Dios, los dados y el universo
'Un verdor terrible', libro de Benjamín Labatut, hace recordar, incluso después de una semana de leerlo, a los textos de Lewis Carroll sobre Alicia
Haber, Schwarzschild, Mochizuki, Grothendiek, Einstien, Heiselberg, Schrödinger, y otros muchos científicos y locos que revolucionaron las ciencias matemáticas, las químicas y las físicas, son los personajes fundamentales de Un verdor terrible (Anagrama). Este libro inclasificable de Benjamín Labatut, todo un descubrimiento intelectual y literario para mí, parco en física y en química y también en matemáticas, es una gran epifanía. Sólo puedo, como lector, mostrar mi asombro y agradecimiento a Labatut, del que no había leído nada hasta ahora y del que ya me siento deudor por todo lo que me ha enseñado la lectura de Un verdor terrible.
Realidades paralelas, venenos que se convierten en drogas y en bombas a lo largo de la Historia y los siglos, relatividad, hasta llegar a los balbuceos y el desarrollo de la física cuántica, gente que vive sólo y exclusivamente para lo que consideran, y lo es, los adelantos de la ciencia y del hombre en este valle convulso de la vida y el mundo. Lo más fabuloso del libro de Labatut es que, además de conmover, emocionar y enseñarnos tantas cosas que no sabíamos, es que me hace recordar, incluso después de una semana de leerlo, a los textos de Lewis Carroll sobre Alicia, no en vano obra de un gran matemático que profetizó la revolución tecnológica que todavía imparable estamos viviendo.
Para algunos físicos, la mecánica cuántica es un galimatías de ficción que, aunque comprobado en muchos de sus aspectos jeroglíficos, no ha avanzado nada en el campo estricto de la física. No seré yo, profano en esas materias, quien se ponga a discutir con ningún científico sobre estos asuntos, ni mucho menos. Sólo hablo como lector, como lector de alta literatura, y el libro de Labatut lo es desde mi punto de vista. Los personajes, todos ellos científicos, parecen todos de ficción y también sus trabajos, pero la documentación que exhibe el autor es uno de los asombros para el lector que entra, limpio de polvo y paja, y de prevenciones y prejuicios, en las páginas fantásticas de Un verdor terrible. Las historias de las vidas de estos científicos son, igualmente, inclasificables. El vulgo diría que estaban locos, y no les falta razón, en el buen sentido de que todos son extraordinarios y vienen a descubrirnos, una vez más, que vale la pena seguir leyendo libros para aprender, saber e imaginar. Es decir, para pensar. En efecto, es un terrible que nos dice que el esfuerzo y la capacidad humanas por alcanzar el futuro, por hacer que la Humanidad progrese, tiene grandes conveniencias y bastantes inconveniencias. Es decir, cada progreso trae consigo un retroceso, una lucha entre el bien y el mal que el ser humano se empeña en repetir cada vez que da un paso adelante para alcanzar un futuro que nunca llega, que puede ser una especie de utopía con la que el Tiempo, el dios de todas las ciencias, juega con nosotros. El Tiempo, ese dios todopoderoso que devora insaciablemente a sus hijos, los ángeles rebeldes que buscan en la ciencia el objetivo de sus vidas.
Si se trata de la mecánica cuántica, aquí se describe históricamente la discusión entre Einstein y Schrödinger, en dos frases que han quedado para la Historia general del ser humano. "Dios no juega a los dados con el universo", exclamó Einstein al final de la exposición de sus teorías cuánticas en la conferencia científica más importante de la Historia. No pudo utilizar otra fase para refutar las tremendas teorías de Schrödinger. "Ni es nuestro trabajo decirle a Dios cómo debe manejar al universo", remató Schrödinger a Einstein. Pero ahí no ha acabado todo, se ha ido ya mucho más allá en la mecánica cuántica. Heiselberg lo ha hecho con sus matemáticas conclusiones teóricas: todo está conectado en el tiempo y en el espacio. Otra cosa es que todavía no sepamos cómo porque hay mucha matemática que no conocemos en este terrible verdor que es la vida científica. Y ahí van de la mano el pasado, el presente y el futuro siempre inalcanzable. ¿Y si el futuro influyera matemáticamente en el pasado y en el presente, tal como sabemos que el pasado y el presente influyen poderosamente en el futuro? Sin duda se rompería lo que llamamos equilibrio de nuestras dimensiones conocidas y el mundo pasaría a ser otra cosa, con otros valores y otras dimensiones que nos harían diferente. ¡Terrible verdor, terrible intuición!
El libro de Labatut puede ser, y de hecho lo es, una novela, o puede ser un largo poema en prosa donde luchan la ciencia y la finitud humana, donde el tiempo enloquece como los descubridores científicos. Un mundo inmenso, un universo interminable por descubrir. Lean el libro. Estoy seguro que los va a trastornar, los va a hacer pensar, ir más allá en la libertad. Pero el libro de Labatut puede ser un libro de relatos espeluznantes y reales, científicamente reales, o puede ser un gran ensayo, científico e histórico, escrito por un maravilloso escritor cuya prosa es como galopar sobre un tigre por praderas interminables y desconocidas.
Nota bene: durante la lectura del libro de Labatut, y por una maravillosa sincronicidad, estuve viendo la terrible serie de Netflix titulada Dark, en la que todo, personajes, historias, vidas, tiempos y espacios, están conectados. La clave es la radioactividad en un pueblo de Alemania, Winder, un microcosmos increíble donde en una central nuclear se crea el dogma también terrible de la ruptura del tiempo y la implantación del caos contra el equilibrio. Ahí están, en ficción para pensar durante mucho tiempo, los trabajos de los científicos que son los personajes del libro de Benjamín Labatut. No les cuanto más. Vean la serie, y lean el libro de este escritor, a poder ser al mismo tiempo. Ganarán mucho en qué pensar y se enriquecerán en la duda, ese concepto que tan inteligentes puede hacernos.