Ciencia

Presidentes, expertos y asteroides

Ensayos sobre ciencia y sociedad

30 mayo, 1999 02:00

El CULTURAL y la prestigiosa revista "Science", órgano de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, han llegado a un acuerdo para la publicación de ensayos de los más destacados investigadores y escritores de la ciencia actual. Comenzamos con un texto de Arthur C. Clarke, uno de los autores que mejor combina la ciencia ficción con el análisis de los hallazgos y su repercusión social. En este artículo repasa algunos de los problemas creados por las incertidumbres de la ciencia y la tecnología.

"Por cada experto hay otro
experto similar y opuesto"
(Folklore de finales del siglo XX)

Durante más de un siglo, la ciencia y la tecnología -su hermana fea, en ocasiones-, han sido las principales fuerzas conductoras que han configurado nuestro mundo. Ellas deciden las posibles formas de futuro. El saber humano debe decidir cuáles son las
deseables.
Es realmente terrible, por tanto, que tan pocos de nuestros políticos tengan una formación en ciencias o ingeniería. No obstante, si bien algún tipo de formación científica debería ser un requisito a cumplir por cualquiera que tome decisiones políticas, esto resulta claramente insuficiente. Herbert Hoover y Jimmy Carter, dos presidentes estadounidenses con formación en ingeniería, se encontraban probablemente tan desconcertados como cualquiera a la hora de tomar decisiones relacionadas con la ciencia o la tecnología.
Incluso a los políticos más sabios y con mejor formación científica les puede resultar difícil tomar decisiones correctas cuando, como ocurre a menudo, los "expertos" no están de acuerdo. Hay algunos ejemplos cómicos en la historia de la ciencia, como, por ejemplo, la declaración de Lord Kelvin afirmando que los rayos X debían ser un fraude, y el incluso más famoso rechazo de la energía atómica, calificándola de "música celestial".
Los políticos están ahora luchando con la cuestión de la clonación humana, quizá la controversia más notable a la que se enfrentan actualmente la ciencia y la sociedad. Cualquier avance relativo a la biología, especialmente a la biología humana, es capaz de levantar pasiones, tal como se ha visto en los debates sobre el aborto, la eutanasia y la evolución.
He conocido a algunos "creacionistas", y como normalmente eran personas agradables e inteligentes, no he sido capaz de determinar si realmente estaban locos o tan sólo lo pretendían. Si fuese una persona religiosa, consideraría al creacionismo como una blasfemia. ¿Imaginan sus seguidores que Dios es un burlador cósmico que ha creado la enorme cantidad de fósiles existente con el único propósito de engañar a los seres humanos?
Y aunque no estoy necesariamente de acuerdo con la defensa de la evolución del paleontólogo Teilhard de Chardin como prueba fundamental de la gloria de Dios, la actitud de De Chardin es lógica e inspirada. Un creador que colocó los cimientos de todo el futuro al principio de los tiempos es bastante más digno de respeto que un torpe chapucero que modifica constantemente sus creaciones y sacrifica inútilmente especies enteras en el proceso.
Incluso el Vaticano, firme en su declaración de que el alma humana ha sido creada divinamente y no sujeta a un procedimiento, ha declarado que la teoría de la evolución física es algo más que una hipótesis (1996).

Seguridad militar
La ciencia y la sociedad pueden también enfrentarse en el área de seguridad militar. He estado involucrado en el debate sobre la Iniciativa de Defensa Estratégica (Strategic Defense Initiative, SDI, también conocida como Guerra de las Galaxias) desde sus comienzos, hace 15 años. Mi actitud entonces, como ahora, era que, si bien es posible construir sistemas de defensa local de alto coste que dejarían pasar "tan solo" un bajo porcentaje de misiles balísticos, la idea pregonada de un "paraguas nacional" era absurda. Luis álvarez (premio Nobel de física de 1968), quizás el mayor físico experimental de este siglo, me señaló que los defensores de estos esquemas eran "chicos muy inteligentes sin sentido común".
Ahora, mirando en mi bola de cristal, tan frecuentemente empañada, sospecho que una defensa total podría ser de hecho posible aproximadamente en un siglo, pero la tecnología necesaria produciría, como consecuencia, armas tan terribles que nadie tendría que
preocuparse más por algo tan primitivo como los misiles balísticos.

Guerra de las Galaxias
Si puedo aventurar otra predicción, sospecho que el discurso del presidente Reagan en 1983 relativo a la "Guerra de las Galaxias", que perfila su idea sobre un sistema consistente en satélites espaciales armados para proteger América contra los ataques de misiles balísticos con cabeza
nuclear, será visto un día como una pieza de genialidad política.
Por muy inestables que sean los cimientos tecnológicos de la SDI, pueden muy bien haber contribuido a finalizar la guerra fría. No obstante, su tecnología puede llegar a ser útil de una forma no prevista en sus comienzos. El proyectado arsenal de láseres e interceptores de la SDI podría ser utilizado algún día para salvar no sólo a los Estados Unidos, sino de hecho a la totalidad de la raza humana frente a la amenaza de los cometas y los asteroides.
Los científicos han comprendido sólo muy lentamente que la historia de este planeta, y quizá la de la misma civilización, se ha visto modificada de modo importante por los impactos físicos procedentes del espacio. Hemos avanzado mucho desde que el presidente Jefferson señaló que "antes creería que dos profesores yanquis mienten, que creer en la caída de piedras del cielo", ya que ahora sabemos que, de hecho, pueden caer montañas del cielo.
Y aquí tenemos probablemente el ejemplo más perfecto de la cita con la que comienza este ensayo. Se han acumulado cantidad de datos en cada lado de la cuestión: ¿cuánto esfuerzo debería dedicarse a un peligro que es probablemente remoto, pero que puede esterilizar nuestro planeta? En mi opinión, debemos embarcarnos en un estudio serio de las probabilidades de que un cometa o asteroide impacten en el planeta Tierra. El coste sería bastante trivial, y los resultados tendrían un enorme valor astronómico, basándonos en nuestra experiencia del impacto del cometa Shoemaker-Levy en Júpiter.
¡Y qué tragedia fue la muerte prematura de Gene Shoemaker! A Gene, cuyas cenizas se encuentran ahora, en parte, en la Luna, le habría divertido la turbación que su inusual internamiento causó en la NASA y en el Jet Propulsion Laboratory de Pasadena, California.

La fusión fría
Incluso más controvertido que la amenaza de los impactos producidos por los asteroides es lo que yo quizá denominaría uno de los mayores escándalos de la historia de la ciencia, el embrollo de la fusión fría. Como casi todo el mundo, me sorprendí cuando Pons y Fleischmann anunciaron que
habían logrado la fusión en laboratorio; y la sorpresa se tornó en
desilusión cuando supe que la mayoría de los que se habían apresurado a confirmar estos resultados eran incapaces de repetirlos.
En primer lugar me pregunté cómo dos científicos de primera clase se habían podido poner en ridículo de esa manera; mas tarde olvidé el asunto durante aproximadamente un año, hasta que salieron a superficie más y más rumores procedentes de varios países, acerca de una anómala producción de energía en varios dispositivos (algunos de ellos aparentemente no relacionados en absoluto con la fusión).
De acuerdo con el principio de Carl Sagan de que "las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias" (pronunciado en relación a los OVNIs y a los visitantes alienígenas), me mostré interesado pero escéptico.
Ahora tengo pocas dudas de que varios dispositivos están produciendo energía anómala, algunos de los cuales están en el mercado con garantía de devolución del dinero, mientras que otros se encuentran protegidos por patentes. Las referencias al tema son ahora muy abundantes, y mi confianza de que la "nueva energía" sea real subió lentamente hasta llegar a un percentil de 90, y ahora ha alcanzado un nivel del 99 por ciento.
Un miembro de la Royal Society, también antes escéptico, escribe: "Existen ahora pruebas importantes de reacciones nucleares en materia condensada a baja temperatura". El problema, añade, es que "no hay una base teórica para estas afirmaciones, o más bien, existen demasiadas teorías en conflicto".
Sin embargo, no debemos olvidar que la máquina de vapor funcionó durante bastante tiempo antes de que Carnot explicara su funcionamiento exacto. Ahora el desafío pasa por ver cuál de los diferentes dispositivos en competición resulta el más fiable.

Predicciones
Mi predicción es que la aplicación industrial a gran escala comenzará a principios de siglo; en ese momento podríamos imaginar el final de la época nuclear/combustible fósil, lo que haría irrelevantes las preocupaciones sobre el calentamiento global, ya que se eliminarían progresivamente los sistemas de combustión de petróleo y carbón. El calentamiento global es otro campo en el que no se puede reprochar a los políticos su confusión. Aunque la mayoría de los científicos están de acuerdo en que el calentamiento está ocurriendo, algunos no lo están, como Fred Singer, director del programa de satélites meteorológicos de Estados Unidos.
Después de todo, podríamos necesitar este calentamiento global, ya que el actual período interglacial toca a su fin. Tal como dijo Will Durante hace muchos años, "la civilización es un interludio entre eras glaciales"(1). Si esto es verdad, el grito del próximo milenio podría ser: "¡Salvemos esa vieja central térmica, que necesitamos más CO2!".
Para finalizar, otra de mis dudosas predicciones: Pons y Fleischmann serán los únicos científicos que logren ganar tanto el premio Nobel como el In-Noble.

Arthur C. CLARKE

(1) Will & Ariel Durant, "The Story of Civilization", vol. I (Simon & Schuster, New York, 1935)