Image: El ocaso del cuaderno de dibujo

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Exposiciones

El ocaso del cuaderno de dibujo

Viajes artísticos y conservación del patrimonio en la España del siglo XIX: Valentín Carderera y Pedro de Madrazo

19 julio, 2013 02:00

Castillo de Montearagón, Huesca

Fundación Lázaro Galdiano. Serrano, 122. Madrid. Hasta el 23 de septiembre.


Además de ávido coleccionista de arte, Lázaro Galdiano fue un gran bibliófilo, por lo que su museo guarda tesoros de papel a los que se dedica una línea de exposiciones de cámara bien planteadas por Juan Antonio Yeves. Lázaro compró parte de la importante colección de Valentín Carderera (Huesca, 1796-Madrid, 1880), pintor, escritor e historiador a quien debemos, entre otras cosas, la primera biografía de Goya en España y el estudio de sus dibujos. Hay en el museo algunas pinturas procedentes de ella, y unos 680 dibujos y acuarelas de vistas urbanas, monumentos y detalles arquitectónicos realizados por el propio Carderera en sus viajes relacionados con la conservación patrimonial.

Esta pequeña exposición es una buena introducción a un capítulo interesantísimo de la historia del arte en España. A una escueta selección de dibujos de Carderera se une, junto a algunos manuscritos y publicaciones, el álbum con los dibujos que hizo en 1865 Jaime Serra durante su viaje junto a Pedro de Madrazo (Roma, 1816-Madrid, 1898) al servicio de la Comisión de Monumentos, en la que también participó Carderera. Esta se había creado en 1844 para inventariar y proteger el patrimonio monumental español, en un momento crítico tras la primera guerra carlista y las sucesivas desamortizaciones. Se documentó por escrito y en imágenes, con colaboración de escritores y pintores que sumaban a la sensibilidad romántica introducida por los viajeros ingleses y franceses en la primera mitad de siglo una mirada guiada por la naciente historiografía del arte. Algunos de aquellos viajeros, como Merimée y Victor Hugo, estuvieron implicados en una iniciativa homónima, anterior, en Francia, que luchó como aquí contra la destrucción de los monumentos.

Viajar en aquellos tiempos era aún una aventura: no había trenes y ni siquiera era posible transitar en carruaje todos los caminos. Estas expediciones artísticas tuvieron como destino regiones del norte que habían sido consideradas secundarias o sin interés por los viajeros románticos, por no ajustarse al patrón exótico, e incluso para quienes estudiaban sus monumentos y reconocían en ellos un elevado valor histórico podían resultar chocantes. Es muy elocuente la anotación que hace Parcerisa, autor de Recuerdos y bellezas de España, en un dibujito que adjunta a una carta enviada a Madrazo tras visitar Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo en 1853: "La figura creo sea todavía más estrambótica".

Uno de los aspectos más relevantes que se vislumbra es el de la transición entre dibujo y fotografía, y entre manuscrito y publicación. Vemos el libro de Hernández Sanahuja sobre el Monasterio de Santas Creus, con el texto primorosamente escrito a mano... pero acompañado de fotografías. Y los dibujos de Carderera reproducidos en fotograbados; pero también se "traducían" a litografías y xilografías para ilustrar los libros que satisfacían el nuevo interés de la burguesía por las riquezas nacionales, como España artística y monumental de Pérez Villaamil, y las revistas del momento, como El Artista, Semanario Pintoresco, El Arte en España, o Museo Español de Antigüedades. Las reproducciones fotográficas no ofrecían en ocasiones el detalle o el punto de vista adecuado para reflejar algunos elementos arquitectónicos, y entonces se recurría al dibujo que, además, como vemos en Carderera, permitía añadir detalles pintorescos y "encuadres" enfáticos como los arcos que dan paso a todos los interiores seleccionados. Mas la Mission héliographique francesa, creada en 1851, mostraría bien pronto la dirección que iba a seguir la divulgación arquitectónica.