Image: Ramón Gaya

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Exposiciones

Ramón Gaya

Libro de viajes

10 mayo, 2000 02:00

"Ponte Vecchio", 1962. Gouache sobre papel, 46 * 62

IVAM. Centro Julio González. Guillem de Castro, 118. Valencia. Hasta el 2 de julio

En esta exposición se da cabida en-salas sucesivas a una pintura pendiente de las representaciones de paisajes, figuras y bodegones, los géneros que vertebran la obra de Ramón Gaya

A modo de retrospectiva, la exposición que lleva por título El pintor de las ciudades propone un recorrido por la obra pictórica de Ramón Gaya, en la que también se dejan ver sus omnipresentes acentos literarios. De entrada, una primera sala recapitula la trayectoria del pintor, entendida como una sucesión de viajes a través de la pintura y las ciudades que le sirvieron de telón de fondo existencial; obras acompañadas siempre de unos versos, aquí también sostenidos en las paredes.

Conocedor de la luz y el color desde una edad muy temprana, Ramón Gaya (Murcia, 1910) emprendió su dedicación a la pintura de la mano de los pintores murcianos Pedro Flores y Luis Garay, con los que llegaría a París en 1928, no sin antes apreciar la obra de los impresionistas franceses, así como la pintura de Picasso, Braque y Matisse, a través de las reproducciones de que le mostraran los pintores ingleses Tryon, Japp y Hall. Tras una breve estancia en la capital francesa, en la que entra en contacto con Corpus Barga, Francisco Bores, Hernando Viñes, Joaquín Peinado, Mathilde Pomés, Jean Cassou, Jules Supervielle, Max Jacob, Juan Vicens, Fabián Castro y Esteban Vicente, desengañado por los trasiegos de las vanguardias del momento, regresa a España y se establece en Madrid, a las puertas del Prado, lugar de culto y refugio para un pintor que había cerrado los ojos a los estallidos de la vanguardia parisina.

En España, sin embargo, Jorge Guillén, Juan Guerrero Ruiz, Luis Cernuda, María Zambrano y GilAlbert, entre otros, serían la avanzadilla con los que compartiría un viaje por el desasosiego de los encuentros y desencuentros de otra vanguardia que estallaba en pedazos según se aproximaba el fatal desenlace de la Guerra Civil. La contienda española y el exilio empujarían a Ramón Gaya a emprender un peregrinaje por Méjico, Cuernavaca y Roma. A estas ciudades se sumarían después otras muchas como París, Venecia, Florencia, Londres, Barcelona, Murcia, Valencia y Barcelona, hasta completar un vasto mapa en el que el pintor ha ido, pincelada a pincelada, esbozando su apartado diario de viajes.

Sobre un fondo apenas gris que va expandiéndose por todas las paredes de la sala, a través de sus ciudades, se da entrada a un libro de viajes en el que Ramón Gaya hace parada, mostrando sus invariables puntos de vista y sus recovecos más vistosos. La pintura desnuda de Gaya se inicia aquí, por tanto, como la de un peregrino, a veces eremita, consciente de la humildad de su propia obra. De este modo, errante por la pintura, la única ciudad en la que echó raíces -esa vieja ciudad, silenciosa y solitaria, entendida como una forma de conciencia y no otra cosa, como señala Andrés Trapiello, hospedero de la exposición-, el artista va mostrando su insistente viaje de ida y vuelta por los mismos temas y géneros. Desde una primera etapa afectada por el cubismo, de la que cabe destacar Retrato de mi padre (1926) y la acuarela Mujer sentada (1927) -obras esenciales en la exposición-, se da cabida en salas sucesivas a una pintura pendiente de las representaciones de paisajes, figuras y bodegones, géneros que vertebran la obra de Ramón Gaya. Temas intimistas y homenajes a Rembrandt, Velázquez, Tiziano y Rubens, acompañados de sonetos del propio Gaya, van abriendo un abanico de obras a través de las que se airean sus obsesivas visiones de una realidad figurada por una luz que abunda en sombríos tonos, marrones y parduscos, aún en sus acuarelas más azules, las últimas, que no son otras que las de sus siempre próximas ciudades.