La columna de aire por Abel Hernández

Sí, Paul estaba ahí

15 noviembre, 2013 14:05

Hacia el ecuador de Jardines de Kensington, la valiosa novela que Rodrigo Fresán publicara en 2003, el personaje narrador Peter Hook recuerda una fiesta de 1967 en todo el fragor y fulgor del Swinging London. Las casi 150 personalidades que con gran velocidad son descritas en esa escena de cóctel que no se dio pero que resulta creíble y que es otro cóctel en sí misma, los músicos, realizadores de cine, artistas, galeristas, escritores, pensadores, diseñadores, modelos, actrices y actores, representan ese gran momento de la Historia de la cultura occidental. Allí, en el vórtice de ese travelling que en realidad es un remolino, aparece Paul McCartney, en concreto pidiendo disculpas a Brigitte Bardot por no haberla incluido en la portada de Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band. Ah, esa portada. De hecho, como se ha indicado en numerosas ocasiones, la bulliciosa escena de crónica rosa imaginaria y psicodélica escrita por Fresán con la clase de exactitud ciéntífica que sólo es posible en la invención literaria, bien puede verse como una especie de ampliación llevada al más rabioso presente de la mítica portada de Peter Blake (y Jann Haworth) para el no menos mítico álbum donde McCartney, Lennon, Harrison, Starr (y Martin) jugaron a ser otros. Paul en realidad ya llevaba bastante tiempo por allí, en los preparativos de esa gran fiesta de disfraces que empezó en 1966 y duró más de dos años. Más o menos desde finales de 1963. Fue entonces cuando, de la mano de su flamante novia Jane Asher, actriz y modelo hija de prominente cuna, el despierto, urbanita y muy social McCartney entró en contacto con un mundo concentrado, una pequeña élite cultural juvenil de artistas, librepensadores y gente bien con ansias de experimentar y cambiar la vida, ensanchándola. En los meses siguientes, mientras John Lennon se mantenía más bien retirado del mundanal ruido en su mansión de la periferia campestre para millonarios a la espera de que en su historia personal entrara en escena una importante artista japonesa, Paul buscaba y buscaba y se quedaba adherido como un insecto hinchado de verano a la gran luminaria eléctrica de la cultura de su época. Sir McCartney acabaría por convertirse en una de las más inspiradas esponjas de aquel panorama de invenciones. Para enero de 1965, el protagonista de esta columna era uno más de una pandilla de fans de la literatura Beat estadounidense, los happenings y performances, los nuevos artes conceptual y pop, la cultura psicodélica y los diseños del equipo BEV, la música electrónica y experimental en sus diferentes variantes, de Stockhausen, John Cage o Delia Derbyshire , a gente si cabe más rupturista como Cornelius Cardew (está pendiente el post sobre este revolucionario: llegará). Así que en una inauguración de exposición de, por ejemplo, la avanzada galería Indica a mediados del 66, encontraríamos a McCartney a sus anchas. En una escena parecida a la descrita por el fabulador Fresán, lo veríamos junto a una jovencísima Marianne Faithfull aún casada con John Dunbar pero con Mick Jagger quizá ya merodeando por ahí, a Eric Burdon y The Animals, Mark Feld (a punto de ser Marc Bolan), Roman Polanski y Sharon Tate, varios poetas beat y William Burroughs, el marchante Robert Fraser en un entallado traje rosa, junto a numerosos artistas, críticos, actores, modelos y cachorros de la alta sociedad londinense. Pero, más allá de esa curiosa alianza social y cultural interclasista arrobada por algunas sustancias estupefacientes que era el Swinging London, por debajo de su brillo, latía algo más radical y político. En medio de todo, arriba y abajo, tres instituciones de la incipiente contracultura británica íntimamente conectadas: la mencionada galería de arte y librería Indica, la London Free School y el periódico International Times, también llamado IT. [caption id="attachment_270" width="219"] Miles, Dunbar, Marianne Faithfull, Peter Asher y Paul[/caption] Indica era un escaparate pero también era la cocina, el almacén y el centro de operaciones de buena parte de eso que se calentaba en el subsuelo. Había sido fundada como librería y galería de arte alternativas por John Dunbar y Barry Miles, con la ayuda más bien callada del colega de Paul (y hermano de su novia), el músico Peter Asher. El propio McCartney transportó los tablones de madera con que se hicieron estanterías y mostrador en su Aston Martin y trabajó mano a mano con ellos. Fue el beatle Paul y no otro quién diseñó el papel de envolver de la galería y librería.

El tipo de artistas que el idealista e incorruptible galerista John Dunbar de 22 años comenzó a apoyar en Indica eran esencialmente conceptuales y de poesía cinética, al margen de la dominancia de la pintura. Gente como el escultor Takis, Liliane Lijn, Jesús Soto, Carlos Cruz Díez o Julio Le Parc. Como es bien sabido será hasta Indica adonde Dunbar condujo a Lennon para que conociera a la sin par artista fluxus Yoko Ono. La librería a cargo de Barry Miles (que en verano de 1966 se movería a otro emplazamiento) era el lugar donde conseguir los libros de la contracultura, libros minoritarios a los que la cultura oficial no hacía hueco. Los mismos libros que McCartney y Lennon cogían y dejaban apuntados en su cuenta. En los sótanos de la librería es donde arrancó el periódico International Times o IT. La historia de IT centra buena parte de ese documental que acaba de salir llamado Going Underground que la semana pasada nos trajo hasta aquí. En verdad es poco conocida pero fascinante. Surgió en 1966 motivado por la necesidad de dar cobertura a temas y a firmas que no encontraban sitio en los medios generalistas y se convirtió en un atrevidísimo vehículo de reflexión e información alternativas, potenciado con un sentido del humor corrosivo y una maquetación explosiva y muy visual (que sin duda influiría en la revolución fanzinera liderada por Sniffin’ Glue y en toda la estética Do It Yourself de finales de los 70). Por él pasaron mentes británicas del espectro de la izquierda anarquista o el feminismo como Jeff Nuttall, Heathcote Williams o Germaine Greer, o nuevas firmas como John Peel, y se publicaban originales de norteamericanos como William Burroughs, Norman Mailer, Alexander Trocchi o Allen Ginsberg, así como los cómics de Robert Crumb o Gilbert Shelton. Se trataba de una mezcla de política radical emparentada con el creciente movimiento pacifista del CND e información sobre arte y literatura, nueva música, drogas y sexualidad. Desde hace unos años, IT ha encontrado, de nuevo, continuidad y todos los números del viejo IT han sido escaneados y pueden verse online aquí.  El caso es que Paul también estuvo presente en su nacimiento. Su relación con el personaje central que es Barry Miles (que luego sería su biógrafo, pero entonces cofundador de Indica junto a John Dunbar y del International Times junto a John 'Hoppy' Hopkins), le llevó a involucrarse y apadrinar IT haciéndose cargo de los costes del papel de algún número, apareciendo entre sus páginas, dándoles publicidad mediante declaraciones a su favor en televisión o firmando manifiestos (en ocasiones junto al resto de los Beatles) a su favor en alguno de sus secuestros administrativos o a favor de alguno de sus directores perseguidos. IT y la London Free School de Notting Hill son importantes además porque utilizaron las lecturas de nueva poesía y conciertos de nueva música como un modo de hacer comunidad y sobre todo de auto-financiarse. Miles y Dunbar fueron los organizadores junto a Hoppy del Festival Poético Internacional que congregó a 7000 personas en el Royal Albert Hall en junio de 1965.  Son ellos tres (junto a Joe Boyd) los que montan el UFO Club, que durante el año 1967 verá la explosión de dos grupos esenciales en la expansión sonora del momento como los Pink Floyd de Syd Barret y The Soft Machine. A partir de UFO organizarán happenings históricos como el 14 Hour Technicolour Dream que en abril del 67 reunió a no menos de 10.000 personas en el Alexandra Palace. Un tremendo caos teñido en ácido con 31 actuaciones, dos escenarios funcionando a la vez en los dos extremos de la enorme, alta y tremendamente reverberante sala donde tocaban grupos sin límite de tiempo y actos de suelo con juegos de luces, gente trepando y bajando a toda velocidad por los inestables andamios que cubrían un enorme órgano que se estaba reparando, o lanzándose por un tremendo tobogán de madera en espiral alquilado para la ocasión. Existe un documental de 2008 llamado The 14 Hour Technicolour Dream que habla sobre esa noche. Un 'documentos tv' con testimonios a cámara y algunas imágenes de archivo que, de hecho, puede verse como una precuela de la mencionada Going Underground. En él se habla mucho de Pink Floyd y un poco de Yoko Ono (tuvo lugar su performance de la multitud cortando la ropa de una chica con tijeras), pero apenas de The Beatles. Tan sólo se saca a John Lennon, según testimonios como el de Miles, fuera de lugar, puesto de ácido y perdido entre la marabunta. Se supone que Paul también estaba ahí, pero mucho más integrado, encajado, camuflado en el ambiente. Desde octubre de 1966, McCartney (cuando se presentó 'de incógnito' disfrazado de árabe) había estado presente en varias de las noches del UFO Club y ya era un fan abierto y declarado de Pink Floyd.
  Obviamente, The Beatles eran parte de lo que se movía, parte del motor de su época y Lennon era fundamental. Ya habían publicado en 1966 Revolver, con un Lennon genial autor de canciones como Tomorrow Never Knows (inspirada por un ejemplar de La experiencia psicodélica de Leary cogido de las estanterías de Indica) donde se mostraba trascendental y en la nueva onda alucinada. Una semana antes del 14 Hour Technicolor Dream habían terminado las mezclas de Sgt. Pepper. Además el 5 de enero de ese mismo 1967 habían grabado Carnival Of Light, la supuesta (en realidad el diario técnico habla de más de cinco horas de grabación tras el registro de las voces de Penny Lane) improvisación grabada y no editada, provocada por McCartney bajo la inspiración de John Cage, que permanece como uno de los misterios mejor guardados debido, al parecer, a la oposición de George Harrison a que se considerara como parte de las grabaciones oficiales de los Fab Four. Sea como sea, la viejuna y cansina cuestión de si Paul fue, de los cuatro Beatles, el más avanzado y relacionado con la contracultura sirve como excusa perfecta para asimilar lo que parece claro a estas alturas: que las conexiones e influencias del undergound y las vanguardias artísticas en la obra del cuarteto maravilla son esenciales para entender qué ocurrió. Y que, si tomamos como guía esta historia del grupo más célebre e importante del pop, puede verse que cualquier salto, revolución o gran avance estético, cualquier incorporación de elementos inauditos tiene que ver con el ambiente de los que lo provocan. La inspiración no sólo le tiene que pillar a uno trabajando sino que acostumbra a ser tomada en parte del entorno social y cultural. Todo el mundo, empezando por sus británicos protagonistas, coinciden en que parece impensable el giro copernicano de The Beatles sin la influencia de Dylan en las letras y en su actitud musical de ruptura con el encasillamiento. De la misma manera que fue esencial (especialmente para Paul), la ampliación de la experiencia pop de Brian Wilson a partir de Pet Sounds. Pero no menos primordiales resultaron otros elementos como los diseños del equipo BEV o de The Fool, lo que ponía negro sobre blanco IT, los libros y exposiciones de Indica, la nueva música de vanguardia y de rock experimental, la poesía y la performance que aparecía en los actos de UFO. Y aún antes que eso la ascendencia particular de personas como todos los mencionados o como el marchante de arte Robert Fraser, a quien Paul McCartney ha descrito como "una de las personas más influyentes de la escena londinense de los 60 ", el mismo que en 1966 esponsorizó la famosa exposición de Yoko Ono en Indica Gallery, quien fue el director artístico de la portada de Sgt. Pepper's y disuadió a The Beatles de usar un diseño de The Fool convenciéndosles de que le encargaran a Peter Blake (y a Jann Haworth) el diseño de la portada, el incitador de que Richard Hamilton hiciera lo mismo con el llamado White Album y el que vendió el cuadro de Magritte que, según cuentan, inspiró a McCartney el nombre de Apple para la empresa beatle. Paul y, aunque fuera en otra medida, el resto de the Beatles formaban parte de un círculo social, mágico, casi ecosistema biológico con sus sinergías, simbiosis, mimetismos. Un círculo de amigos de la expansion personal que seguramente podría ampliarse a los integrantes de The Rolling Stones y bastante más allá pero en cuyo centro no podía estar menos que los lazos que unían a los propios The Beatles y la sintonía casi telepática de Paul y John. Siempre me ha parecido curioso la doble circunstancia de que With A Little Help From My Friends fuese una de las últimas canciones que escribieron juntos Lennon y McCartney y que fuese pensada para ser cantada por Ringo desde el principio. Que terminaran de grabar la canción el día en el que posaron para la cubierta de Sgt. Pepper's posiblemente no sea más que una de esas coincidencias. O no. «los Beatles no sólo pusieron música a su tiempo hasta el punto de que no habría hoy una manera más precisa y a la vez más general de comprender la década de 1960 que escucharlos, sino que al hacerlo lo volvieron audible para cientos de miles de personas en el mundo que no eran conscientes de lo que tenían en común, hicieron posible sentir, expresar, desahogar y volver cantabile algo que antes no había manera de formular, de experimentar o de hacer público: pusieron al descubierto el corazón de su época, que aún se oye latir…» José Luis Pardo

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