Image: Julia Montilla y la mujer invisible

Image: Julia Montilla y la mujer invisible

Exposiciones

Julia Montilla y la mujer invisible

17 abril, 2002 02:00

Moonlight shadow, 2002

Toni Tàpies. Consell de Cent, 282. Barcelona. Hasta finales de abril. De 2.000 a 11.500 euros

Julia Montilla (Barcelona, 1970), un nombre muy presente en colectivas de artistas jóvenes, es conocida sobre todo por sus sugerentes e impecables series fotográficas, donde juega con las posibilidades narrativas del medio y explora las paradojas del movimiento congelado. En lo que yo conozco de su obra suele haber una cierta evocación de apariciones y ectoplasmas, de fenómenos paranormales; también en esta exposición, cuya protagonista es la Mujer invisible. Al entrar en la galería encontramos dos fotos de una serie donde tres boys sostienen en brazos a una bailarina ausente. The invisible woman fue una película serie B de los años cuarenta, que provocó varios remakes bastante cutres, y en torno a la cual ha surgido una extraña secta fetichista. Pero las chicas invisibles que fascinan a esos adeptos llevan vestidos visibles, que hacen palpable el volumen del cuerpo, mientras que la enigmática protagonista de esta exposición es completamente invisible, incluida la ropa. En medio de la sala hay una pieza cilíndrica, un pedestal forrado como de hierba artificial, en el que se hunden cuatro huellas, pisadas de alguien invisible, mientras se oye cantar una voz femenina, la voz de una Ofelia un poco ida.

En el piso de arriba se proyectan dos vídeos, Golden waves y Moonlight shadow, donde asistimos de nuevo a la danza de tres bailarines en torno a una star invisible: la levantan en el aire, la mecen, pero ella permanece tercamente ausente para nosotros. La única diferencia entre los dos vídeos es que la música, los trajes y la coreografía sugieren en un caso un musical de los años cuarenta, y en el otro, algo quizá de los sesenta. Toda esta historia se podría interpretar como una alegoría feminista, o acaso como una metáfora de la desmaterialización que sufren los cuerpos en el mundo virtual de las nuevas tecnologías, pero estas explicaciones me parecen demasiado obvias, demasiado fáciles, y prefiero dejar en el aire las respuestas.