
Foto de escena de 'Viejos tiempos'. Foto Lucía Romero.
El teatro cubista de 'Viejos tiempos', de Harold Pinter
Es posible que el espectador salga de La Abadía sin haberse enterado muy bien de lo que ha visto. ¿Por qué el dramaturgo inglés provoca este aturdimiento de forma tan deliberada?
Más información: Los 'Viejos tiempos' de Harold Pinter: un pasado aún en construcción
Viejos tiempos, la obra de Harold Pinter, se parece a un cuadro cubista. Un paisaje descuartizado que el espectador debe imaginarse porque cuesta precisar el tema retratado, su composición, las líneas de fuga... es borroso, raro, críptico. Así que es posible que el espectador, como me ocurrió a mí, salga del teatro de La Abadía sin haberse enterado muy bien de lo que ha visto. ¿Por qué Harold Pinter provoca este aturdimiento de forma tan deliberada? ¿Cuál es su intencionalidad?
El inglés es un autor exigente. Hasta ahora hemos visto en Madrid sus obras más tempranas (El montaplatos, El portero, Invernadero…), que suceden en ambientes opresivos y desasosegantes y en las que siempre planean esos poderes hostiles que nos someten y de los que no hay escapatoria; relaciones de amo y esclavo que mantenemos con nuestros iguales. Es un teatro construido con diálogos orgánicos y aparentemente espontáneos, de elocuentes silencios y una proxémica fiel a la manera de comunicarnos en la vida real.
Sin embargo, Viejos tiempos huye de esos ambientes desasosegantes para instalarse en un tono enigmático e intimista (más en la línea de Traición): nos presenta al matrimonio de Deely (Ernesto Alterio) y Kate (Mélida Molina), tranquilamente afincado en una cómoda casa cerca del mar, alejada del bullicioso Londres; esperan la visita de una amiga de juventud de ella, Anna (Marta Belenguer). Lo que se augura como una tranquila y amistosa velada, evoluciona hacia un deliberado clima de misterio sobre el pasado compartido de las mujeres y de cómo éste incide en el presente de la pareja.
La obra sigue un curso laberíntico -lo cual tiene su justificación- y el espectador no logra saber con certeza si el encuentro del trio es un recuerdo, un sueño o un reencuentro de los tres personajes después de 25 años. Me inclino a pensar que Pinter está jugando a representar los confusos recuerdos de la pareja y que la visita está siendo imaginada.
Como es sabido, no guardamos de manera intacta los recuerdos en el cajón de nuestro cerebro, sino que estos son fragmentos o impresiones confusos, imaginados, de los que tendemos a excluir lo que nos averguenza, nos resulta traumático o es tabú. Cuando estos tres personajes se pongan a recordar su pasado compartido, sus deseos ocultos y sus frustraciones, no solo no coincidirán sus versiones, sino que su vida presente se verá modificada por ellos, por algo que a ciencia cierta no saben si realmente sucedió. La realidad es escurridiza, parece decirnos Pinter.
resulta funcional. La traducción y la versión la firma el dramaturgo Pablo Remón.
Viejos tiempos
Teatro de La Abadía, hasta el 13 de abril
Texto: Harold Pinter
Dirección: Beatriz Argüello
Reparto:Ernesto Alterio, Marta Belenguer, Mélida Molina
Traducción y versión: Pablo Remón
Escenografía: Carolina González
Iluminación: Paloma Parra
Vestuario: Rosa García Andújar
Espacio sonoro y música: Mariano Marín
Movimiento escénico: Óscar Martínez Gil
Distribución: Rocío Calvo y Concha Valmorisco
Producción: Entrecajas Producciones y Teatro de La Abadía