Festival Schütte
Thomas Schütte. Retrospección
26 febrero, 2010 01:00La mujer como icono
Es allí donde aparece por primera vez la serie de esculturas de "mujeres reclinadas": una iconografía clásica en las artes plásticas de la tradición europea, que sirve de referencia para la renovación de la escultura llevada a cabo en la primera mitad del siglo XX y que Schütte vuelve a revisar en la estela de la estética de la abyección, tan fructífera en aquella década. La diversidad estilística a la que somete este modelo de la mujer postrada, es decir, vulnerable y como objeto de deseo sexual disponible, es sencillamente impresionante por la riqueza de sus recursos formales. Pero la representación de la mujer, al ser también un motivo de tan larga tradición y, simultáneamente, de tanta actualidad (en esta época en que las mujeres han pasado a representarse a sí mismas, compartiendo con todos lo natural que es su representación como objeto en nuestra tradición: de aquí el gran acierto de montaje al insertar estas piezas entre la naturaleza del claustro Sabatini) asegura que esta serie será uno de los puntos fuertes en la recepción polémica de esta retrospectiva, por parte del público aficionado y entendido.
Pues Schütte lleva al extremo sus posibilidades: la anterior representación del torso de la mujer desnuda "sin cabeza" adquiere aquí la forma de un hachazo o violenta hendidura vaginal hasta el pecho; la quimérica y sensual "sirena" concluye en una cola-lengua-glande. Torpe y espatarrada, sumisa a disposición del misionero o bien aplastada, como por un enorme rodillo, la serie contrarresta la capacidad subvertidora de la "mujer cuchillo" de Bourgeois y de tantas y tantas versiones de artistas que desde la introspección han reaccionado frente a la tradición, aportando imágenes contra la dominación patriarcal en el presente.
¿Decorativo o explosivo?
En la trayectoria del artista, es interesante que esta serie (donde se comporta ya como un viejo maestro como Picasso, alimentándose de la tradición) sea una especie de intervalo en la serie de Grosse Geister (gran espíritu), con que sin duda Schütte ha ingresado ya en la gran Historia del Arte. Crecidos a partir de las pequeñas siluetas de personajes desperdigados en sus maquetas sobre la inexistencia de un espacio público real en las democracias actuales, son iconos del sujeto contemporáneo y de la incertidumbre lábil de nuestra época, dúctiles y amorfos -como la experiencia actual, inaprensible e insegura-, infantiloides y burlones, manifiestan la mirada ácida y de profundo pesimismo, que se ha ido acentuando en este artista. Desde el inicio, tan consciente y descreído -pero tenaz-, como su maestro Gerhard Richter, en las posibilidades de supervivencia de las artes tradicionales (pintura y escultura), así como del comentario crítico que desde el arte pueda aportarse a la sociedad, el joven Thomas Schütte reduce la pintura a un "enladrillado" decorativo, pero explosivo. Es el fuego de los crematorios, cuya tipología predomina en sus maquetas arquitectónicas posteriores, así como en los subterráneos-refugios-tumbas ¿nucleares? de un artista que se niega a olvidar, como cuando en 1991 preguntaba ¿Dónde está la tumba de Hitler?, para pasar a continuación a evidenciar con Los Extraños en la Documenta de 1992 -montando un homenaje a Malevich y al Ballet Triádico de Schlemmer-, la humillación a la que se estaba sometiendo a los emigrantes tras la reunificación alemana.
De sensibilidad ígnea, tan alemán, Schütte tenía que desembocar en una estética expresionista: con pequeños modelos de cera que también han ido creciendo y solemnizándose. Pero es verdaderamente excepcional el montaje en el escenario de la biblioteca-antigua sala de protocolo, contra el poder-saber de la autoritas. Y a pesar de la amplitud de esta muestra, hay mucho más Schütte que lo mostrado en el MNCARS. En su web descubrirán otros schüttes. Regidos, sin embargo, por una fuerte autoría: pues a través de todas sus facetas, hay un Schütte que vuelve y vuelve a sí mismo: que imagina su tumba con 31 años, que polemiza sarcástico con la trivialidad y las modas del medio artístico y se identifica siempre solitario, como un náufrago.