Nathan Carter. Formas de lo invisible
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22 febrero, 2007 01:00Unidentified Neo-Ceo’s Flying Blacked Out..., 2006
Mientras ultimaba el montaje de la exposición, Nathan Carter me comentaba que en Casey Kaplan, su galería neoyorquina, sus colegas artistas se caracterizan por la dimensión conceptual de sus trabajos (entre ellos están Liam Gillick, Jonathan Monk o Simon Startling, los tres británicos, por cierto). "A mí me hubiera encantado que mi trabajo hubiera enraizado en esa onda neoconceptual -decía- pero ha acabado en algo mucho más visual, más narrativo". El trabajo de este artista nacido en Dallas en 1970 está, efectivamente, profundamente arraigado en la experiencia visual, lo cual no quiere decir que esté necesariamente ligado a lo real. Sus trabajos más conocidos son cartografías de ciudades en las que Carter combina su voluntad descriptiva con una clara tendencia hacia la abstracción. Son ciudades imaginarias, cimentadas sobre intricadas redes de comunicación, entendidas éstas en toda su amplitud, desde los medios de transporte hasta los más avanzados sistemas de telecomunicaciones. Toda estructura dinámica es susceptible de formar parte de este universo complejo, siempre urbano, que Nathan Carter propone en esta primera individual en Madrid.Carter trabaja fundamentalmente con maderas, pequeñas piezas que ensambla y superpone creando tramas que a menudo se desligan del muro. Si bien sus trabajos más conocidos abundan en la más compleja amalgama, con multitud de pequeñísimas piezas, la deriva última en el trabajo del artista es una síntesis más depurada, más abstracta y orgánica, algo que no sólo repercute en la forma sino también en el color, mitigado en su mínima expresión en monocromos o bicromías fácilmente identificables en la cultura popular, como la indumentaria deportiva del AC Milán. También reciente es la introducción de varas de metal que subrayan este nuevo carácter reduccionista. En uno de los mejores trabajos, fruto nuevamente de una imaginación rayana en lo delirante, Carter propone a través de tres o cuatro varillas de diferentes colores, cómo sería, en el supuesto de que existiera, el plano de metro de la ciudad de Kingston, Jamaica.
Porque en estas amalgamas, en las más complejas y también en las simples, el artista no sólo plantea un inventario de formas y soportes dinámicos. También otorga forma, visibilidad a lo que escapa a la vista. Carter nos permite ver el aire, contemplar el ruido y la furia urbanas, se yerguen ante nosotros las frecuencias de radio y adquiere color y contornos el maldecir histérico del que sufre los atascos. Entre lo visible y lo invisible apenas hay espacio para respirar.
Hay una cierta oscuridad implícita en estas descripciones fragmentarias y abstractas. En sus escenarios saturados, Carter nos sitúa al borde del colapso. Aun así, seduce el proceder del artista: a través de un trabajo eminentemente manual y artesanal, desmantela los riesgos y peligros de una sociedad abismada en su obsesión tecnológica.