Maribel López, directora de ARCO: "Agua y arte se parecen. Ambos se meten por donde nadie los espera"
Es desde 2020 la responsable de la feria, donde ha sorteado las ediciones más duras de la pandemia. Optimista y fiel a las galerías y a los artistas, este año mira hacia el Caribe.
9 marzo, 2024 01:46¿Qué libro tiene entre manos?
Estoy acabando En busca del tiempo perdido y con Second Place de Rachel Cusk y varios libros sobre la guerra civil. Todo a la vez y nada en este momento tan próximo a la feria.
¿Qué le hace abandonar la lectura de un libro?
La falta de tiempo. A veces debo aceptar que no seguiré y que pasan al montón de “en curso” de la estantería.
¿Con qué personaje cultural le gustaría tomar un café?
¿Recuerda el primer libro que leyó?
Por voluntad propia, La desheredada de Benito Pérez Galdós.
¿Cómo le gusta leer, cuáles son sus hábitos de lectura?
Me gusta el libro en papel, su tacto, doblarle la hoja, tomar una nota... pero uso más el ebook al viajar. Cuando un libro me gusta mucho me lo compro después en papel.
¿Qué experiencia cultural cambió su manera de ver el mundo?
El viaje de 3º de BUP a Italia que decidió definitivamente que me dedicaría al arte. Los cuadros de los primitivos flamencos me apuntaron al contemporáneo. En mi casa no había referentes y me los he ido inventando.
¿Quién manda en el mundo del arte?
Es un ser multiforme. Cada una de las personas que trabajan en el arte son piezas de una Jenga. Y es importante no olvidar que sin los artistas no se podría empezar a construir esta torre.
Un mercado, una plaza... ¿cómo describiría ARCO?
No paro de buscar nuevas palabras o imágenes para definirlo y no lo consigo. Es demasiado complejo. Si no fuera mercado, no sería. Si solo fuera mercado, no representaría una estructura cultural. Y si no fuera un poco plaza, no sería el lugar de encuentro que es.
¿Por qué se han cambiado los países invitados por los mares y océanos en los últimos años?
Porque hay mucha más riqueza en pensar en aquello que nos conecta, aunque no esté libre de conflictos. Me gusta esa idea de poner en común la creación de territorios tocados por el agua como metáfora de posibilidades. Hay un paralelismo entre el agua y el arte. Ambos se meten por donde nadie los espera.
¿Cuándo vino por primera vez a ARCO?
Recuerdo especialmente el año 95. Vine en autobús desde Barcelona, compartí habitación con tres amigas y tuve la gran suerte de ver Cocido y crudo en el Reina Sofía. Es la experiencia artística que me amarró para siempre.
¿Qué otras ediciones le han marcado profesionalmente?
Varias. En 2010 expuse por segunda y última vez como galerista. En 2011 comisarié la primera sección de Opening. Y en 2020 fue mi primera dirección en solitario.
¿Cuál es la última exposición que ha visitado?
Aprendices errantes de Cristina Mejías en el Museo Patio Herreriano, un ejemplo de una generación de mujeres españolas con una obra increíble que están por fin recibiendo atención. Me encantó su capacidad de desplegarse en el espacio visual, física y sonoramente. ¡Eso es inmersión!
¿Le importa la crítica, le sirve para algo?
Me sirve para comparar puntos de vista y para aprender.
¿Qué obra teatral le ha impactado recientemente?
No es tan reciente pero Cristo está en Tinder, de Rodrigo García en el Teatro de la Abadía.
¿Qué película ha visto más veces?
Love Actually. Lo confieso.
¿A qué serie se ha enganchado?
Mi favorita es The Wire y una de las últimas que he visto es The Curse, no sé qué pensar aún.
¿Qué música escucha en casa?
Intento ponerme las canciones más escuchadas del momento para estar conectada con la cultura más joven, pero cantar, canto mis clásicos de los 90 y 2000.
Una idea para mejorar la situación cultural de nuestro país.
Hay que poner la cultura en primer plano desde la educación primaria. La percepción del arte contemporáneo mejoraría si lo consideramos un bien de interés cultural a nivel fiscal. Y la compra de una obra de arte podría ser una de las opciones del bono cultural de los jóvenes.