
Huguette Caland, pintura en el intersticio árabe 'Grand bleu' (fragmento) 2012. Foto: Huguette Caland Estate
Huguette Caland, el sensual desafío libanés de formas nuevas entre Oriente y Occidente
La exposición del Reina Sofía nos descubre a una sensual artista atravesada por el mundo árabe y sus imágenes y representaciones.
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Redescubierta en los últimos años y en especial a partir de la magna exposición Mujeres de la abstracción (Centro Pompidou y Guggenheim Bilbao, 2021), la artista libanesa Huguette Caland (Beirut, 1931-2019) fue una mujer libre y cosmopolita que rompió moldes allí donde vivió: Beirut, París y la angelina Venice Beach, en California.
Su biografía habla de muchas historias olvidadas: la de un Líbano moderno y proccidental en donde su padre fue el primer presidente de la República y, tras su muerte, la artista comenzaría a exponer sus pinturas o la del París durante la década de los años setenta, cuando se convirtió en la capital para migrantes y elites procedentes del norte de África y Medio Oriente, y donde Caland llegó a trabajar como diseñadora de caftanes para la firma Pierre Cardin –que ya rivalizaba con otras marcas multinacionales como Dior en la introducción de líneas de moda orientales–.
Desde finales de la década de los ochenta, también la de una escena artística californiana para la que su casa, sin puertas ni paredes, estuvo siempre abierta a reuniones y fiestas, y donde la artista llevó su gráfica al colmo de la maximización colorista como reacción al enfriamiento conceptual en boga en la época.
Esta retrospectiva, la más importante realizada en Europa, que viajará después a Alemania, muestra cinco décadas de trabajo con doscientas piezas, entre pinturas, papeles, textiles, pequeñas esculturas y otros documentos, aunque puedan parecer más que suficientes, traídas de museos tan prestigiosos como el Hammer Museum de Los Ángeles, el MOMA y el MET de Nueva York, la Tate Modern y el British Museum de Londres.
La comisaria, Hannah Feldman, se lamenta en el catálogo de haber tenido que renunciar a una treintena de obras –las más conocidas allí– de la importante Fundación Dalloul y la Saradar Collection SAL tras la invasión del Líbano por Israel el pasado septiembre.

'Check point (bribes de corps) or sourrire interrompu par le départ', 1974. Foto: Estate Huguette Caland
Huguette Caland no se manifestó nunca sobre política, ni tampoco se declaró feminista. Pero cuando todavía era estudiante en la American University of Beirut, en 1969 fundó con unas amigas la ONG Inaash (aún en funcionamiento) para ayudar a las palestinas de los campos de refugiados a ganarse la vida con sus bordados y a conservar sus tradiciones culturales.
Así como la rotundidad de su descarada actitud vital hacia el sexo y su expresión en su obra la convirtieron en un icono del erotismo en los años setenta, cuando mujeres de todo el mundo abrazaban el movimiento Women’ s Lib.
Más allá de su fama de bon vivant, esta exposición convence de la tenacidad y profundidad de su investigación en toda su trayectoria. Caland es también quien afirma: “La vida es concreta porque pertenecemos a un cuerpo/ Es abstracta porque sabemos que estamos muriendo”.
Y en un vídeo la vemos en su estudio trabajando, con esmero, limpiando con un paño el borde de una línea mientras aplana la superficie de la pintura. De hecho, el recorrido por las doce salas ofrece una experiencia poco habitual: si a la ida nos sorprende la diversidad de las sucesivas series, de vuelta comprobamos la coherencia y la íntima unidad que subyace a lo largo de toda su trayectoria.

'Sin título', 1968. Foto: Estate Huguette Caland
La lengua propia de Huguette Caland siempre expresa el intersticio: entre figuración y abstracción; entre fondo y forma; entre vacío y lleno; entre color y blanco y negro; entre pintura y escritura, afirmado y tachado; entre significante y significado; y entre líneas y masas; diseño textil y tapiz artesanal; entre naturaleza y fronteras; y, en definitiva, entre cuerpo y espacio. La inestabilidad entre lo que miramos, y, a la vez, se nos sugiere imaginar, amplía nuestra visión en esta rica y diversa codificación de registros. Siempre, con sensualidad y humor.
No cabe duda de que las cualidades plásticas de la caligrafía árabe, con el intersticio por omisión de las vocales cortas, y el doble aprendizaje de idiomas occidentales que familiarizaron a Caland para leer y escribir de derecha a izquierda y viceversa, formaron desde el inicio la estructura de su creación plástica.

'Visages', 1979. Foto: Estate Huguette Caland
Sus intérpretes siempre han subrayado que su cuerpo orondo desde la niñez y censurado en su juventud, en una época en que las mujeres en el mundo occidental tuvieron que bajar dos tallas, se plasma en sus imágenes, cuyas formas parecen desbordarse más allá.
Tras su primera serie de gruesos contornos negros y colorido impactante, en su serie más conocida Bribes de corps (Retazos de cuerpo) realizada en el París de los años setenta, la masa suavemente coloreada ocupa toda la superficie del lienzo o el papel, y más allá, solo abrochada en los márgenes por ángulos y puntos que aluden con humor elocuente al sexo y a pliegues entre los muslos y otras zonas eróticas. El rostro de Huguette Caland se desborda fuera del papel en su autorretrato o queda comprimido entre los rostros invasivos de su marido y de su amante, del que dicen que tenía dormitorio en el hogar conyugal.
Simultáneamente, Caland diseña para Pierre Cardin los caftanes y las abayas que ella misma vestía para la comodidad y libertad de su cuerpo, pero dibujando con líneas las curvas de pechos y sexo que estas prendas pretenderían ocultar.
Humor descarado que, en cambio, adquiere intimismo y profundidad en su siguiente y elegantísima serie en gran formato, Ligamentos. Seguida por los collages aplanados Nude Letters (Cartas desnudas), creados ya en California, donde seguirá investigando incansable, primero sobre tramas urbanísticas remendadas; y luego, sobre líneas y lenguas en gigantes composiciones monocromas, desde las que emergen los puntos como protagonistas.
Y casi siento desvelar el deslumbrante final, con bellísimas y coloridas pinturas/tapices de paisajes, que desafían cualquier orden de mapas y cartografías.