Image: Tristes tópicos de Manifesta

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Arte internacional

Tristes tópicos de Manifesta

6 julio, 2018 02:00

Rotor: Da quassù è tutta un` altra cosa, 2018

Tras su paso por Zúrich en 2016 y con Marsella ya en el horizonte en 2020, la bienal itinerante europea aterriza en Palermo con una exposición que quiere poner el acento en cuestiones locales ligadas al territorio, la geopolítica y la exploración de asuntos locales sicilianos. Quería ser una bienal escorada hacia otros márgenes, pero no ha sido así.

Mondello es una ciudad de playa muy popular entre los palermitanos, situada a veinte minutos en coche de la fogosa capital siciliana y al pie de los montes de la reserva natural de Capo Gallo, que atesora una gran riqueza medioambiental. Al monte que domina el entorno lo llaman Pizzo Sella, y en él, los halcones de la Cosa Nostra construyeron sin permisos ni pudor y con evidente mal gusto y opulencia todo un complejo residencial amparado en la ilegalidad. Aunque hay zonas habitadas, el grueso del proyecto quedó a medio hacer, varado en un limbo jurídico que no parece tener fácil solución. Desde Mondello se ve un siniestro reguero de cadáveres arquitectónicos derramados por toda la montaña, y desde lo alto, una exuberante panorámica abraza el Mediterráneo, la trama urbana de la periferia de Palermo y el resto del parque natural. Vemos esta magnífica vista porque el colectivo de arquitectos bruselense Rotor la ha hecho ahora accesible. Ha limpiado caminos y desbrozado maleza, y ha creado miradores y zonas de descanso. Su acción es sutil y no llama mucho la atención, pero su impacto es formidable. Ha restituido para la gente el sentido de lo público que había sido hurtado por la corrupción endémica de la isla, y la atalaya, a la que nunca llegaba nadie, es ahora un espacio para la reflexión sobre la libertad y sobre lo común.

De esta edición, y de la nómina de agentes que la firman -Bregtje van der Haak, Ippolito Pestellini Laparelli, Andrés Jaque y Mirjam Varadinis, una cineasta, dos arquitectos y una comisaria-, uno esperaría, efectivamente, trabajos como este de Rotor, basado en la depuración y análisis de las complejidades del territorio que puedan poner de relieve argumentos locales del contexto de la ciudad de Palermo, de Sicilia o del Sur de Europa desde la confluencia de la arquitectura, el diseño y el arte. Lamentablemente, esto ocurre sólo a veces, pues la mayoría de los trabajos expuestos se acogen a esa retórica normalizada en el ombliguista sistema del arte contemporáneo que persevera, además, en la ya irritante fascinación por la exuberancia de los lugares en los que se presenta. Es algo típico de Manifesta, que busca poner un acento crítico en aquello de lo que tan flagrantemente adolece. Palermo se cae a trozos. No hay dinero en la ciudad para renovar los fabulosos palacios de la zona histórica, y Manifesta, con su conocida inclinación por la espectacularización de lo decadente, recupera y engalana estos espacios, a menudo -y esta es la paradoja- desde una perspectiva política, y favorece así su reinserción. De esta coyuntura no se sustrae el formato de exposición, que sigue una estrategia a la que se recurre con reiteración en los circuitos internacionales y que consiste en seducir a artistas para que acudan al lugar, realicen un trabajo de campo sobre algún tema que haya podido suscitar su atención, esté o no ligado al discurso que da forma habitualmente a su trabajo, obligándolo muchas veces a desviarse de su camino para atender la llamada de la visibilidad.

Cooking Sections: What is above is what is below, 2018

Lo cierto es que Palermo es, por muchas razones, una sede ideal para lo que Manifesta suele querer contar. Es un punto sensible de la geografía europea, como atestiguó el buque de refugiados al que, en la semana de la inauguración, se negó el permiso para desembarcar en puertos italianos, y basa su singularidad en el sincretismo admirable que respiran sus calles y al que alude Maria Thereza Alves en su retablo de azulejos decorados con motivos de pájaros y frutas, venidos de aquí y de allá. Se encuentra en el Palazzo Butera, que acaba de ser comprado por dos coleccionistas que expondrán ahí sus fondos, una vez se renueve completamente, imaginamos, porque hoy da cosa caminar por ahí, por más que deslumbren sus frescos ottocentistas.

Cooking Sections y Jordi Colomer consiguen investigar el contexto sin perder la esencia del discurso de la cita

Uriel Orlow presenta aquí una ambiciosa videoinstalación en la que recoge, de manera algo forzada, muchos de los tópicos de esta isla, la mafia, los árboles y el feminismo que en Palermo emergió con brío cuando las viudas de los guardaespaldas asesinados junto a Giovanni Falcone se alzaron exigiendo respuestas a la autoridad, en uno de los más emocionantes relatos de la historia reciente de la ciudad. Renato Leotta acude también a otro de los grandes reclamos de esta isla, sus cítricos, pero su intervención trasciende la objetiva literalidad de la que se resienten muchos trabajos de esta Manifesta, al plantear un paisaje más mental que meramente visible. Es sutil y evocadora la forma de interpelarnos a través de la reflexión sobre el tiempo, y de cómo esta se materializa en la leve marca que dejan los frutos maduros sobre la hierba al caer de los limoneros de un jardín.

Maria Thereza Alves: A proposal of syncretism, 2018

Además de la citada intervención de Rotor en el monte de Mondello, si tuviera que quedarme con dos trabajos de esta Manifesta lo haría con el de Cooking Sections y el de Jordi Colomer. Y lo haría porque los dos han venido a Palermo a investigar el contexto sin perder la esencia del discurso que les hizo ser llamados a esta cita. Los primeros son un tándem afincado en Londres que encarnan lo que podría haber hecho de esta bienal algo distinto si la diversidad de las prácticas del equipo curatorial hubiera repercutido en una transdisciplinariedad real, más allá de los límites normativos del arte. Cooking Sections, arquitectos alojados en una diletancia consciente y productiva, han explorado sistemas de cultivo en seco en Pantelleria, asumiendo las particulares, si no extremas, condiciones climáticas de la isla mediterránea. Son estupendas sus tres intervenciones en diferentes puntos de la ciudad.

La de Jordi Colomer es una videoinstalación, New Palermo Felicissima, que plantea, con acidez y desde un grotesco y absurdo patetismo, una ficción sobre una excursión turística en una zona nada atractiva del litoral de Palermo. Como ha sido muchas veces habitual en su obra, la instalación incluye los elementos utilizados en la rodaje, en este caso el extraño graderío alzado en la barca. Recupera aquí Colomer su mejor versión, vuelve el regusto de Simo o de Anarchitekton, y es uno de los mejores momentos de esta Bienal.

@Javier_Hontoria