Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Tolstói, el dinero y mucho más

25 enero, 2018 13:53

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Lev Tolstói[/caption]

En 1983, el maestro del cine francés Robert Bresson hizo, con su habitual estilo elegante y elíptico, L’Argent, una adaptación libre y a tiempos actuales de episodios de la primera parte de El cupón falso, de Lev Tolstói (1828-1910). La película obtuvo el premio al mejor director en el Festival de Cannes. Trasladar el realismo prolijo del novelista ruso a un mundo sutil y poético, aunque también concreto y reconocible, fue sin duda una tarea audaz e inesperada, el último regalo de un gran cineasta que ya caminaba hacia los ochenta años de edad.

Nórdica vuelve a editar El cupón falso, con traducción de Víctor Gallego, esta vez en solitario –sin la compañía de Jadzhi Murat- y con excelentes ilustraciones de Ana Pez. Como el otro libro citado, El cupón falso se publicó años después de la muerte de Tolstói, quien había macerado la obra durante más de dos décadas hasta culminar su escritura en 1904, reinando Nicolás II y a un paso de la revolución de 1905.

Novela corta, de enjundia y alcance largos, El cupón falso es una de las mejores obras de Tolstói. Una primera falsificación de dinero extiende sus destructivos efectos en cadena y va engordando una bola de nieve de estafas y desgracias. Pero El cupón falso es muchísimo más que un alegato moral, social y político sobre el poder corruptor del dinero, más presente en su primera parte.

Con un elenco de muchos personajes y con una estructura narrativa muy bien montada, que sigue el esquema mixto de la ronda –un personaje da paso a otro– y de las vidas cruzadas, El cupón falso es un expresivo y desolador fresco de la sociedad rusa del momento, en el que Tolstói pone el acento en la visión crítica de las condiciones de vida del campesinado más pobre y del vigente sistema de servidumbre, subrayando las opresivas relaciones de los poderosos hacia los débiles en todos los planos: la explotación económica, el mal trato laboral o el injusto sistema de justicia, lo que le lleva a apuntar y predecir los inevitables brotes revolucionarios.

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Un fotograma de la película L'Argent, de Robert Bresson[/caption]

Pero la mirada de Tolstói es implacable, y la descripción de esas condiciones de vida va unida a la de sus consecuencias entre sus víctimas: el delito, la traición, la delación, el crimen, la venganza, la mezquindad, una bajeza y una brutalidad que se sustancian también en el recurso a la borrachera, en la violencia doméstica y en la producción de elementos marginales (gitanos, cuatreros…) y fuera de toda ley.

Unida a la feroz reprobación del estamento eclesiástico oficial –nadie se libra en El cupón falso–, Tolstói, ya sobradamente adherido a un cristianismo y a un anarquismo de su propia cosecha e invención, plantea en la segunda parte de su relato, mediante un imprevisto giro en la conducta de un asesino en serie, las posibilidades redentoras –cambio ético y social, piedad, compasión, perdón– de abrazar con el comportamiento una lectura estricta y exigente del Evangelio, alejada, por tanto, de la interpretación y de la praxis enajenantes de la iglesia, siempre aliada con los que mandan y cuyos miembros se conducen como desposeídos de la fe que dicen tener.

En la trama de El cupón falso irrumpe Turcháninova, una muchacha robusta, hermosa y brillante en sus estudios, sobre la que Tolstói escribe las siguientes líneas: “Estaba convencida de que su vocación no era traer niños al mundo y educarlos –de hecho, sentía desprecio y repugnancia por esa vocación–, sino destruir el orden existente, que encadenaba las mejores fuerzas del pueblo, y mostrar a los hombres ese nuevo camino revelado por los más recientes escritores europeos. Su figura generosa y atractiva, su cutis blanco, de mejillas sonrosadas, sus brillantes ojos negros y su espesa trenza morena despertaban en los hombres sentimientos que ella no quería ni podía compartir, pues estaba absorbida de lleno por su actividad de agitadora social”.

He aquí como el viejo Tolstói, a principios del siglo XX, detecta, como dije más arriba, a los jóvenes agentes de los venideros procesos de cambio y revolución política y social. Y lo hace trazando el bosquejo de una mujer culta, activista y –diríamos hoy– feminista, que muy pronto tendría recorrido en Rusia y en toda Europa. Cargando las tintas, como he cargado, en los aspectos sociales e ideológicos de El cupón falso no debería terminar sin decir que, por descontado, brillan en la novela las mejores cualidades narrativas y literarias de Tolstói, su portentosa capacidad para erigir vivos y nutridos paisajes físicos, humanos, psicológicos y espirituales.

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