Poesías de Robert Frank
Arguments
17 febrero, 2005 01:00Ben James, minero, Caerau, Gales, 1953
Robert Frank (1924) se presenta como uno de los renovadores de la fotografía con una influencia decisiva en el fotoperiodismo a partir de los años 60. Se ha dicho que frente a la descripción periodística, él aportó una aproximación subjetiva, muy personal, además de una particular espontaneidad y frescura. Sus fotografías son inmediatas, incluso formalmente dudosas, pero de una gran intensidad. Se ha hecho hincapié en su convicción de que el soporte ideal para la fotografía es el libro y, por lo tanto, la secuencialidad, el orden con que se miran las fotos y las asociaciones que provocan. La historia personal de Robert Frank también se ha contado: abandonó la fotografía en 1959 para dedicarse al cine. Igualmente se ha apuntado que es un referente de la cultura beat y que su vuelta a la fotografía a partir del 72 tuvo un carácter más conceptual o artístico.Ahora bien, cuando se contempla una exposición de las dimensiones de la del MACBA, uno piensa que Robert Frank está por descubrir, que sobre él se van repitiendo una serie de tópicos y que nadie mira sus fotografías. Frank es un fotógrafo como puede ser Cartier-Bresson, un fotógrafo del instante, un fotógrafo formalmente impecable con un especial sentido visual y una particular sensibilidad. Al decir sensibilidad quiero decir que Frank busca la anécdota sutil, la pequeña sorpresa, el guiño de ojo... En la banalidad de la vida cotidiana existe un destello para el cual vale la pena tener los ojos abiertos. Este es el mundo de Robert Frank. Uno de sus trabajos más significativos es el libro Los Americanos (1958). Es el resultado de un beca del Guggenheim que consistía en viajar por el país para captar la visión de un forastero sobre América y sus gentes. Parece que su trabajo causó escándalo. Pero no tenía nada de escandaloso; era, en todo caso, inesperado, porque no era la imagen recurrente. Robert Frank rechaza lo exótico o el lugar común. La creación de Frank es saber descubrir un gesto, una mirada, un niño que juega, una ironía, un reflejo... Y quien dice sutileza dice también poesía. En todos sus reportajes, Robert Frank fue siempre un turista sentimental que miraba desde fuera, pero que no se dirigía al espectáculo, a lo evidente... Su trabajo era el de escrutar lo cotidiano. Claro que también hay una dimensión doctrinaria, por ejemplo, en las series dedicadas a Londres y los mineros de Gales, pero éste es el Robert Frank menos intemporal, acaso el más retórico.
A partir de 1972, cuando recupera la imagen fija, Robert Frank se aleja del fotoperiodismo. Ahora trabajará una fotografía de creación experimental y conceptual. Incorporará en una misma pieza imágenes secuenciales, textos y palabras con una tipografía manual, un tratamiento técnico descuidado... Y, sin embargo, estas obras forman parte del mismo mundo que el de Los Americanos porque es el universo de la poesía. La poesía como chispa que ilumina la imaginación, como algo que se expresa en la lejanía y que nunca se podrá atrapar: esta es la idea que sobrevuela toda la obra de Robert Frank. Ahora, sin embargo, las estrategias expresivas son más obvias y manifiestas. Por el contrario, en Los Americanos esta poesía era inasible y finísima. Robert Frank ha tenido una gran proyección posterior, aunque lo que se imitado es su técnica descuidada, su aparente mala forma... Aquello que es realmente su aportación pasa desapercibido. La poesía es sensibilidad y saber mirar la vida; no una cuestión de método o de técnica.