Image: Populismo global

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Arte internacional

Populismo global

11 diciembre, 2015 01:00

Goshka Macuga, Model for a Sculpture (Family), 2011

En Viena puede verse una interesante e incisiva muestra en torno al populismo, un fenómeno en alza que amenaza con conquistar hasta el último rincón de la esferas privada y pública. En el ecuador de la campaña electoral, recomendamos este paseo por las salas de la Kunsthalle Wien.

Pocos comisarios le tienen tan bien tomada la medida a la complejidad de nuestro presente como el alemán Nicolaus Schafhausen, quien, desde su actual puesto de director de la Kunsthalle de Viena, y anteriormente en instituciones como Witte de With en Rotterdam o Frankfurter Kunstverein, viene construyendo programas que ponen el foco en los delirios de nuestro tiempo, en los desmanes tardocapitalistas y sus implicaciones en el trabajo y en el día a día de individuos y colectivos, en los efectos de la recesión económica, en los atropellos de la tecnología, en los usos y placeres del ocio... Su discurso es ácido cuando no insolente, y sus montajes desinhibidos y extravagantes. A su estudio del presente ha sumado un buen número de exposiciones en torno a figuras individuales, entre las que destacan sus revisiones de artistas como Liam Gillick o Isa Genzken, muy afines los dos a su libreto.

En la cuna del Accionismo presenta ahora una muestra colectiva titulada Politischer Populismus (Populismo político), un asunto, sin duda, candente. Está formada por 23 artistas y pretende constatar el uso normalizado que de las herramientas que otorgan la cultura popular y las estrategias estéticas contemporáneas hacen las diversas posiciones políticas en su ejercicio de captación de fieles. Cuestiona la exposición las metodologías del poder a través de herramientas artísticas, y uno no puede dejar de acordarse de los partidos que vinculan sus nuevos logotipos a los de las firmas más conocidas o de los líderes cuyos mítines parecen más bien la algarada de un rapero. Hoy el populismo en política cubre todo el espectro ideológico, y, desde luego, no son solo los políticos los que se acogen a tan dudoso fenómeno. El indisimulado desprecio a la inteligencia humana que profesan muchas corporaciones demuestra que todo vale para aumentar los beneficios y frenar los del rival.

La exposición se centra sin embargo en cuestiones puramente políticas, aunque a veces trasciendan lo que entendemos por populismo y flirteen con la infamia que, por otro lado, es central en toda política. Un fantástico trabajo de la surcoreana Minouk Lim que recibió grandes elogios en la pasada Bienal de Gwangju, desempolva un suceso en la historia reciente de Corea del Sur, un asesinato masivo que el poder ha pretendido esconder durante años. La artista denuncia el modo en que el poder coreano construye una representación identitaria asociada al progreso tecnológico, algo sin duda populista, sobre todo cuando al mismo tiempo persiste en la ocultación de sus aberraciones.

Minouk Lim, Navigation ID, 2014

El lenguaje del vídeo es predominante en la muestra, pero hay un elemento de ruptura incontestable, una gran pieza escultórica de Goshka Macuga que articula todo el espacio y que, como la de Lim, remite a un episodio histórico, aunque este es más reciente. Macuga asistió en Polonia, su país natal, a un ejemplo flagrante de populismo cuando la célebre escultura de Maurizzio Cattelan La Nona Ora, en la que aparecía el Papa Woijtila noqueado por un meteorito, fue vandalizada en un museo de Varsovia por dos políticos de extrema derecha. Macuga respondió con una gran escultura de diez metros de altura que representaba una imagen rotunda de los valores tradicionales de la familia, una madre y un padre viendo leer a su hijo pequeño. La escala de la pieza, de nítidas resonancias propagandísticas, ponía en solfa, desde una posición claramente populista, los mismos valores a los que se aferraban quienes, mediante la violencia, manifestaban su menosprecio a la libertad de expresión.

Si la de Macuga es una obra en sí misma pretendidamente populista, las hay también que exploran la estructura de su propia retórica. La obra del jordano Lawrence Abu Hamdan se detiene ante el concepto jurídico de Taqiyya, por el que en las sociedades suníes uno puede eludir decir la verdad con el fin de protegerse a sí mismo y a quienes le rodean. Hay ocasiones, fundamentalmente en casos de persecución, en las que la mentira -y con ella el silencio- puede tener una justificación legal, nos dice el artista en un vídeo en el que lo dicho, lo leído y lo escuchado producen tensiones insólitas.

Christian Falsnaes, Influence, 2012

La muestra tiene también una fuerte relación con las metodologías de la era de internet y con artistas que trabajan en torno al uso fraudulento de la red en la línea denunciada por Edward Snowden, un referente para todo el que considere que recuperar la verdad, algo que nos es persistentemente hurtado, ha de ser el principio de toda resistencia. Artistas como Trevor Paglen, Simon Denny o Hito Steyerl vienen desenmascarando la siniestra realidad que se esconde tras las promesas de emancipación que sugiere internet, cuando esta no es sino el más fiable instrumento de vigilancia y control del que goza el poder para resquebrajar las libertades individuales. En el arranque de la exposición puede verse 89 Landscapes, uno de los más recientes trabajo de Paglen, que ataca al poder utilizando sus mismas armas: la promesa de un mundo idílico de libertad, la instantánea accesibilidad a todo lo imaginable... En una de sus características imágenes, la cámara se dirige hacia una cautivadora playa. Todo es ideal. Pero bajo sus inmaculadas aguas se esconden los cables que trasladan el torrente de datos que permite a la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense conocer todo sobre nosotros.

@Javier_Hontoria