'Arrullo y vuelo', 2024, de Elena Aitzkoa, en la exposición 'Topalekuak'. Foto: Tabakalera

'Arrullo y vuelo', 2024, de Elena Aitzkoa, en la exposición 'Topalekuak'. Foto: Tabakalera

Arte

Dos exposiciones ponen a más de 100 artistas a dialogar con Chillida, de la modernidad a la actualidad

Dos espacios de San Sebastián, el Museo San Telmo y Tabakalera, ponen en relación las esculturas del donostiarra con sus coetáneos y con creadores contemporáneos.

14 julio, 2024 01:47

El Museo San Telmo y Tabakalera en San Sebastián se suman a los eventos que celebran el centenario de Eduardo Chillida (1924-2002) con dos muestras complementarias. La primera, Una conversación: Chillida y las artes. 1950-1970, comisariada por María Bolaños, traza un itinerario de elecciones formales que lo relacionan con artistas que, en ese periodo, renuevan la trama moderna y vanguardista en una Europa desvastada tras la II Guerra Mundial.

Una conversación: Chillida y las artes. 1950-1970

Museo San Telmo. San Sebastián. Comisario: María Bolaños. Hasta el 29 de septiembre

Topalekuak

Tabakalera. San Sebastián. Comisario: Soledad Gutiérrez. Hasta el el 6 de octubre

La segunda exposición, Topalekuak, producida por Tabakalera y comisariada por Soledad Gutiérrez, expande ese diálogo a otro haz de artistas emergentes en las últimas décadas. Siete creadores locales e internacionales se relacionan con la célebre serie Lugar de encuentros, realizada por Chillida entre 1964 y 1974.

Ambas propuestas, que atestiguan la contemporaneidad del donostiarra en relación a periodos y contextos diferentes, configuran un evocador paisaje de conversaciones y cuentan con la decisiva colaboración de Chillida Leku y la Sucesión Chillida.

Cuando la poliédrica atención que ha recibido la excepcional obra de Chillida parecía haber sido abordada de modo pleno, esas exposiciones vienen a procurar aspectos nuevos. Un itinerario, que traza una propuesta tan cabal como atractiva en San Telmo, se bifurca en seis constelaciones de ideas, aventuras formales o afinidades materiales y su diálogo con la cultura, el cine, la música y el pensamiento de esos años.

Se han reunido un centenar de obras pertenecientes a treinta colecciones, entre las que cabe destacar el Centro de Arte Moderna Gulbenkian y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, además del propio Museo San Telmo.

Aurelia Muñoz: 'Infinito', 1977, en la exposición 'Una conversación: Chillida y las artes. 1950-1970', en el Museo San Telmo. Colección Macua Roy

Aurelia Muñoz: 'Infinito', 1977, en la exposición 'Una conversación: Chillida y las artes. 1950-1970', en el Museo San Telmo. Colección Macua Roy

Odiseas espaciales, En las entrañas de la tierra, Asomarse al vacío, Existencia y gesto, Amar el negro y Pliegue, doblez, arruga, son las denominaciones de esos agrupamientos elegidos por Bolaños.

En esa red de travesías experimentales y de conversaciones cruzadas se presentan obras de pioneros de la escultura moderna como Brancusi, Moore, Arp y Julio González; piezas de Picasso, Miró y Torres García; informalistas como Millares, Tápies o Dubuffet y expresionistas abstractos como Motherwell; la nueva escultura británica representada por Hepworth o Meadows; precursores de la escultura en hierro como Smith, Jacobsen y Caro; y obras de la tradición racionalista abstracta o concreta como Oteiza, Asins y Bill. Otros artistas confrontan con Chillida sus litigios formales, así Beuys, Clark, Aurelia Muñoz, María Paz Jiménez, Guerrero, Mendiburu, Hantaï, Sistiaga, Amable o Basterretxea.

Otras conversaciones se incorporan a la fotografía (Cartier-Bresson, Bing o Callahan), el cine (Ozu, Godard y Bresson), la música experimental (Cage, Boulez) y la danza contemporánea (Martha Graham, Merce Cunningham).

Esta muestra ofrece una síntesis magnífica de aquellas aventuras modernas. La enfática afirmación del hierro y la recuperación de la fragua tradicional, que Chillida promueve tras su estancia en París en 1951, conecta con el aire de la época.

Las dos exposiciones configuran un evocador paisaje heteróclito de conversaciones con Chillida

Las dimensiones materiales, físicas, hápticas y corpóreas, y las investigaciones sobre el espacio y el vacío irrumpen en el devenir del campo escultórico de posguerra. También el color negro emerge con una potencia inédita. Precisamente, la sala dedicada a la puesta en forma del negro es uno de los mayores atractivos.

En Tabakalera, la conversación se abre a la actual contemporaneidad donde la herencia escultórica moderna se expande a todas sus posibilidades y cuestionamientos.

Eduardo Chillida: 'Óxido 42', 1979, en Tabakalera. Foto: Tabakalera

Eduardo Chillida: 'Óxido 42', 1979, en Tabakalera. Foto: Tabakalera

Las piezas de Elena Aitzkoa (Apodaka, 1984), Josu Bilbao (Bermeo, 1978), Laia Estruch (Barcelona, 1981), Sheroanawe Hakihiiwe (Sheroana, Venezuela, 1971), Juf (Bea Ortega Botas, Oviedo, 1990, y Leto Ybarra, Madrid, 1991), Christian Salablanca Díaz (Guararí, Costa Rica, 1990), Marianna Simnett (Londres, 1986) establecen un complejo y, a veces, extraño diálogo con las obras de Chillida.

La emblemática serie Lugar de encuentro, en la que se inscribe su primera escultura suspendida en hormigón, Lugar de encuentros III (1972), motiva el título de la muestra y alegoriza el encuentro de intuiciones que permite la acción constructiva y cognitiva. Si en esa pieza la intuición partía de la estructura de los lavaderos y de la circulación del agua, en Sibina (2019), de Laia Estruch, una estructura de los antiguos bebederos acoge una acción de los movimientos del cuerpo y de la voz en relación con el agua y las propias esculturas.

Las lurras de los años noventa, siempre encantadoras, están presentes. Otra obra de Chillida, Maqueta para Homenaje a Hokusai (1991), enuncia una poética del espacio y el vacío como un producir de un lugar y de una nueva experiencia vital e informa algunas investigaciones, aunque la conexión sea tangencial.

En el caso de Josu Bilbao, con su instalación Asaska (2024), mediante una poética objetual produce vaciados de prendas de ropa, que signan la ausencia de cuerpos desconocidos y que activan la imaginación.

Eduardo Chillida: 'Espacios perforados II'. 1952, en el Museo San Telmo. Colección de Arte Banco Sabadell. Foto: Alberto Cobo

Eduardo Chillida: 'Espacios perforados II'. 1952, en el Museo San Telmo. Colección de Arte Banco Sabadell. Foto: Alberto Cobo

Elena Aitzkoa prosigue en sus encuentros entre procesos, materiales, amalgamas objetuales, flujos de agua y facultades sensoriales para desplegar una instalación enigmática y a la vez reconocible. Temperatura, Arrullo y vuelo, Nido, Vuelo de gorrión y Envergadura, de 2024, dan nombre a las diferentes concreciones escultóricas.

La serie de manos dibujadas con la izquierda fue un propósito recurrente con el que Chillida se enfrentaba a la dificultad. Los delicados dibujos de plantas evocan el encanto de los cuadernos ilustrados de botánica y trazan el arco de una memoria natural y material.

Mientras, los dibujos de Sheroanawe Hakihiiwe cifran el reconocimiento de la memoria oral de su pueblo, de su cosmogonía y tradiciones ancestrales. Y Christian Salablanca Díaz ofrece una instalación de objetos escultóricos, de resonancia surreal y de formas botánicas.

Blue Moon (2022), de Marianna Simnett, es una instalación monocanal que presenta una figura femenina, una Athenea contemporánea, que no cesa de transformarse en un bosque azul tecnicolor. Por último, Juf, en la instalación Sokasalto (2024), invita a reflexionar sobre el ritmo generado por la comba al tocar el suelo y acerca de los cuerpos ausentes.