A la intemperie por J.J. Armas Marcelo

Diccionario de los malos (I)

2 mayo, 2018 16:08

En el Diccionario de los malos (y pésimos) escritores, que trabajo con la paciencia de Penélope en Ítaca, han ingresado esta semana Caperucita Roja y su 'Negro', una pareja ya deshecha pero que dio el pago con sus desmanes y fraudes literarios a lo largo de la década y media del felipismo y del septenio zapaterista. Una de sus más grandes hazañas fue un viaje por Centroamérica de diez días (consta que en Panamá estuvieron tres días) con el que escribieron un libro de "viajes" para que les dieran un premio literario, de libros dizque de viajes, entonces bastante importante. Una semana antes de que les dieran el galardón, Caperucita cantaba entre sus amigos del bar de la calle Libertad su canción preferida: "Nos van a dar un premio/nos van a dar un premio...". Así fue. El afán de Caperucita no era la literatura, sino el dinero y la fama. Quería llegar a Ministra de Cultura del País de las Maravillas, como aquella actriz griega de tanta fama, y en su ordenador tenía la lista de sus amantes, a quienes iba colocando al lado de sus nombres una cruz conforme los pobres iban falleciendo. Su 'Negro', el que escribía por ella, era buena persona, y no mal escritor, y terminó cansándose de su dueña a la que, en conversaciones privadas, llamaba 'la Bruja', no sin razón desde luego. La "entrada" de Caperucita en el Diccionario... está llena de sabrosas y exquisitas anécdotas, como aquella que cuenta que, una vez, envió a su chófer oficial con su gato hasta Barcelona mientras ella, al mismo tiempo, tomaba un avión.

Estatua de James Joyce en Dublín

Estatua de James Joyce en Dublín

También ha entrado durante esta semana primaveral un 'malo' (Pérez-Reverte es, en este caso, 'el bueno', su reverso: como Guillén 'el Malo' y Guillén 'el Bueno' en la poesía de lengua española) que posa de escritor de viajes, cuando no sabe lo que es la escritura ni los viajes. Hace años, escribió un libro sobre los viajes de Ulises, sin tampoco saber lo que eran los viajes ni quién realmente era Ulises; sin saber que fue Calipso la que lo convenció para ser inmortal; sin saber que su regreso a Ítaca no ocurrió sino que fue una argucia para escapar de la muerte, una historia más de su astucia que contó a Nausícaa, la autora del cuento; sin saber nada de las tesis de Robert Graves, ni de Túnez ni de la fundación mítica de Lisboa; sin saber nada de griego clásico ni de inglés. Después escribió de Dublín y de Irlanda, sin saber nada del otro Ulises, poco o nada de Leopold Bloom y nada de los jesuitas ni de Joyce. Su osadía lo llevó a escribir un libro sobre Nueva York en un mes de estancia en Manhattan; y antes escribió uno sobre Roma también en un mes que estuvo en la Ciudad Eterna becado en una institución española. Todo esto, además del intratable libro sobre el Congo, estaría más o menos bien (o mal) si la prosa en la que escribió y escribe sus imposibles viajes a ninguna parte tuviera la estética que demanda una aventura de esta envergadura. Podría haber estudiado mejor a Naipaul, por ejemplo, o a Deville, o a Goethe, yo que sé, a escritores de los que copiar lo bueno para no acabar en el Diccionario de los malos (y pésimos) escritores con el que me entretengo desde hace tiempo para apartar estos malos fantasmas de mis trabajos y mis días.

Decía Einstein, con mucha razón y tino, que el número de los imbéciles entre la Humanidad es infinito. Ya lo creo: en este comentario de hoy he puesto dos ejemplos. Dejo, como un apéndice irresponsable, al 'Negro' de Caperucita Roja y al cervecero gallego que acompaña al 'creador' de Ulises,  que funge en los últimos años locos de editor que vacía con sus libritos a las instituciones públicas de su tierra. ¿Y qué tal son como personas todos estos "malos" y pésimos escritores? No pueden hacerse idea: están en la lista infinita a la que se refería Einstein al hacer referencia a la idiotez de la Humanidad, pero son además malas personas y sepulcros blanqueados, incapaces de dar la cara en ninguna batalla noble. Y tal como decía Umbral, "ya que no dan la cara, que den el culo". Bueno, no dan ni eso: muestran una máscara de bondad para asestar a su presa una puñalada siempre por la espalda. Nihil novum sub sole, camaradas. Le he enviado a Calipso las entradas del Diccionario... que he terminado esta semana primaveral. Dice que Ulises se ha reído mucho. También le envié a uno de los enanos de Blancanieves algunos párrafos de la entrada de 'la Bruja'. Como no podía ser menos, se ha molestado muchísimo.

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