Image: Fridfinnsson, paisajista conceptual

Image: Fridfinnsson, paisajista conceptual

Exposiciones

Fridfinnsson, paisajista conceptual

Hreinn Fridfinnsson

15 enero, 2010 01:00

For Light, Shadow and Dust, 1994-2009

Galería Elba Benítez. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 24 de enero. De 2.500 a 30.000 E.


Hay elecciones que indican un estilo, un modo de hacer y de entender la profesión de galerista. En ese sentido, la presencia del islandés Hreinn Fridfinnsson (1943) en Elba Benítez certifica el ideario que orienta lo más interesante de su trabajo. Aunque esta es su primera exposición individual en Madrid y también en España, no es precisamente un artista joven, sino más bien al término de la madurez y con un largo currículo a sus espaldas.

El crítico Frédéric Paul caracteriza su período de formación como una tensión entre dos tendencias antagónicas, el paisaje y la abstracción geométrica. Una posición, por así decir paradójica que sigue manteniendo como postura vital medio siglo más tarde y que confiere a sus obras una ambigöedad que sorprende al espectador, inseguro ante su apreciación artística, y conmovido por su capacidad visual. Para el crítico, los años 70 fueron los de un uso continuado de la fotografía y el texto en propuestas conceptuales; los 80, los de la atracción por la escultura y el objeto, y los años 90, los de la reconciliación entre ambas tendencias. Por mi parte, me atrevo a decir que los del nuevo siglo han sido los de una mayor, y de más clara dicción, expresión poética.

Para su presentación madrileña se han elegido obras recientes que se despliegan en un montaje cuidadoso, en el que las piezas son importantes tanto por sí mismas como por la relación que establecen con la arquitectura interior de las salas. Lo mismo subrayan una esquina mediante una secuencia rítmica de hojas de ginkgo, que duplican el espacio con espejos o trepan por las paredes haciendo consciente al visitante del "paisaje" conceptual y sentimental que componen.

Poseen una inteligencia delicada y, como es el caso paradigmático de esas estanterías de cristal recubiertas de pan de oro, conjugan una veta lírica y una lectura irónica del discurso de la modernidad que nunca es sarcástica o mordaz, sino humilde y sencillamente descreída de cualquiera de sus heroicidades y convencida, sin embargo, de su imperiosa necesidad vital.