Frente al control
One Million Years
23 enero, 2015 01:00La instalación de Falke Pisano, Figures of Speech (diagrammed), 2009
Una exposición en Basilea enfrenta iconos del arte conceptual a modelos críticos con la sociedad capitalista. Todo parte de la obra de un gran clásico, On Kawara y su One Million Years, adoptado aquí, también, como título.
One Million Years. System und Symptom es una propuesta cuyo interés se disemina en varias direcciones. Apunta, como es lógico, a la célebre pieza homónima de On Kawara, el artista conceptual japonés fallecido el año pasado y, por otro, a la relación entre los sistemas y los síntomas, siendo estos el elemento que traba el fluir normativo de aquellos. Por "síntoma" entienden los comisarios, siguiendo al sociólogo Niklas Luhmann, algo que no es compatible con las normas del sistema, lo que representa una anomalía en su normal funcionamiento. Así, la exposición reúne trabajos de corte conceptual de artistas como el propio Kawara, Hanne Darboven o Josef Albers, que siguen desinhibidamente programas previamente planeados, a los que se enfrentan otros de muy distinta índole, ocupados en hacer visibles los sistemas que no son tan evidentes, ocultos para que nada pueda impedir su curso normal. Mientras los primeros responden a una objetividad rayana en la esquizofrenia, éstos, los "sintomáticos", revelan una realidad tangible y accesible para unos pocos solamente, los que perpetran conductas de control social que pretenden pasar desapercibidas en nombre de un statu quo aferrado al ideal tardocapitalista.
Obras de Hanne Darboven en la exposición
El museo tiene una arquitectura compleja y los espacios, sin ser angostos, son algo enconados. Le viene bien a la exposición, especialmente en la planta baja, donde se encuentra una de las conocidas "trampas" de Andreas Slominski. No puede estar mejor traída esta obra sobresaliente del artista alemán, un dispositivo para la captura de pájaros que luego serán examinados desde parámetros científicos. La metáfora es poderosa. Frente a la experiencia objetiva del visitante, que camina forzosamente atento a la caprichosa realidad espacial, la trampa de Slominski se revela como un audaz mecanismo de control. Junto a la trampa, el no menos célebre vídeo de Andrea Fraser filmado en el Guggenheim Bilbao cuestiona el modo en que la mirada del visitante está permanente mediatizada por factores que poco tienen que ver con la experiencia estética y sí con todo aquello que no es arte pero que es esencial para el funcionamiento de la institución.Mientras Darboven o Kawara mantienen su rigor en un mudo repiquetear de catalogaciones y variables, Henrik Olesen o Falke Pisano se cuelan por las grietas del sistema para hacerlo patente. Es especialmente pertinente la desintegración de dispositivos electrónicos de Olesen, que los inhabilita para ejercer su función. La reordenación de sus obras siguiendo otros patrones tiene algo de cáustica reacción ante el afán sistematizador del arte conceptual, resultante casi siempre en una muy rigurosa inanidad. Y es que en esta pequeña pero incisiva exposición, el conceptual es un convidado de piedra en la enmarañada realidad de nuestro tiempo.