Una conversación entre Vargas Llosa y Magris
[caption id="attachment_586" width="510"] Claudio Magris / Mario Vargas Llosa. Foto: Antonio M. Xoubanova / A. Dilolli[/caption]
Anagrama pone en circulación un interesantísimo librito de apenas cien páginas que recoge un diálogo entre Mario Vargas Llosa y Claudio Magris, que tuvo lugar en el Instituto Italiano de Cultura de Lima en 2009. Su título, más apelativo que descriptivo, es La literatura es mi venganza. La conversación entre los autores de La ciudad y los perros y El Danubio parece haber sido editada, tal vez por Renato Poma, responsable del apasionante encuentro.
El diálogo, a veces con trazas de monólogos cruzados y convergentes en los temas propuestos por el moderador, aborda con altura, sosiego, tono templado y matices de gran finura asuntos de enorme atractivo para escritores, lectores y ciudadanos: el compromiso político del escritor; la relación de la novela con el orden y el desorden del mundo; las figuras de Don Quijote y Ulises; la vinculación entre el estilo y el contenido narrativos; la creación y manejo del tiempo en el relato y otros variados argumentos.
En el último tercio, Vargas y Magris tratan directamente sobre cuestiones sociales y políticas de máxima actualidad: el populismo, la corrupción, la importancia y descrédito de la democracia, el nacionalismo y la identidad, la crisis de valores, la globalización, la inmigración, el racismo, la xenofobia y los límites del diálogo y acuerdos entre civilizaciones, religiones y sistemas muy diferentes.
Como se ve –y es sólo una muestra entre un sinfín de asuntos e ideas relevantes-, La literatura es mi venganza no puede defraudar al lector interesado por lo literario y por las encrucijadas del presente.
En un momento dado, Vargas y Magris se enfrentan a un asunto espinoso, que siempre ha dado lugar a polémicas e incidentes con relación a efemérides y homenajes: ¿cómo encarar el tratamiento y el recuerdo de grandes escritores que siempre, o en un momento dado, han mantenido posiciones políticas totalitarias sin dejar de producir obras maestras? Casos “desconcertantes e inquietantes” –califica Magris- como los de Luigi Pirandello, Knut Hamsun, Louis-Ferdinand Céline –siempre convocado en esta discusión-, Günter Grass o Julio Cortázar. Se podrían, obviamente, haber citado muchos más, a derecha e izquierda, que están en la mente de todos y de cada cual.
El propio Magris da una respuesta liberal y ponderada que, desde la inteligencia, la comprensión y el amor a los buenos libros no puede ser, con probabilidad, objetada. Dice primero: “Creo que a estos grandes escritores la violencia de la vida los deslumbró y que la sufrieron, pero reaccionaron de una manera desastrosa. Ésta es la razón por la que debemos combatir los terribles errores de esos escritores y seguir, al mismo tiempo, respetándolos y amándolos y aprendiendo de ellos, a pesar de todo”. A esas figuras, remacha más tarde Magris, “…es necesario continuar amándolas incluso condenando sus acciones y continuar condenando sus acciones aunque sin dejar de amarlas”.
Queda fuera del foco de la discusión entre los dos intelectuales un ingrediente que complica más el veredicto: ¿y si esos grandes escritores que sostuvieron ideas o apoyaron ideales repudiables fueron –los que lo fueran- malas personas y cometieron actos execrables?