Arte internacional

Fischli & Weiss celebran lo normal

Flowers & Questions. A retrospective

19 octubre, 2006 02:00

Fashion Show from Sausage Photographs, 1979

Comisarios: V. Todolí y B. Curiger. Tate Modern. Bankside. Londres. Hasta el 14 de enero

Peter Fischli y David Weiss trabajan juntos desde finales de los años setenta. Sus primeras obras eran escenas de la vida cotidiana compuestas para la cámara e interpretadas por salchichas. Había un pase de moda de salchichas, un accidente de coche entre salchichas presenciado por transeúntes que eran colillas, y una escena ambientada en una tienda de alfombras en la que unos meditabundos pepinillos compraban entre escaparates de mortadela, panceta en volutas y pilas de rodajas de productos cárnicos elaborados. Por si no fuera suficiente, se declaraba un incendio real en un edificio de cartón, y un Titanic de juguete se hundía entre icebergs de poliestireno.

Fueron unos comienzos humildes y no demasiado prometedores para una carrera conjunta que culmina en una exposición en la Tate Modern londinense. Escultores, cineastas, fotógrafos, filósofos aficionados o humoristas: como quiera que se describa a estos artistas suizos, siempre falta algo. Su obra es inteligente, encantadora, sutil y, en algunos momentos, inesperadamente conmovedora. Es difícil imaginar que a alguien no le guste, así que, ¿dónde está el problema? ¿En cierto modo, no les parece todo esto un tanto sospechoso?

La muestra arranca en una sala de lúgubres moldes de caucho negro, raíces de árboles desenterradas, un aparador y una pared de escasa altura, con una pequeña escultura de un par de operarios del servicio de limpieza urbano y su carro trabajando alrededor de una alcantarilla abierta, mientras la manguera desciende. Podríamos interpretar esto como una metáfora, algo relacionado con sondear las profundidades de la limpieza y el orden suizos. O tal vez no. En las obras de Fischli & Weiss las cosas son más escurridizas que la goma con la que se ha realizado esta escena.

La exposición termina con una galería en la que el trabajo ha quedado suspendido por completo; se han dejado tirados paletas y mugrientas peanas amontonadas, elementos de decoración desechados y toda clase de parafernalia y basura abandonadas, como si los diseñadores y el personal de montaje hubieran abandonado las herramientas y se hubieran marchado, sin importarles que el público que ha pagado espere un arte serio de estos serios artistas suizos.

Todo en esta instalación carente de climax es artificial, incluso las colillas, las herramientas eléctricas, las cáscaras de cacahuete, el cartón de leche tirado, la caja de pizza, las tablas y las peanas. Pero lo cierto es que no son ready-mades, objetos reales y ni siquiera basura real, sino copias perfectas de rincones desordenados del mundo, talladas a mano y pintadas, hechas de un poliuretano casi ingrávido.

Sabiendo esto, me siento extrañamente ingrávido, y también vacío, como una de sus esculturas, la titulada Animal. Está vacía, como una hucha de porcelana en forma de cerdo, con una expresión insulsa pero ligeramente aterradora tallada en su redonda y vacía cabeza. Si se observa a través del trasero del animal, el rostro nos devuelve la mirada desde el otro extremo del cavernoso cuerpo de la criatura, iluminado por la luz del día que hay más allá, con algo casi parecido a una sonrisa.

Buena parte de la obra de Fischli & Weiss aborda lo imponderable de la vida, así como las condiciones del mundo físico. "¿Es cierto que se han descubierto rastros alienígenas en el yogur?", preguntan los artistas. Estas últimas palabras serpentean por la pared durante unos segundos, como parte de una presentación de diapositivas con preguntas en varios idiomas, muchas de las cuales formulaban originalmente Fischli & Weiss en su librito Will Happiness Find Me? (¿Me encontrará la felicidad?). "¿Debería comprarme una pistola?", preguntan, y "¿Es buena la despreocupación para la melancolía?".

En la serie Equilibres, Quiet Afternoon hay jarras de cristal pegadas a globos hinchados, zanahorias ensartadas con tenedores, ralladores de queso que sirven de contrapeso, botellas de vino y sillas y patucos de niño obligados a formar barrocas composiciones cada vez más inestables para la cámara. Algunas de estas precarias aglomeraciones son alocados actos de equilibrio. Otras proyectan sombras que recuerdan vagamente a animales o pequeñas y absurdas escenas de la vida. Una se llama Mrs. Pear Bringing Her Husband a Freshly Ironed Shirt for the Opera. The Boy Smokes. (Doña Pera llevando a su marido una camisa recién planchada para la ópera. El chico fuma).

En estos fragmentos de chanzas esculturales improvisadas es donde tiene su origen el trabajo más conocido de Fischli & Weiss: la película Der Lauf der Dinge (1986-87) (Así son las cosas). Durante media hora, uno se siente cautivado por una muestra cinética incesante de causa y efecto, de neumáticos de coche que ruedan sobre columpios improvisados, del columpio que empuja un colchón hinchable, de un pequeño carro artesanal que pasa como un bólido por una pista, de una tetera que se está poniendo al fuego y cuyo vapor desencadena otra operación, y así sucesivamente. La gravedad, las reacciones químicas, los vertidos de líquidos inflamables, las conflagraciones de nubes de nieve carbónica, cada uno desempeña su papel. Es mágico y destructivo, y el ritmo, la filmación y el montaje son brillantes.

Por primera vez, Fischli & Weiss muestran unas imágenes del rodaje de Der Lauf der Dinge redescubiertas recientemente: horas de experimentos fallidos, neumáticos que no ruedan, fuegos que se niegan a encenderse, magia que no se materializa. Les llevó meses de trabajo, de fracasos y adaptaciones, el organizar el aluvión de gags visuales, peligrosas colisiones y la gimnástica e inútilmente magnífica violencia de Der Lauf der Dinge. ¿Cómo puede una visión tan brutal y mecánica del mundo resultar tan edificante? ¿Y por qué es más que divertida? Ocurre lo mismo con unas 60 esculturas que integran Suddenly This Overview. Docenas de maravillosas esculturas de arcilla sobre peanas nos ofrecen una panorámica general del mundo, desde la irrupción en la luz del día durante la excavación del túnel Gotthard hasta el momento posterior a la concepción de Albert Einstein (así nos lo indica el título), con sus padres en la cama sumidos en un inocente sueño. Tenemos al doctor Albert Hoffman pedaleando hacia su casa de Basilea para comer, después de ingerir el LSD que acaba de sintetizar; San Antonio tentado en una cueva, sin otra compañía que su imaginación; un DJ trabajando en su mesa de mezclas. Hay escenas suizas: excursionistas de arcilla contemplan una cascada de arcilla, pasos de montaña, nieve, bosques y rocas, así como barcas de remo haciendo frente a mares de arcilla azotados por la tormenta, y el momento en que un pez decide adentrarse en terreno seco. Ahí están Mick Jagger y Brian Jones caminando hacia casa después de haber compuesto Satisfaction. Hay tantas cosas: un bol de patatas fritas meticulosamente representado, ramitas y aceitunas, un avión que se estrella en el mar; hay tantos elementos del mundo que han quedado fuera.

Fischli & Weiss celebran lo normal. Placeres normales, temores normales, maravillas e irritaciones normales. Aburrimiento normal. Toda esta normalidad me está crispando los nervios. El que su obra sea tan benigna es una trampa en sí misma.