Image: Albert Vidal, brujo y juglar

Image: Albert Vidal, brujo y juglar

Teatro

Albert Vidal, brujo y juglar

Presenta El Príncipe en la sala Capitol de Barcelona

17 febrero, 2005 01:00

Vidal actúa en el Capitol de Barcelona

Albert Vidal es uno de esos catalanes más próximos a la rauxa -¿locura?- que al seny-¿sensatez?-, como Dalí o Pla… Como muchos de los grandes hombres de teatro preocupados por sus esencias rituales, Vidal ha viajado hacia culturas primitivas que conservan la vinculación con sus orígenes. El pasado año, cuando estrenó El Príncep (El Príncipe) en el Teatro Nacional de Cataluña, hacía quince años que no actuaba en Barcelona. Durante este tiempo su vida ha transcurrido en Mongolia, de ahí su contacto con las antiguas tradiciones chamánicas en Kazakhstan. Es una experiencia que se une a sus anteriores años de formación con Lecoq, con Kazuo Ohyono, con Marcel Marceau… Una vida que transcurre también en el Níger, en el Tibet, en el Himalaya. A Albert Vidal yo le he visto mostrarse en un ataúd, desenterrarse como alma de serpiente para ejercer como oficiante de una ceremonia al son de los tambores de Hellín; le he visto interpretar a un vendedor de helados en la plaza de Sitges. Y luego en el zoológico de Barcelona interpretar a un ser humano en su vertiente de animal de costumbres. Era el Hombre Urbano. También ha hecho de hombre-anuncio y de predicador ecuménico.

Albert Vidal domina su cuerpo, su gesto; precursor de performances, de modernas teorías teatrales, forma parte de esa antinarrativa del teatro que tanto le gustaba a Brossa. Vidal es un bufón. Un gran bufón que regresa a su país natal "reencarnado en Kugu, el gran príncipe telúrico". Acompañado de dos músicos, se propone hablarnos ahora en la sala Capitol con humor e ironía de lo que él considera que son los grandes temas de nuestra sociedad: el poder mediático de la publicidad, el dinero como religión, el sexo, la pérdida de poder de los ancianos. Los espectadores se convierten en los seguidores del Movimiento Telúrico Internacional dispuestos a escuchar a su gran guía, solo en el escenario con la compañía del violín y el udú de Xavier Macaya y Jordi Ralo. Es también dueño de su palabra para pronunciar divertidísimos discursos sobre lo ridículo del comportamiento humano y sobre los intereses que rigen la sociedad… Su discurso, en una clave cómica que de vez en cuando es grito de solidaridad, se articula con movimientos y coreografía ritual, con una deliciosa música de resonancias orientales.Extraño, inteligente y divertido espectáculo de uno de nuestros mejores bufones.