Algo así tenía que pasar. El coleccionista Jonathan Sobel ha interpuesto ante la Corte Federal de Manhattan una demanda contra William Eggleston: se siente perjudicado por la reciente subasta de nuevas copias -digitales y de mayor tamaño- de imágenes que el fotógrafo le vendió en su momento como ediciones limitadas. Sobel ha atesorado a lo largo de la última década esas codiciadas fotografías, comercializadas en ediciones pequeñas, y siente que ahora, al ponerse en circulación esas nuevas copias, las suyas han perdido valor. Independientemente de que Sobel tenga o no razón, el caso es interesantísimo pues son muchos los actores implicados que, en la definición de sus papeles, nos dan gran cantidad de información relevante sobre la evolución del mercado de la fotografía. Sepamos primero cuáles son, o han sido hasta ahora, las reglas del juego y examinemos luego las estrategias de cada uno de los jugadores.

La fotografía heredó de la estampa la práctica de la edición limitada. Las matrices de madera, cobre o incluso piedra se degradan progresivamente, de manera que los primeros ejemplares de la edición pueden ser más valiosos que los últimos, y si se hacen posteriores ediciones, las imágenes irán perdiendo definición. Muchos grabadores y artistas rayaban la plancha para garantizar que no se hicieran nuevas copias con ella. En fotografía, la limitación de la edición no surge de la necesidad, pues los negativos -y no digamos las imágenes digitales- pueden utilizarse repetidamente sin sufrir deterioro, sino de la mercadotecnia. Hasta hace sólo unas décadas, muchos fotógrafos hacían ediciones que no limitaban e incluso no numeraban, a la vez que otros sí seguían la costumbre adoptada de la obra gráfica. Pero a medida que el mercado del arte se profesionalizaba, los coleccionistas se hacían más exigentes y la fotografía entraba definitivamente en el campo del arte, se impuso el control de las ediciones. En Nueva York están reguladas por la Arts and Cultural Affairs Law, que incluye la trampa: se acepta que, después de haber puesto a la venta una edición limitada, el artista pueda realizar nuevas copias de la fotografía siempre que cambie la numeración, el tamaño, la técnica... Aunque los coleccionistas y los galeristas más serios no lo aprueban y a pesar de que no es una práctica extendida, la presión de la demanda sobre algunos artistas provoca estas “reapariciones” de obras agotadas. Cuando el artista hace a la vez dos ediciones diferentes de la misma imagen -normalmente una en mayor tamaño, con menos ejemplares, y otra más pequeña y extensa- no suele haber problema, porque el comprador ya sabe lo que hay en el momento de hacerse con su ejemplar. También es relativamente normal que se hagan nuevas ediciones cuando el artista ya ha fallecido-caso de Diane Arbus, por ejemplo- y son siempre más baratas. El conflicto surge cuando la segunda edición, con la variación que sea, la realiza después de la primera el propio artista y por razones que podemos identificar como crematísticas.

Fotografía de Eggleston

La demanda de Sobel, que poseía 9 de las 36 imágenes reeditadas, reclama una compensación por el engaño del que se considera víctima. No es fácil que gane porque Eggleston se ha cuidado de alterar un poquito los colores y el encuadre para intentar evitar problemas. Pero, claro, le fastidia, y más cuando se ha anunciado que en septiembre Larry Gagosian pondrá a la venta en su galería de Los Ángeles más “nuevas” ediciones del artista, que Cheim & Read -su otra galería- hará lo mismo para la próxima edición de Frieze y que la Tate Modern las expondrá en 2014. Sobel quiere que el juez impida a Eggleston seguir con este plan.

¿A quién perjudica todo esto? Un poco al artista, cuya seriedad queda en entredicho, un poco a los coleccionistas especuladores que compraron vintages para revenderlos más caros, bastante a los coleccionistas rigurosos y, sobre todo, a los museos públicos: con estos precios no hay manera de completar las colecciones.

En el mercado español también pasan estas cosas, pero no manejamos estas cantidades. En realidad, estamos un paso más atrás, intentando todavía que todas las ediciones -primeras- de fotografía, vídeo y otras formas de reproducción mecánica se hagan siempre como se deben hacer. En ello está el Instituto de Arte Contemporáneo, que ha elaborado una propuesta de Catálogo Digital de Ediciones de Fotografía, Vídeo, Registros Sonoros y otras Obras Artísticas Audiovisuales en Soporte Electrónico que supondría un avance enorme. Seguramente será también tema de interés para 9915, la recién creada asociación de coleccionistas particulares.

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