In memoriam: Eduardo Chillida, habitar la escultura
El autor del icónico 'Peine del viento' unió arte y política en una obra que investigó durante la segunda mitad del siglo XX sobre cómo dar forma al espacio.
4 diciembre, 2023 01:40Es posiblemente el artista español de la segunda mitad del siglo XX más reconocido. En su acuciosa trayectoria, desde su primera estancia en París (1948-1951) –donde conoció a Palazuelo, el arte oriental y entró en contacto con las vanguardias modernas–, Chillida despliega una intuición poética y filosófica que se recrea en cada concreción escultórica o plástica para formalizar nuevas aperturas estéticas. Repetía el imperativo que animaba su práctica y su indagación poética: “yo no represento, pregunto”.
Desde la excepcional y emblemática serie escultórica Lugar de encuentro (1964-1974), con algunas piezas de hormigón y de una escala monumental que desafía la gravedad, el conjunto de su obra define un lugar de encuentro de sus diálogos y litigios con la escultura moderna, la música, la arquitectura, la physis, la luz, la poesía y la filosofía. En esa tensión formal se actualiza la potencia intempestiva de su obra.
De un informalismo con reminiscencias clasicistas o con referencias a herramientas de la tradición popular reconocible en sus primeras piezas forjadas en la primera década de los cincuenta, Chillida se orientará hacia una abstracción más geométrica y lírica. Es cuando expone por primera vez en la parisina galería Maeght, en 1956. Cuatro años después le otorgan el Premio Kandinsky.
Repetía el imperativo que animaba su práctica y su indagación poética: “yo no represento, pregunto”
Ese rápido reconocimiento internacional quedará reforzado con una exposición que comparte en Houston con Picasso y Miró. En 1965, y antes de participar en el Grupo Gaur (1965-1967), iniciará su talla en alabastro, un material que le fascinará y con el que realizará sus series Elogio de la luz o los Homenaje a la arquitectura.
En París se interesó por la tradición caligráfica y pictórica de China y Japón que integra el movimiento y la quietud, o lo vacío y lo ocupado. Esa dinámica tendrá un reflejo en su producción posterior, principalmente es sus encantadores grabados.
Sus esculturas en lugares públicos signan una poética del espacio y el vacío como un producir. Precisamente en el libro de artista, Martin Heidegger. Die Kunst und der Raum (1969) que integra una litografía en la portada y 7 litografías-collage, reproduce el célebre manuscrito del filósofo alemán sobre el arte y el espacio donde refiere que el arte da forma corpórea a lugares para otras formas de habitar.
Este enfoque se hará muy presente en intervenciones en el espacio público como el Peine del viento (San Sebastián, 1976), un verdadero lugar de encuentro entre arte y naturaleza, entre intervención artística y arquitectónica (Luis Peña Ganchegui), entre obra y público. Y lo mismo ocurre en otros proyectos como el de la Plaza de los Fueros (1981) en Vitoria.
La ingente obra gráfica de Chillida ha devenido en arte mayor y constituye un fondo valioso tanto por sus valores formales como por la cantidad de obras (más de 500 grabados, la mayoría de carácter abstracto), y también por la variedad de las técnicas desplegadas.
En los años setenta el compromiso artístico tomará una declinación política y crítica con sus magníficos logos para movimientos sociales o para instituciones emergentes como la Universidad del País Vasco. En la segunda mitad de los años ochenta iniciará su serie Gravitaciones: son su última vía de investigación sobre el vacío y la ingravidez.
Sin duda el concepto formal que condensan son su aportación expresiva más relevante en el campo escultórico. El misterio que reclama para cada una de sus obras toma una forma gravitante. Chillida Leku, reinaugurado en 2019, mantiene vivo el legado de este formidable artista.
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