Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Las brumas de Patrick Modiano

4 septiembre, 2014 16:56

[caption id="attachment_536" width="560"] Patrick Modiano[/caption]

Si no recuerdo mal, la última novela que leí de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945) fue Un circo pasa (1992), rescatada por Cabaret Voltaire, sobre la que hice un comentario aquí mismo un año y pico atrás.

Sabido es que los grandes artistas tienen unas constantes y un mundo –estilo, temas- que se repiten. Y Modiano es uno de ellos. ¡Y hasta qué punto! Todo lo que escribí sobre Un circo pasa podría repetirlo, casi palabra por palabra, a propósito de La hierba de las noches (2012), que ahora edita Anagrama.

Veinte años separan ambos libros, y las coincidencias son muchísimas, empezando, y no es lo de menos, por la base argumental: Jean, un chico muy joven que comienza a escribir, conoce a Dannie, una veinteañera misteriosa. Ella está metida en algo oscuro –“un asunto muy feo”-, pero él sigue sus pasos, la acompaña en idas y venidas por París mientras, se supone, que viven una historia de amor que permanece tan en “off” como las actividades delictivas de un grupo de amigos y conocidos de ella, probablemente vinculados al secuestro y asesinato del político marroquí Ben Barka.

Otra vez, una historia de amor y una historia criminal entrelazadas, pero sin mostrar todo su rostro y entidad, envueltas en la bruma y contempladas –y contadas- desde la mirada alusiva y elusiva propia de Modiano y que tanto admiramos sus lectores: la levedad unida al peso.

Todo podría ser un sueño, como sugiere el narrador en primera persona, de no ser porque Jean anotó sinópticamente nombres, lugares y hechos en una libreta negra, que juega un gran papel literario, estilístico, en el libro.

Parece, una vez más, que el sutil hilo argumental y la tenue trama no son sino un pretexto para recorrer y retratar un París sesentero y una juventud en tránsito como un estado de ánimo y del alma, más bien triste y melancólico.

Modiano señala obsesivamente, con una concreción que no emplea para la historia, las calles, los hoteles, los edificios, los parques, los bares, los restaurantes y las estaciones de metro en los que transcurren las citas y los encuentros, ese permanente ir y venir bajo la luz del verano o del invierno, bajo el calor sofocante o la nevada y la lluvia. El resultado es el acostumbrado: lo que atrapa y seduce no es el etéreo argumento, aunque el lector mantenga vivas sus expectativas de aclaraciones reveladoras y de acontecimientos concluyentes, sino la atmósfera envolvente y la atracción hipnótica hacia algo que puede acabar en nada, siendo esa nada –con la maestría del estilo- un todo rebosante de ideas y sensaciones.

Modiano me ha vuelto a cautivar. Esa es la palabra, porque Modiano siempre nos lleva a un estado de encantamiento, casi de suspensión del juicio. No obstante, creo que hay en La hierba de las noches dos elementos vinculados un tanto forzados y que no dan el juego previsto. Me refiero a un discurso explícito y reiterado sobre la inmovilidad, la confusión y las vías paralelas del tiempo y a la evocación de ciertos personajes del siglo XVIII sobre los que Jean investiga para un libro. A mi juicio, lo segundo, sobre todo, no le hace falta a esta novela, y menos con la pretensión de que tales personajes lleguen a ser tan presentes y reales para Jean como aquellos que verdaderamente trata, eso sí, en la penumbra.

Como sucedía en Un circo pasa, Jean no se hace demasiadas preguntas sobre Dannie, o acepta que queden sin responder, o incluso no atiende a las contadas y vagas respuestas de la chica. La ama, y la acepta como es, y acepta su entorno, aunque se sienta intrigado.

Esa posición se concreta, más o menos, en estas líneas: “¿Tenemos derecho a juzgar a los que queremos? Si los queremos, será por algo y ese algo nos prohíbe que los juzguemos. ¿O no?”.

En el amor y en la amistad, no juzgar al ser querido. Es una posición moral que, paradójicamente –o no tanto-, consiste en suspender el juicio moral que los actos del otro podrían suscitar. Quizás es, también, la posición que Patrick Modiano tiene hacia sus personajes.

Image: Toronto sí nos quiere

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