Start ups y la poesía de lo posible
Start Up. Quattro Agenzie per la produzione del possibile
Un proyecto en la Fondazione Baruchello de Roma contempla los nuevos desarrollos económicos desde la ventana del arte contemporáneo.
Baruchello se formó en Económicas pero en 1959 decidió dedicarse exclusivamente a la práctica artística. Como su amigo Fabio Mauri, de quien hablábamos no hace mucho en este sitio con motivo de su extraordinaria exposición en el MADRE napolitano, tuvo plena noción del fascismo y de la guerra, y sus primeras obras, de principios de los sesenta, reflejan la mirada taciturna y sombría de quienes poco más esperan de la condición humana. Cómo aguantar un presente insoportable y cómo asumir lo ocurrido como una consecuencia real de los actos de nuestros semejantes fueron preguntas reiteradas en el trabajo de esta primera etapa, en la que se hizo pronto visible el rechazo inapelable a los funestos ideales totalitarios que forjaron su infancia y su adolescencia. Fue buen amigo de Duchamp, a quien conoció en Nueva York, convertida ya en capital mundial del arte. Flirteó con el Pop y otras tendencias de las nuevas vanguardias pero no enraizó con decisión en ninguno; es más, se zafó siempre con astucia de quienes pretendieron convertir su trabajo en una marca de sí mismo.
Saltemos en el tiempo hasta 1973. Gianfranco Baruchello adquiere unos terrenos medio abandonados en las afueras de Roma. Había una casa sin terminar y unas cuantas hectáreas en las que desarrollaría durante ocho años un proyecto llamado Agricola Cornelia. En él, Baruchello trenzó una densa red de relaciones entre el arte y la agricultura en el marco de la teoría económica que tan bien conocía. Utópico y crítico a partes iguales, el proyecto exploró, desde la perplejidad, el modo en que el arte y la agricultura tensaban, de un modo tan distinto, su valor de uso y su valor de cambio. Le asombraba que el arte se asociara casi exclusivamente con el valor de cambio, esto es, una vez insertado en el sistema, y su lucha se centró en las cosechas y la cría de animales y en la noción de utilidad, en franca oposición a la creciente comercialización del arte. Al fin y al cabo, ¿qué utilidad tenía una gran tela cubriendo el Gran Cañón?, se repetía con indisimulada indignación. ¿No era más útil esparcir semillas y recoger cientos de kilos de remolacha?
Earth Exchange, uno de los cuatro proyectos de Start Up. Quattro Agenzie per la produzione del possibile
El proyecto Start Up. Quattro Agenzie per la produzione del possibile, que puede verse estos días en la sede del Trastevere, recupera el espíritu de Agricola Cornelia. Lo hace con ácida ironía, como atacando al enemigo con su propia medicina. El término Start Up, ya sabemos, alude a las compañías incipientes que abren nuevos caminos empresariales y modelos de negocio apoyadas, en su mayoría, en la tecnología. Baruchello acude a esta idea para repensar, por un lado, las trepidantes transformaciones que se vienen dando en los ámbitos del trabajo, la economía y los sistemas de producción. Y, por otro, sublima el poder del arte para abordar ese activo intangible que es la posibilidad, una forma de entender el concepto de valor que choca frontalmente con el rendimiento frenético que persiguen estas compañías.Lo posible se explora aquí a través de cuatro proyectos, propuestas que buscarán la participación de inversores que puedan producirlos. No hace falta decir que los proyectos, Adozione della Pecora, Earth Exchange, Oggeti Anomali y Produzioni di Utopie distan mucho de satisfacer las ambiciones comerciales de las Start Ups en las que se miran, y más bien parecen querer poner palos en las ruedas del tan cacareado nuevo concepto empresarial. Porque en ellos se recupera el valor de uso real que siempre anheló Baruchello, el de la imaginación, el de la diseminación de las ideas, el del pensamiento crítico, aquél que poco tiene que ver con los productos que distribuyen y comercializan galerías y casas de subastas.
Están intimamente ligadas a la labor desarrollada en Agricola Cornelia las dos primeras. La posibilidad de adoptar una oveja convierte al espectador en pastor potencial, y la imagen tradicional de la oveja como parte de un rebaño queda subvertida a la luz de los nuevos desarrollos económicos. Tras firmar un contrato, el nuevo pastor se compromete a cumplir un decálogo de obligaciones, y la oveja, una silueta plana de madera de tamaño real con un asidero para transportarla, marcha con su nuevo dueño fragmentando el rebaño. Evoca así esta adopción la movilidad y descentralización de nuestro tiempo, y a la vez pone el acento, no sin ironía, en ese nuevo concepto ya tan manido que es el de "compartir", esa irritante y casi ineludible obligación de hacernos formar parte de todo. El rebaño no pertenece ya a un solo pastor sino a muchas decenas, derramadas por las laderas de un mundo sin cerco. Baruchello, que tiene 92 años, pone de relieve, con un proyecto de ligereza y frescura solo aparentes, una de las cuestiones candentes del idioma económico-social de nuestros días.
Uno de los cuatro proyectos de Start Up. Quattro Agenzie per la produzione del possibile
Start Up... se completa con Oggeti Anomali y Produzioni di Utopie, que son todavía un enunciado, pendientes de un desarrollo posterior. Oggeti Anomali espera inversión para la realización de objetos imposibles, inútiles en el sentido material pero realmente incisivos en su alcance crítico. Un guante de Leonardo Petrucci lleva por título Gglove, un error ortográfico (la doble "g"), que evoca un error algo más visible, pues el guante tiene seis dedos. Dudosa utilidad tiene también el ladrillo de Elisabetta Benassi, informe, rugoso, muy difícilmente acoplable a otros ladrillos, negada así su cualidad serializada y ensalzado así su carácter único, impar.
@Javier_Hontoria