So british!
Let us Face the Future.
3 diciembre, 2010 01:00Peter Blake: Love Wall, 1961.
Tomando como título el eslogan con el que, en 1945, el partido laborista ganó las elecciones en Gran Bretaña, la Fundació Miró de Barcelona revisa la eclosión del arte desde la victoria con una gran exposición sobre el Pop Art.
Entonces Londres era una fiesta: epicentro de la creatividad, especialmente en los ámbitos de la moda y la música -de los Beatles a Mary Quant-, deslumbraba y atraía a aquella juventud que desde un país bajo una dictadura, como era España, buscaba alternativas a su contexto cultural. Londres se situaba más accesible que Nueva York, el sueño más allá del Atlántico. Y París..., París, estaba como aletargada en el terreno artístico, era otra historia. Así, la exposición Let us Face the Future, organizada por la Fundación Miró y el British Council y patrocinada por la Fundación BBVA, pretende explorar ese Londres de los años sesenta en el campo de la alta cultura, que no es otro que el universo del Pop Art (Paolozzi, Hamilton, Blake, Kitaj, Hockney... todos ellos muy bien representados en la muestra) y el de artistas tan importantes como Anthony Caro o Bridget Riley (con una pieza espectacular), entre muchos otros.
Ahora bien, para los comisarios, Andrew Dempsey y Richard Riley, sumergirse en la rica vitalidad de los años sesenta -la parte más extensa de la muestra- significa establecer un mapa o un contexto que expliquen su origen y su formación. En todo caso el Pop, Caro o Riley no surgen de forma espontánea, sino que se vinculan a una tradición de arte de experimentación de la cual se nutren. Ésta es la tesis de la muestra y a partir de aquí se articula un relato iniciado al término de la Segunda Guerra Mundial que desemboca en los años sesenta. El esfuerzo de los comisarios es el de establecer una suerte de continuidad entre las generaciones.
Puede que quien se aproxime a la exposición desconociendo el arte británico, más que itinerarios o transmisiones entre generaciones de artistas, piense la exposición como una especie de puzzle de imágenes diversas. Y, sin embargo, éste es un aspecto que juega a favor de la muestra, que elude siempre las lecturas mecánicas o las simples relaciones de causa-efecto. Lo que se presenta es el "humus" del que fructificará el esplendor de los sesenta.
De la exposición se desprende un aspecto muy significativo: la existencia, no tanto de un arte nacional, como de una tradición típicamente británica, por lo menos en lo que se refiere a las manifestaciones que alcanzan la segunda mitad del siglo XX, que es el caso que nos ocupa. En estos momentos el arte y el mercado del arte son ya internacionales, pero las diferentes geografías y centros culturales aportan su particular sensibilidad. Existe un Pop británico de la misma manera que, por ejemplo, Roger Hilton o Peter Lanyon, asociados al expresionismo abstracto, forman parte, según los comisarios, del contexto y el paisaje de St. Ives, una pintoresca localidad del litoral de Inglaterra, equivalente a nuestro Cadaqués, que concentró una colonia de artistas. Y sin embargo, esta tradición hecha de acentos va a desaparecer bajo el imperio de la globalización. Los Young British Artist de los años noventa son ajenos a cualquier idea de tradición, son simplemente un síntoma de la internacionalización del mercado.