Desde Charles Darwin que ya en El origen del hombre recordó que “no podemos mencionar un solo gran país entre las regionales polares, en el norte, y en Nueva Zelanda, en el sur, donde los indígenas no se tatúen” hasta la máquina de tatuajes de Frank Kafka o el hipnótico tatuaje del cuento de Roald Dahl, lo cierto es que el interés por este arte de práctica ancestral no ha mermado desde sus orígenes hasta hoy, convertido en un símbolo de moda y glamour. Tal vez porque como escribía Ray Bradbury, "el hombre ilustrado era una acumulación de cohetes, fuentes y personas dibujados y coloreados con tanta minuciosidad que uno creía oír las voces y los murmullos apagados de las multitudes que habitaban su cuerpo”. ¿Cómo escapar a esa tentación?
Consciente de su valor artístico, cultural y sociológico, la exposición Tattoo. Arte bajo la piel que acoge ahora CaixaForum Madrid explora por primera vez en España las raíces históricas de este símbolo milenario que ha cautivado durante siglos a propios y extraños. No en vano, se calcula que hoy el 12% de los ciudadanos europeos lleva al menos un tatuaje en su cuerpo.
Inaugurada en París, en 2014, en el Musée du quai Branly-Jaques Chirac, con más de 750.000 visitantes, la muestra, que llega hoy a nuestro país, explora, desde un enfoque antropológico, los distintos usos del tatuaje a lo largo de la historia y el papel social que desempeña esta práctica ancestral en las culturas del mundo: desde la represión a la reivindicación.
Comisariada por la propia Anne Richard, que desde los años 80 se dedica a observar las artes periféricas “para comprender las dinámicas que hacen de esta una cultura importante”, esta muestra reúne más de 240 piezas de todo el mundo entre pinturas, dibujos, libros, siliconas con tinta, herramientas para tatuar, máscaras, fotografías, sellos y proyecciones audiovisuales en un singular recorrido que abarca desde sus inicios –con más de 5.000 años de historia- hasta hoy, todo tipo de tradiciones y de épocas.
Arte itinerante y multicultural
Así, desde la presencia de tatuajes como elementos de identidad colectiva hasta sus usos más modernos en los ejércitos coloniales del siglo XIX o el exhibicionismo del cuerpo en el circo, la exposición arranca desde una perspectiva global para comprender el vínculo del tatuaje con lo marginal, la delincuencia y su espectacularización. De una función discriminadora, de marca de sometimiento y de deshonra, en 1840 se produce un cambio importante , con motivo de la Exposición Universal de Chicago y los primeros circos itinerantes, que incorporan a los tatuados a sus espectáculos al mismo nivel que las mujeres barbudas o los tragasables. Joseph Kabris, cuyo retrato se puede contemplar en la muestra, se convierte en el primer occidental tatuado en exhibirse de forma voluntaria. “A partir de él –cuenta Richard- el tatuaje llega a Occidente”.
Arte itinerante, social y multicultural, a partir de la década de los 80 es así cómo “se produce una gran correspondencia entre los grandes tatuadores americanos y japoneses para intercambiar secretos de técnicas y composición –explica su comisaria-. El tatuaje se transforma y se descubren nuestras formas de hacer”. Y es que, concebida como un homenaje a los profesionales y una reivindicación de sus trabajos, Tattoo, arte bajo la piel “no podía excluir a los que los producen y se alimentan de ellos”.
El recorrido abarca además tradiciones como la de Nueva Zelanda, Samoa, Polinesia, Indonesia, Malasia oriental, Filipinas o Tailandia, y su expansión a nuevos territorios, a partir de la década de 1970, como China, Taiwán o Latinoamérica, con el tatuaje chicano y sus representantes: Charlie Cartwright, Jack Rudy y Freddy Negrete. “Es una técnica que procede de los entornos carcelarios que por motivos prácticos se empezó a realizar con una sola aguja, con colores que van del negro al gris más claro y que ampliaban las fronteras del detalle”, cuenta la experta.
Con imágenes de Isabel Muñoz, de la que Richard destaca que en el año 2000 “era de las pocas fotógrafas que tuvieron interés en observar de cerca los tatuajes”, en cuanto a las mujeres, la experta reconoce que “hay pocas en el mundo del tatuaje, aunque hay algunas artistas occidentales que han empezado a trabajar en los años 70, nunca han sido mediatizadas o cuyo trabajo no ha sido destacado”, lamenta.
Cuerpos hiperrealistas
A lo largo de sus estancias, esta dinámica muestra incluye 22 prototipos que reproducen de manera hiperrealista partes del cuerpo humano y que han sido moldeados en un material experimental. “Son volúmenes de silicona realizados con una materia innovadora que encargamos para la exposición –cuenta la comisaria-. No era fácil. Estos “cuerpos”, tenían que reunir una serie de características especiales que permitiera mantener la tinta cuando se manipularan. Además queríamos evitar que los artistas sufrieran tatuando un plástico, y al no tratarse de cuerpos directamente, este trabajo les exigió mucho conocimiento técnico”.
Nombres como Kari Barba, Tin-Tin, Horiyoshi III, Felix Leu, Mark Kopua, Jack Rudy, Xed LeHead, Colin Dale y Chimé, además de la española Laura Juan o el venezolano Jee Sayalero, dan vida a estos particulares cuerpos que buscan además romper con los estereotipos. “Cada volumen de silicona es un cuerpo siempre distinto –explica Anne Richard-. Hay mujeres, hombres, edades y formas diferentes”.
Dispuestos a lo largo de la exposición, es en su última parte donde Tattoo, arte bajo la piel reflexiona sobre el tatuaje en la actualidad con la obra de artistas como Yann Black, el primero que decidió tatuar solo sus propios dibujos y que con ello “franqueó una frontera que muy poca gente había decidido romper”. “Es un caballero solitario” que inspiró a toda “una generación de artistas”, valora la comisaria.
Con la presencia de otros artistas como el danés Colin Dale que presentó su obra, un torso tatuado con motivos vikingos, “basado en una piedra encontrada en la isla de Man” donde “vemos a Odin clavando una lanza”, según sus palabras, su pieza recrea "una escena de guerra". "Hay cuervos y hay ruinas”, describe el tatuador que reconoce que fue “muy complicado y largo de tatuar porque se hizo sin máquina”.
Junto a él, la artista madrileña Laura Juan reflexiona en su obra sobre el aislamiento social durante la pandemia en España, la incertidumbre, el silencioso —e invisible— avance del virus y la pérdida de libertad. “Mi estilo de alguna forma es realista y quise interepretar el dolor y la transmisión de la enfermedad”, cuenta ella misma sobre su obra y el modo en que la naturaleza “extremadamente bella, se muestra dura y peligrosa a la vez”.
Por su parte, la obra del venezolano Jee Sayalero, también presente, es una mezcla entre “la tradición y los motivos japoneses” y “los dioses de la pintura contemporánea española”. “Por eso encontraréis fragmentos del Guernica de Picasso de donde se abstraen los modos japoneses que llevaría esa pieza –explica- y algunos personajes como Dalí que han sido transformados en figuras como el mapache que se ve en la parte frontal de la pierna”. Con un toque de humor, además, el artista ha impregnado un armadillo sobre esta piel de silicona en referencia a su nombre en francés “tatou”. “Es un tatou sobre un tatto”, bromea.
Y es que, como reflexiona Richard sobre esta muestra, "el tatuaje es una práctica que une a personas de todo el mundo. Participar en su andadura contemporánea significa mucho: el espíritu del tatuaje no es formal, no puede domesticarse ni dominarse, sino que viene determinado por la energía de las personas que lo practican y por la fe de quienes lo llevan". Para muestra, esta exposición.