Curro González, la parada de los disparates
Del terror al miedo, 2002
Curro González (Sevilla, 1960) es un pintor incómodo. Su pintura resulta tan fácil de ver y es tan asequible en apariencia, que molesta; algo de agradecer en medio de la complacencia que rodea a la pintura de última hora. Si bien a veces se prodiga en alardes pictóricos, Curro González no es un pintor pretencioso. No sin ironías, la ostentación de la que a menudo hace gala en su pintura está destinada a hacerla llana. De esta forma, todo aquello que en la superficie de su obra se muestra reconocible y familiar para el espectador, en el fondo no es más que una trampa para el ojo y un tormento para la mente. Conocedor de los trucos ópticos, como los pintores antiguos, y experto en las dolencias oftalmológicas, Curro González diagnostica estrabismos y miopías, tics y tensiones oculares, como también reojos y guiños de toda especie. Con ello, a fuerza de mirar sus cuadros, el espectador va encontrando los correctivos que agudizan una visión.Con sus últimas obras Curro González vuelve a arrojar una luz renovada sobre nuestro entorno, que no es otro que el llamado a ser "parada". Bajo el título Parada melancólica, da cabida a un movido desfile de grandes lienzos y papeles, en los que se dejan ver actores y espectadores, como parte de una misma cosa. De este modo, en obras extraordinarias como Parada ciega, una colorista muchedumbre, perfectamente individualizada, protagoniza su cegada e impasible condición de voyeur. En el lienzo Parada del último minuto se da salida a una abigarrada marcha en la que cobran vida los juguetes que pueblan el imaginario colectivo; un episodio más de los disparates de una parada en la que todos somos arte y parte. Entre el absurdo y la realidad más inmediata, personajes circenses en divertidos papeles, y el espectacular cuadro El melancólico, arrojan luz a las sombras que se alargan delante de nuestros ojos.