Shimabuku, cuentos asombrosos en el país de los pulpos
- Su primera exposición en España, en el Centro Botín de Santander, contempla sus últimos treinta años de trabajo entre lo conceptual, lo sorprendente y lo cotidiano.
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Pocos de ustedes sabrán que Shimabuku está obsesionado con los pulpos. Les construye juguetes oceánicos para que se refugien. Colecciona las piedras que recogen y llevan consigo, e incluso trata de salvar irremediablemente sus vidas en viajes imposibles.
El trabajo de Shimabuku es el de un poeta cuyos textos, sencillos y elocuentes como haikus, son los que dan sentido a sus piezas. Es un artista textual que ilustra sus ideas en fotos y vídeos que documentan sus asombrosas aventuras.
En ellos narra descabelladas historias, como El viaje del pepino (2000). Durante un viaje de Londres a Birmingham en barca se dedicó a encurtir pepinos siguiendo las recetas de gente que encontraba a su paso.
Mientras se plantea la pregunta: “¿Por qué hacer pepinos encurtidos mientras viajo en barco es arte? Quizá sea arte, ¿por qué no llamarlo arte?”. Para terminar afirmando: “Hay cosas que solo se pueden hacer lentamente. Una vez en Birmingham le regalé a mis amigos los pepinos, que empezaron un nuevo viaje dentro de sus cuerpos”.
La sencillez de la vida cotidiana y la belleza y respeto de la relación entre especies es el hilo conductor de esta exposición titulada Pulpo, cítrico, humano, que presenta piezas desde los años 90 junto a obras creadas expresamente para el Centro Botín.
Shimabuku imagina escenarios imposibles respondiendo a preguntas inverosímiles
Es el caso de Ir a conocer los pulpos de Santander (2024), en la que hace submarinismo en la bahía para saludarlos mientras les ofrece unas vasijas donde poder jugar y guarecerse (y que se exhiben en la exposición) o Gente volando (Santander) (2024), en la que volaron cien cometas personalizadas creadas en talleres participativos dirigidos por el artista.
Podríamos enmarcar el trabajo de Shimabuku dentro del arte relacional, una corriente artística que nace en los años 90 enunciada por el filósofo francés Nicolas Borriaud, que definió un nuevo modo de hacer arte basado en las relaciones intersubjetivas, en el “encuentro” o en el “estar juntos”.
Uno de los artistas abanderados de este movimiento fue el tailandés nacido en Buenos Aires, Rirkrit Tiravanija, que exhibía, por ejemplo, las distintas etapas de elaboración de un curry verde que luego ofrecía al público.
Subvertir las relaciones del sistema del arte, proponer nuevos modelos de colaboración desde la economía de medios y prestar especial atención a la idiosincrasia de las comunidades locales, son aspectos que ambos tienen en común. Shimabuku integra, además, el mundo animal y vegetal en la ecuación.
La exposición del Centro Botín, la primera en España, es encantadoramente ingenua y elocuente, en cierto modo minimalista y descabellada. La pieza Cruzando a través de la goma elástica (2000), compuesta por un pedestal circular y una caja de gomas, invita al espectador a llevar a cabo esta acción, a priori absurda, pero que implica una metodología particular para evitar que la goma se rompa al pasarla por el cuerpo.
Las situaciones que generan esta performance son, les aseguro, desternillantes y cuando alguien lo consigue los espectadores aplauden y vitorean como si se hubiera realizado una hazaña épica. Unos comentan “mejor empezar por la cabeza”, otros aseguran que es mejor por los pies. La goma, rota, o heroicamente entera, queda como testigo de la acción sobre la peana.
Encontramos lirismo y una sencilla belleza en sus piezas, muchas de ellas con una presencia activa del agua y del mar. Como en Cuban Samba (2006), unas latas de conserva emiten el repiqueteo de la lluvia cubana que se convierte en una música exquisita o en su famoso vídeo Fish & Chips (2006) creado para la bienal de Liverpool.
Así escribe en el texto que acompaña el vídeo: “Un día quise preparar mi propia versión de fish and chips, así que hice una película sobre una patata que iba nadando a conocer a un pez”.
También en Algo que flota / Algo que se hunde (2008), una pieza reversionada en una mayor magnitud para esta exposición, en la que unos cítricos donados por la Todolí Citrus Foundation (el proyecto de citricultura del comisario y ex director de la Tate Modern Vicente Todolí en Valencia) se mueven a motor como peces dentro de varias peceras, resultando una coreografía hipnótica.
Escribe el artista Philippe Parreno en el catálogo: “Contemplo su obra oculta como si fuera una marioneta de hilos animada por una serie de estímulos. Un mundo suspendido que oscila entre lo que es y lo que podría ser”.
El artista imagina escenarios imposibles respondiendo a preguntas inverosímiles: ¿Y si montara una exposición de arte para monos salvajes?, ¿y si no hubiera gravedad y un pulpo y una paloma pudieran bailar?, ¿y si los macacos japoneses de Texas recordaran las montañas nevadas de dónde proceden?, ¿y si llevara a un pulpo de Akashi a conocer Tokio?
Shimabuku declina una mayeútica, el método socrático que consiste en plantear preguntas para la generación de nuevas ideas, mientras derrumba las convenciones entre naturaleza y cultura. Visiten esta exposición con tiempo para leer sus textos y quizá “Shima” se convierta en uno de sus artistas favoritos. Acepten pulpo como animal de compañía.
Entre humanos y no humanos
Shimabuku (Kobe, Japón, 1969), “Shima”, como le llaman sus amigos, después de haberse graduado en el San Francisco Art Institute y haber vivido doce años en Berlín, vuelve a Japón para trabajar en performances e instalaciones donde lo cotidiano y el humor se llenan de poética, cierta candidez y encuentros entre humanos y no humanos. Su trabajo se ha exhibido en la Bienal de Venecia (2003 y 2017) o en el Pompidou de París, entre otros.