El hechizo del musical 'Cantando bajo la lluvia'
Que la versión teatral de una película mítica te lleve a un estado de encantamiento es algo bastante atípico
Que una película mítica como Cantando bajo la lluvia en su adaptación al teatro te lleve a un estado de encantamiento es algo bastante atípico. Ocurre con la producción dirigida por Ángel Llácer y Manu Guix que estos días se representa en el Nuevo Apolo de Madrid.
Un musical emocionante por su bella partitura, su cómico libreto, su ritmo, la eficaz tramoya escenográfica, su ambiciosa producción... y, sobre todo, por los actores, bailarines y cantantes que lo protagonizan. Saldrán del teatro tarareando los temas más conocidos y contentos de haber gastado tan bien su dinero.
Cantando bajo la lluvia proporciona el reencuentro con un repertorio familiar a partir de una partitura que su elenco y orquesta hacen sonar alegre y vivaz ofreciendo, además, originales interpretaciones. Los números coreográficos han sido recreados, el decorado sin ser imponente es bonito y eficaz, amén del momento lluvia para el tema principal al final de la primera parte, y está bien fusionado con el vestuario y con unos actores que no intentan imitar a los de la película, sino que dotan de su personalidad los roles que interpretan.
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El elenco lo componen estupendos y jóvenes cantantes que también actúan y bailan claqué y jazz, la base dancística de Cantando bajo la lluvia que Gene Kelly ingenió. Dan vida a la pareja de enamorados Miguel Angel Belotto, como el actor de cine mudo Don Lockwood, y Diana Roig, como la incipiente actriz Kathy Selden. El primero tiene una voz vigorosa y bonita de tenor, nos hacemos a su personaje poco a poco, y es perfecta su figura elegante de bailarín de claqué, mientras ella también es una soprano de dulce voz muy segura en su baile.
En los papeles cómicos encontramos a Ricky Mata, como Cosmo Brown, pianista y amigo íntimo de Don bastante payaso, también excelente bailarín que mantiene unos duetos de claqué con Belotto que son una gozada, y Mireia Portas en el personaje de la actriz decadente Lina Lamont.
La actriz Lina es un personaje tan potente y efectivo como caricatura cómica -la explosiva actriz rubia tontita incapaz de aprender a hablar para actuar en películas sonoras- que logra robarle el plano durante gran parte del musical al resto de los personajes. Mireia Portas está sensacional y muy graciosa, su personaje es más difícil de lo que parece ya que incluso tiene que cantar horriblemente mal, y logra escenas magníficas que arrancan las risas y la simpatía del respetable, como cuando toma clases de dicción o rueda una película sonora para gran desesperación del director de cine Simpson (Diego Molero).
El musical ofrece 17 números musicales, en los que revivimos temas como Good Morning, Beautiful Girl, Make’Em Laugh, You Are my Lucky Star, All I Do Is Dream of You… traducidos al español, con sus correspondientes números coreográficos caracterizados por la alegría y virtuosismo del claqué y el jazz.
El que ha hecho célebre a la producción es, lógicamente, el que interpreta Belotto con el ballet cuando acomete el tema de Cantando bajo la lluvia, antes del intermedio. Entonces vemos caer litros y litros de agua como lluvia sobre un escenario plagado de farolas y en el que Belotto canta el clásico tema acompañado de sus bailarines y chapoteando en el suelo.
En los últimos tiempos el género musical es terreno abonado a las adaptaciones de películas. Sin ir más lejos, la cartelera madrileña está trufada de algunos buenos ejemplos, aunque algunos de estos tienen a su vez la literatura como fuente original: Matilda, El rey León, Los chicos del coro, La historia interminable, Charlie y la fábrica de chocolate… Pero Cantando bajo la lluvia, dirigida por Stanley Donen y Gene Kelly en 1952, parte de un guion original de Betty Condom y Adolph Green.
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Hay que reconocer que este musical tiene un argumento que funciona muy bien en comedia. Hay un romance entre los protagonistas, pero realmente de lo que trata es de cómo la transición del cine mudo al sonoro cambió la vida de las estrellas de Hollywood (Billy Wider tocó el tema desde del drama en 1950, en El crepúsculo de los dioses y con Gloria Swanson). Algunos actores se adaptaron satisfactoriamente, pero no fue el caso de otros que no supieron renovar su código interpretativo más teatral que cinematográfico.
En la película Cantando bajo la lluvia es el caso de la actriz Lina Lamont, cuya tragedia se vuelve cómica, ya que su voz de pito y su dificultad para actuar con un micrófono oculto crean situaciones descacharrantes. Los guionistas Condom y Green lo escribieron a partir de las canciones (de Arthur Freed y Nacio Herb Brown) que les entregaron para desarrollar el libreto y que provenían justamente de la época del nacimiento del cine sonoro. Ello les animó a situar la acción justamente ahí.
La primera adaptación al teatro de la película data de 1983 y tuvo lugar en el Westend de Londres, dirigida y protagonizada por Tommy Steele y con coreografía de Peter Gennaro. Se mantuvo dos años en cartel y después fue repescada para una gira por el Reino Unido. En 1985 se estrenó en Broadway una nueva producción, dirigida y coreografiada por Twyla Tharp, que hizo una versión totalmente renovada.
Posteriormente, se han hecho nuevas producciones en Londres y París, destacando la de Jonhatan Church presentada hace dos lustros en el Chichester Festival Theater y que sirve de referencia a la española, sobre todo en el número célebre para el que se emplean casi 14.000 litros de agua todas las noches.
Llácer y Guix, el primero en la dirección escénica y el segundo al frente de la música, son un tándem de probada fiabilidad que ya nos han ofrecido otros bueno trabajos como La jaula de las locas y La tienda de los horrores. Aquí han contado con Miriam Benedited para la coreografía y con Evangelina Esteve para las piezas de claqué.
La escenografía de Enric Planas, la iluminación de Albert Faura y el vestuario de Miriam Compte se añaden a un equipo artístico donde juega un gran papel el diseño del sonido (Roc Mateu) y el diseño audiovisual (Jordi Massó), ya que la puesta en escena incluye la proyección de varias películas rodadas en blanco y negro destinadas a mostrar las dificultades que tiene Lina Lamont para hacer cine sonoro y que son fuente de jocosas escenas. El equipo es muy numeroso: un ballet, una orquesta, y muchos más técnicos y personal de apoyo que participan en la producción.
Viendo lo que Cantando bajo la lluvia ha subido a las tablas y después de observar lo que en general el musical está llevando a otros escenarios de la capital, la impresión es de que contamos con una cantera de artistas del género numerosa y de calidad, pero también en otros ámbitos creativos como la dirección escénica, coreográfica,
iluminación, escenografía… Se echan en falta nuevos libretos y nuevas partituras.