Agua crujiente: ¡Qué bien suena!
A Ua Crag_ Agua Crujiente
1 septiembre, 2005 02:00Pepe Ortega: Puerta Sur, 1995
¡Que bien suena esa definición: Colectivo de Acción Artística y Espacio Alternativo!, dice Luis Francisco Pérez, cuando se refiere a la que de sí mismos daban, hace ahora veinte años, los integrantes de A Ua Crag, un grupo de artistas que fundaron, en Aranda de Duero (Burgos), un centro autogestionario e independiente, con una vocación internacional y una voluntad pedagógica, si no didáctica, paralela, que desarrolló su labor desde 1985 hasta 1996, con un periodo especialmente álgido entre 1988-1993.Si actualmente hay cierta unanimidad de juicio sobre lo ocurrido en la escena artística en la "alegre" década de los ochenta, con sombras mayores y más espesas que las luces que la iluminan, y, ciertamente también, hay un reconocimiento explícito de que gran parte de los movimientos entonces desencadenados no fueron sino oportunismos mercantiles, llama más la atención, y así lo certifica esta oportuna exposición, la solidez y coherencia de una propuesta surgida extramuros del mercado, con la pretensión de servirse de él en la medida que considerase adecuada, sin renunciar a sus fuentes de procedencia ni a una actividad en un tanto por ciento elevadísima disidente de las tendencias en promoción, que empleaba para su funcionamiento cauces en apariencia tradicionales -así la inauguración del Espacio-Galería A Ua Crag, las colaboraciones con otras salas, la presencia en ARCO, las publicaciones y ediciones de arte- sin olvidar en lo que fueron pioneros, su ámbito internacional, del que cabe decir que, en la medida de sus inversiones, alcanzó un éxito que para sí quisieran quiénes hicieron costosísimas campañas de promoción evacuadas ineluctiblemente con el fracaso.
No citaré por su nombre a todos sus componentes -entre ellos Miquel Cid, Rufo Criado, Rafael Lamata o Jesús Max-, ni todas sus exposiciones -sólo las hechas en Rheinlandhalle, de Colonia; A(rt) Ssenede, en Assenede, Bélgica; en el Centrum Beelde Kunst, de Rotterdam, Holanda; en la Chapelle Saint Louis de la Salpetrière, de París y el Musée Bonat de Bayonne-, ni las restantes actividades que realizaron, pues están precisa y coordinadamente documentadas en la exposición, sino que señalaré la actualidad y vigencia de sus iniciativas y de tantas piezas ahora reunidas, vinculadas a la expansión del discurso político, a la interrelación arte-naturaleza y su configuración en el espacio público y el privado, lo corpóreo que abarca desde la identidad a la participación performativa, la incorporación no artificiosa de los nuevos medios sin renunciar a disciplinas habituales, etc., así como su ilación con la tradición centroeuropea más que con la norteamericana. Un espectro lo suficientemente amplio como para que el paso de los años no nos haya distanciado de ellos ni escatimado vigencia a sus proposiciones.
La muestra, a mi juicio, es un ejemplo a seguir para el conocimiento de lo que, surgido en el ámbito local, lo sobrepasa hasta el punto de hacerlo imprescindible tanto en ese mismo terreno -al que desgraciadamente se dirige la mayor parte de la estrecha actividad autónoma y municipal-, como en aquellos donde impulsó su reflexión.