Rima interna por Martín López-Vega

Antonia Pozzi, la Emily Dickinson italiana

11 enero, 2016 10:00

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Antonia Pozzi[/caption] No puede decirse que la poesía italiana del siglo XX sea poco conocida en España: hay ediciones más que solventes de sus autores fundamentales y abundan las antologías de poetas menos conocidos. Incluso poetas en activo como Antonella Anedda están bien traducidos. Hace unos meses Vaso Roto publicaba la edición en español de Metafísica de bolsillo de Valentino Zeichen (traducción de Pablo Anadón), uno de mis poetas contemporáneos italianos favoritos. El título de uno de los libros de Zeichen, Neomarziale (Neo-Marcial) dice mucho de su acercamiento a la poesía desde el epigrama. Pero Zeichen no cae nunca en el pastiche: la misma construcción de sus epigramas, dedicados a filósofos, científicos e incluso a otros poetas está transida de posmodernidad y de una sintaxis más compleja de la que esperamos en un epigrama a la manera clásica. Metafísica de bolsillo es probablemente el título más importante de su obra, el más variado en tonos e intenciones, y en temas. Otro libro suyo, Ogni cosa a ogni cosa ha detto addio, es un hermoso libro de epigramas dedicados a la ciudad de Roma, nada condescendiente, incluyendo en su amor a la ciudad todas esas cosas que a primera vista tan poco tienen que ver con el amor. Ahora nos llega, en edición de Herme G. Donis, El alma desnuda (Impronta) de Antonia Pozzi, que nació en Milán en 1912 y se suicidó a los 26 años, dejando una obra poética breve e intensa. A Pozzi la puso en valor en Italia Eugenio Montale, quien prologó las ediciones de su poesía editadas por Mondadori en los años 40 y 60 del pasado siglo. Esta traducción, trabajo de amor de la poeta Herme G. Donis, puede leerse además como apéndice de la propia poesía de la traductora. Algún día habría que prestar atención crítica específica a este tipo de traducciones que vienen no del encargo de un editor o de la oportunidad, sino de la necesidad del poeta por estudiar, profundizar y aprender en una obra en la que de alguna manera se ramifica y amplifica la propia. Coincide esta publicación además con la nueva entrega poética de Herme G. Donis, los haikus de La vida en un instante (Cuadernos de Humo) que queriendo o sin querer trazan caminos de ida y vuelta a algunos de los poemas de Pozzi: “Largo camino. / El corazón se calma / contando estrellas”, o “También la noche / a la mala hierba ofrece / fresco rocío”. Pese al apoyo de Montale, la poesía de Antonia Pozzi tiene poco que ver con hermetismos. Neorromántica, es lo más cercano, tal vez, a una Emily Dickinson italiana, un poco más cercana en el tiempo, eso sí. Dice así “Agua alpina”: Alegría de cantar, como tú, torrente; alegría de reír, sintiendo en la boca los dientes blancos como tus guijarros; alegría de haber nacido simplemente en una mañana soleada entre las violetas de un prado; de haber olvidado la noche y el mordisco del hielo. Y así “Después”: Cuando tu voz haya dejado mi casa volverán desde más allá del muro roncas palabras de viejos a nombrar en la oscuridad montes invisibles. Oiré rebaños atravesar la noche: el viento –sinuoso sobre el lecho de los arroyos- excavará insondables valles en silencio. La traducción de Herme G. Donis es transparente, tanto que no parece traducción. Como un pozo, la poesía de Pozzi (y perdonen el chascarrillo). Su sencillez no deslumbra a primera vista, pero se ahonda y nos ahonda, llegando a tocar las cuerdas de dentro que abandonamos por temor, por sospecha o por recelo. 

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