El Museo del Prado más allá del Museo del Prado: más de 3.000 obras están depositadas en otros lugares
Mercedes Orihuela Maeso reúne 41 de esas piezas en 'El Prado disperso', un ensayo que publica con la editorial Espasa
9 julio, 2023 01:45Fue a principios de los años 80 cuando el Museo del Prado comenzó a supervisar los depósitos que tenía en otros centros de arte e instituciones. El detonante fue la denuncia de un grupo de partidos extraparlamentarios que aseguraba que miles de piezas habían desaparecido de la pinacoteca. El periódico El Imparcial se hizo eco de la noticia en su portada, donde publicaron una foto del director del museo José Manuel Pita Andrade bajo el título “No se ría señor Pita, se han perdido 7.000 cuadros”. Entonces, la Fiscalía del Reino (hoy la Fiscalía General del Estado) admitió a trámite una investigación que duró más de dos años.
Las conclusiones, publicadas en la memorias de la Fiscalía de 1979 y 1980, determinaron que la cifra no era tan elevada. Actualmente, se estima que son 3.472 piezas las que se encuentran en 277 centros tanto españoles como internacionales. Los 200 años que tiene nuestra pinacoteca esconden infinidad de avatares históricos relacionados con algunos de estos bienes repartidos por nuestra geografía. Mercedes Orihuela Maeso, responsable del Servicio de Depósito y conservadora del Museo del Prado durante 38 años, reúne 41 de esas piezas en El Prado disperso, un ensayo que publica con la editorial Espasa.
La investigación de la Fiscalía
La Fiscalía del Reino contó con un fiscal y un equipo de universitarios que trabajaban en el museo para llevar a cabo su investigación. Entre ellos estaba la joven becaria Mercedes Orihuela Maeso: “Recorrimos con los policías asignados al caso todas las instituciones de Madrid levantando acta de lo que estaba y lo que debía de estar pero faltaba. El fiscal escribió cartas a todas aquellas de fuera de Madrid para pedir explicaciones sobre los depósitos. Algunos no tenían ni siquiera fotos de los cuadros porque habían sido depositados en 1870”, recuerda Orihuela Maeso.
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Es cierto que algunas obras no se pudieron encontrar. “Algunas habían desaparecido por culpa de la guerra, otras en el bombardeo de la embajada de España en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial, otras fueron destruidas en incendios como el que tuvo lugar en el Tribunal Supremo de 1915 o durante la Revolución de los Claveles de Lisboa”, recuerda la autora.
Fue precisamente en ese momento cuando se inició el fondo documental del Museo del Prado y cuando se empezaron a realizar visitas de inspección periódicas. “A partir de 1980 empezamos a publicar un boletín que tenía una sección fija titulada El Prado disperso en la que dábamos cuenta de los cuadros que habíamos encontrado y los que no”, apunta Orihuela.
Internamente, se denomina Prado Disperso (ahora Prado Extendido) a todas aquellas obras que se encuentran en museos o en diferentes instituciones que, inventariadas y asignadas al Museo del Prado, han sido prestadas o depositadas a largo plazo, pero de las que el museo nunca ha perdido su titularidad. La mayor parte de las piezas depositadas son pinturas, incluidas cronológicamente entre los siglos XV y principios del siglo XX, siempre que sus autores hayan nacido con anterioridad a 1881, fecha del nacimiento de Pablo Picasso (como sabemos los artistas nacidos después de esta fecha descansan en el Museo Reina Sofía).
Además de los avatares de la propia historia, la conservadora del museo, jubilada hace ahora tres años, ha sido testigo de otras aventuras que han vivido algunas de estas piezas. “En alguna ocasión nos hemos encontrado con sorpresas como un cuadro que había sido depositado en determinado museo pero no estaba allí porque había sido colgado en algún despacho”, destaca. También han descubierto obras que se creían desaparecidas o destruidas pero que, curiosamente, estaban guardadas en almacenes.
De Vicente Carducho a Vicente Cutanda
El recorrido de Mercedes Orihuela arranca con Vicente Carducho y sus Historias cartujanas, una serie de 54 lienzos depositados en la cartuja de Santa María del Paular. Pintadas entre 1626 y 1632, representan escenas de la Orden de la Cartuja.
“Cada una de estas escenas tiene un gran tamaño y fueron desamortizadas como todas las instituciones religiosas por orden del Ministro Mendizabal a partir de 1835. En ese momento fueron a parar al Museo de la Trinidad. Tras los decretos de 1870 y 1872, todas estas obras pasaron al edificio de Villanueva que, por otra parte, no tenía las dimensiones que tiene hoy”, recuerda.
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Entonces, estas piezas empezaron a ser enviadas a otros lugares como la Cartuja de Miraflores Burgos, la Universidad de Sevilla, el Museo San Telmo de San Sebastián o el Palacio Episcopal de Jaca. En 2002 se tomó la decisión de restaurarlas, propiciando así el levantamiento de los depósitos y el regreso de la serie a su emplazamiento original. Todas menos dos que fueron destruidas en el bombardeo que sacudió al Museo Municipal de Tortosa durante la Guerra Civil.
En total, Mercedes Orihuela reúne 41 bienes artísticos de los más de 3.000 inventariados. La difícil selección ha seguido el criterio que explica la autora: buscar ejemplos de pintura española, italiana y flamenca, que eran la base de las Colecciones Reales, escoger algunos temas que trataban los pintores como la pintura religiosa con representaciones del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, pintura de paisaje, flamenca, pintura mitológica y pintura de género.
También hay una selección de pintura española, en la que se encuentra representada la pintura social e histórica con ejemplos como Primer desembarco de Cristóbal Colón en América, de Dióscoro Teófilo de la Puebla y Tolín, o Entrada triunfal en Valencia del rey don Jaime I, el Conquistador, de Fernando Richart Montesinos. La conservadora no se ha olvidado de la escultura, con un ejemplo fundamental como la Magdalena penitente de Pedro de Mena, o las artes decorativas, representadas en esta edición con el tapiz La victoria de Tito, de Gebaert Peemans, que se encuentra en el Cuartel General del Ejército.
Una de las historias que más le gustan a Mercedes Orihuela Maeso es la que guarda Una huelga de obreros en Vizcaya en la que Vicente Cutanda y Toraya representa una huelga metalúrgica que fue enviada al Ministerio de Trabajo durante los años 20 o 30. “Cuando el Ministerio de Trabajo fue trasladado a Nuevos Ministerios, al lado de la Castellana, la debieron de guardar porque no era acorde con el gobierno de entonces”, recuerda.
Durante mucho tiempo se creyó que este lienzo había desaparecido. Pero no era así. “Un día la oficial mayor del ministerio me llamó y me dijo que buscando un repostero habían encontrado un rollo y que al empezar a abrirlo vieron que tenía la firma del artista”.
Inmediatamente, el depósito de esta tela, que había estado guardada durante años, se levantó y se trasladó al Museo del Prado, donde se puede ver tras su restauración. En la actualidad sería impensable que ocurriera algo similar. Los depósitos se conceden a museos o edificios de alta representación estatal. En este último caso, “se les pide que organicen visitas para que el público pueda verlas porque, cuando no mueves una pieza durante mucho tiempo, te puedes llegar a creer que es tuya y eso es algo que debemos evitar”, cuenta.
Por supuesto, ahora se firma un acta, se hacen fotografías, se realizan visitas periódicas y se pide que las obras se expongan con una cartela en la que figure el autor, el título y la condición de depósito temporal.
Guido Reni, Rubens, El Greco, Francisco Rizi, Luca Giordano, Bartolomé Esteban Murillo o Alonso Cano completan esta selección de depósitos que encuentran su acomodo fuera del Museo del Prado. Las pinturas suponen el 82% del total de obras depositadas y el resto, hasta llegar a su totalidad, son piezas de artes decorativas, esculturas, dibujos, grabados y piezas arquitectónicas procedentes del antiguo claustro de la Iglesia de los Jerónimos.