Image: Manglano-Ovalle. Ver en la oscuridad

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Exposiciones

Manglano-Ovalle. Ver en la oscuridad

Nocturno... (En tiempo real).

26 junio, 2009 02:00

Nocturno (Detalle), 2002

Comisario: Sérgio Mah. Matadero. Paseo de la Chopera, 14. Madrid. Hasta el 12 de julio.

Una de las experiencias estéticas más exquisitas en el marco de PHotoEspaña es esta videoinstalación de Iñigo Manglano-Ovalle (Madrid, 1961). Como en otras ediciones -recordemos la rotunda instalación de Alfredo Jaar que ganó el premio Off hace unos años-, la propuesta parece exceder el objeto del festival fotográfico, no sólo por su, en este caso, (lógica) extensión al terreno del vídeo. Más bien, como en aquella de Jaar, su exceso radica en el planteamiento reflexivo sobre la visualidad en el mundo contemporáneo. Un tema recurrente en la consolidada trayectoria de Manglano-Ovalle, tras dos décadas de exposiciones.

Desde el comienzo, el artista -de origen español pero formado entre Latinoamérica y Estados Unidos y profesor en la Universidad de Illinois (Chicago)- viene trazando una red de preocupaciones en la que se entrelazan: el cuestionamiento político de grandes temas que afectan a la globalidad (el cambio climático, las migraciones, las guerras); la intersección entre la manipulación mediática y el imaginario individual; la renovación en la creación artística con medios audiovisuales a veces en colaboración con científicos, aptos para conectar con un público que pertenece al régimen de la moderna tecnocracia, y la reflexión sobre los límites de la estetización del producto artístico. Todo esto, con un fondo muy nutrido en lecturas de literatura y pensamiento, antiguas y contemporáneas, fundamentales en la historia de la cultura occidental. Y en un proceso muy sedimentado en el que elementos de anteriores series son reutilizados e incorporados en nuevas propuestas.

Eso es lo que ocurre en la excelente instalación en la antigua cámara de refrigeración del Matadero, un espacio impresionante todavía sin restaurar, que, a pesar de que está propiciando algunos de los mejores diálogos de artistas con espacios madrileños, no es fácil dominar. La pieza está compuesta por dos vídeos en monocanal: uno, de los campos afganos de opio que financian el terrorismo; junto a éste, el del sueño de su hijo bebé -que algunos aficionados recordarán haber visto en la exposición monográfica del artista en La Caixa, en 2003-. A ellos se suman el onírico cuadrilátero sobre frágiles pantallas que proyectan, en tiempo real, unas amapolas (adormideras) artificiales levemente agitadas por ventiladores. Y todo esto, en una envolvente luz verde infrarroja, que es la empleada en los juegos bélicos, emitidos por la televisión global para la guerra de Irak -la más manipulada hasta la fecha por los medios de información-. Pero que es también el verde absenta de los visionarios experimentales de las otras puertas de la percepción, el color del simbolismo postromántico de las pesadillas del opio, estupefacientes y alucinógenos. Y también el color complementario -en el daltonismo- de la iluminación roja en el pendant de esta instalación: la reproducción a tamaño real del fantasmal camión-laboratorio, que justificó la invasión de Irak, junto al transistor que la divulgó a nivel planetario. Una de las mejores piezas en la última Documenta.

Se habla de la guerra, de manipulación mediática y de las frágiles paredes de ilusiones y apariencias controladas frente a las que alertaba Platón en el mito de la caverna. Entre pantallas, casi ciegos, ¿preferiremos ser sonámbulos o quizás insomnes? Virtualmente, el conjunto se completaría con Dirty Bomb (2009), un prototipo a escala de Fat Man, la segunda bomba nuclear lanzada sobre Nagashaki, que contrasta con la fascinación estética ante el hongo exterminador en el imaginario colectivo y que fue presentada hace poco en Berlín y Nueva York.